Jueves 8.7.2021
/Última actualización 18:31
La política santafesina periódicamente se renueva, cambie o no de color político el sector que ocupe la gobernación. La llegada a la Casa Gris de Carlos Reutemann, en 1991, marcó un cambio que el justicialismo supo utilizar para permanecer en el poder.
El instrumento elegido fue la ley de Lemas -tener múltiples candidatos- para frenar a Horacio Usandizaga, el intendente de Rosario que tenía la mayor intención de voto en los meses previos. Habrá que aclarar que ese cambio drástico en el sistema electoral que se prolongó hasta este siglo fue obra del acuerdo de coincidencias políticas entre sectores del justicialismo gobernantes entonces, el radicalismo usandizaguista y una generosa mano socialista.
La sanción de la ley fue iniciativa del entonces gobernador Víctor Reviglio que se puso como objetivo entregarle la banda a un sucesor del mismo signo político. El nombre de Reutemann fue "invento" del gobierno nacional que encabezaba Carlos Menem. "Necesitamos un independiente, alguien lejano de la política para sumar votos" fue la explicación que el entonces ministro del Interior, Julio Mera Figueroa le dio a un sorprendido Reviglio al que citó en su propio departamento de barrio Norte para comunicarle la novedad. Como testigo estaba el Chango Funes quien se encargaría de acercarlo y explicarle los pormenores de la política. A la gente no hacía falta, estaba todavía fresco el ídolo deportivo, el santafesino que durante años hizo levantar a los argentinos a mirar las carreras de Fórmula Uno.
Reutemann caminó el territorio y fue el candidato más votado dentro del lema justicialista que sacó más votos que el radical de Usandizaga. Entonces armó un gabinete con mayor amplitud ideológica que el justicialismo. Dos santafesinos como Juan Carlos Mercier y Andrés Mathurin para ordenar las cuentas y la administración más un juez federal rosarino (Julio Belfer) como ministro de Gobierno. Se diferenció de la gestión anterior y tuvo roces y fricciones con la Legislatura justicialista que no acompañó todas sus iniciativas. Austeridad y presencia en el territorio fue la marca en el orillo.
Sí fue aceptando los lineamientos económicos del gobierno nacional con las transferencias de escuelas y hospitales y la concesión de los servicios públicos. Menem había aceptado los lineamientos del Consenso de Washington y la mayoría de las provincias aceptaron. El último día de su primera gestión se firmó el paso a manos privadas del servicio de aguas y cloacas que prestaba la entonces DIPOS. Antes, había concesionado la autopista y algunos corredores provinciales que todavía hoy están en manos de consorcios comunales.
En política, armó y consolidó un espacio propio. Enfrentó al menemismo nacional en pleno auge en la pelea por una banca en el Senado de la Nación. La elección estaba en manos de la Legislatura -Constitución de 1853- , aguantó el embate de Casa Rosada que bajó a Santa Fe a Eduardo Menem y Carlos Corach en favor de Liliana Gurdulich e impuso a Jorge Massat, entonces intendente de Villa Ocampo. Con el paso del tiempo ese nombre le trajo más disgustos que alegrías por sus vínculos a empresas y presuntos actos de corrupción.
Fue convencional constituyente en 1994 en esta capital aunque sus apariciones eran durante los plenarios y a la hora de votar en respaldo al Pacto de Olivos. El internismo le comió alguna fórmula para la sucesión en 1995 y se inclinó por Jorge Obeid. Entre ambos gobernaron 16 años con roces permanentes y diferencias políticas.
Ganó con contundencia la segunda gestión y tuvo 27 de los 28 diputados puestos de puño y letra. Además tenía una alianza tácita con su competidor Usandizaga. No quería problemas, pero el final de la convertibilidad provocó zozobras sociales y económicas; llegó la inundación provocada por el Salado y el enojo de una parte de la sociedad con la que no pudo recomponer el vínculo. No obstante, con una ley de Lemas aún más amañada, el PJ retuvo la gobernación a manos de Obeid. El competidor de Reutemann fue Alberto Hammerly, a quien acompañó en el tramo final de la campaña.
Pudo ser candidato a presidente de la Nación, rechazó el ofrecimiento de un Eduardo Duhalde que buscaba una salida. El cordobés José Manuel de la Sota largaba y no medía al igual que otros intentos del presidente provisorio, que terminó inclinándose por Néstor Kirchner, quien así llegó a la presidencia.
Ya en el Senado de la Nación protagonizó dos elecciones directas para retener la banca. En la primera le ganó en la recta final a Rubén Giustiniani, que tenía el respaldo total del gobernador Hermes Binner. En la otra perdió ante Omar Perotti, apoyado por Cristina Kirchner.
Apoyó a Mauricio Macri en lineamientos generales, votó los proyectos del Ejecutivo, pero fue perdiendo visibilidad a la luz de la aparición de otros socios en la coalición Cambiemos de Santa Fe.
Por la pandemia optó por la reclusión en su residencia de Guadalupe y hasta dejó de visitar sus campos. Las pocas participaciones parlamentarias fueron virtuales. Tenía un deseo íntimo de volver a ser senador, aunque sabía que para la campaña necesitaba ponerse la campera roja y salir pueblo por pueblo, como llegó en 1991.