Así como el justicialismo ha logrado que el término menemismo oculte la condición peronista de Carlos Menem y sus dos gobiernos, tras el vendaval de los '90 en la provincia de Santa Fe quedaron huellas profundas de esos años que poco se recuerdan.
Tras el vendaval de los '90, en la provincia de Santa Fe quedaron huellas profundas de esos años que poco se recuerdan. Menem es incómodo para los peronistas que lo sucedieron, más allá de que el tiempo hace lo suyo.
Así como el justicialismo ha logrado que el término menemismo oculte la condición peronista de Carlos Menem y sus dos gobiernos, tras el vendaval de los '90 en la provincia de Santa Fe quedaron huellas profundas de esos años que poco se recuerdan.
Menem es incómodo para los peronistas que lo sucedieron, más allá de que el tiempo hace lo suyo. En Santa Fe, al PJ tan marcado por aquella etapa de dieciséis años, le costó otros doce volver a poner un gobernador.
Por estas horas de lecturas someras sobre una década de cambios profundos, que para los gobiernos nacionales siguientes fueron irreversibles (lo quieran o no), se revisan saldos y deudas de la Convertibilidad que cuando cayó también volteó al gobierno del radical Fernando de la Rúa.
La oposición local ha dedicado publicaciones en redes sobre los buenos alumnos de Menem en el mapa de la bota. Y claro que el más señalado es el privatizador del Banco Provincial de Santa Fe, el gobernador Omar Perotti. Es injusto el recorte. Casi todo el peronismo de alguna relevancia actual era parte. Agustín Rossi, hoy ministro de Defensa, es de los pocos que hoy tienen la edad y la relevancia para poder decir que no lo apoyaba e incluso que lo enfrentaba. (El resto del relato K sobre una resistencia al menemismo desde el sur es falso).
Los demás, con las convicciones del reutemanismo o las distancias que trataba de lograr el obeidismo (pudo en el segundo gobierno) estuvieron en las boletas electorales que tributaban a Menem. Y en el radicalismo santafesino que encabezaba Horacio Usandizaga las críticas al modelo eran apenas sobre sus desviaciones, se señalaban hechos de corrupción, no ideas de fondo. El candidato a intendente de Santa Fe de ese sector, Roberto Gayá, fue quien privatizó el agua potable y las cloacas como funcionario de Reutemann. En el Socialismo no es un dato menor que Héctor Cavallero, intendente de Rosario, haya dejado sus filas para sumarse al peronismo que dominó Menem. El consenso no era solamente de Washington.
La era privatizadora
Las privatizaciones fueron el último eslabón de unas reformas más profundas que cambiaron todo el cuerpo normativo del Estado y de su vinculación con las empresas, argentinas o extranjeras, públicas o privadas. A Menem se lo criticó mucho cuando ya no tuvo poder, pero no se alteraron en lo que importa las condiciones estructurales de aquel modelo. Y en Santa Fe, lo mismo.
Propios y extraños ponen al manejo de los números santafesinos en los '90 a la cabeza de las provincias que sabían hacer los deberes. Estar en el cuadro de honor tuvo premios concretos y de los ministros de economía de entonces, Juan Carlos Mercier, dejó en Santa Fe una legislación que tampoco se ha cambiado en lo sustancial, entre ellas la ley de "de Administración, Eficiencia y Control del Estado".
Los gobernadores del PJ supieron mantenerse dentro de los márgenes de aquel modelo, recitar el credo de la eficiencia, abdicar del pecado del déficit fiscal y estar "en sintonía" con la Nación. Así se decía también por entonces.
A cambio, Santa Fe accedió a un programa de obras y préstamos del BID que mejoraron su infraestructura.
Obras y defecciones
Es difícil no pensar en la inundación evitable de Santa Fe de 2003 cuando se recuerda el enorme programa de obras hídricas de que gozó la provincia. Paradojas de la historia reciente: la inversión en defensas que logró Reutemann no volvió a repetirse pero su gestión quedó marcada porque en el oeste de la ciudad el agua alcanzó dos metros y medio más que en el río. El préstamo que permitió la construcción del tramo dos (que nunca cerró un anillo de protección) apareció para Santa Fe después que Menem y Duhalde se garantizaron sus reelecciones (el segundo con convencionales constituyentes del golpista Aldo Rico). La contratista Gualtieri logró una polémica ampliación de su contrato de obra del tramo uno.
De esos años son rutas nuevas y repavimentaciones en el norte provincial que mejoraron sus maltrechas comunicaciones. Pero también el sistema de peajes que nunca logró sus objetivos y encareció el transporte de personas y productos. Y el ajuste sobre la Empresa Provincial de la Energía que no llegó a la etapa final de su venta porque las circunstancias políticas –también la oposición gremial local- lo impidieron.
El puente Rosario-Victoria y la cubierta de protección del Túnel Subfluvial son los dos grandes ejemplos de las ventajas de tomar préstamos externos cuando el dólar no es una preocupación de todos los días.
La recuperación de Kuwait por los aliados en la Guerra del Golfo le dejó a la Argentina de las relaciones carnales con Estados Unidos una oportunidad de relaciones diplomáticas inéditas con una parte del mundo árabe, que después se transformó en una corriente de asistencia financiera para Santa Fe que incluso siguió con los tres gobiernos del Frente Progresista y permitió la construcción de acueductos.
Premios y discriminaciones
Santa Fe era la provincia invencible para hacer los deberes y todo iba muy bien hasta que la Nación (en tiempos de Cavallo ministro de De la Rúa) comenzó a pagar coparticipación con papel pintado. No hubo cuasimoneda santafesina que dañe a la Nación, ni deudas santafesinas impagas que aumenten el quebranto del país, y en cambio se aplicaron rebajas salariales a los empleados públicos (similares a las que hubo en las empresas privadas). Para el estallido del uno a uno tener una libreta de calificaciones ejemplar no valía nada.
Con la llegada de los gobiernos kirchneristas la discriminación a Santa Fe se perfeccionó al punto de que, recién en los últimos días de aquella etapa, la Corte de Justicia de la Nación reconoció a los santafesinos la condición de acreedores del Estado Nacional. La buena conducta de la Casa Gris durante el macrismo tampoco fue compensada con el pago de esa deuda, de miles de millones de dólares, de la que ya ni siquiera se habla.