Mario Cáffaro | mcaffaro@ellitoral.com
El catedrático español propone incorporar la carta de los derechos digitales.
Mario Cáffaro | mcaffaro@ellitoral.com
Francisco Caamaño Rodríguez fue ministro de Justicia de España durante la presidencia del socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Profesor y abogado especializado en derecho constitucional, visitó Santa Fe y Rosario donde se reunió con el gobernador Miguel Lifschitz y otros funcionarios del gobierno. Nunca había estado en la provincia aunque sí varias veces en Buenos Aires y Córdoba especialmente cuando integró la gestión de gobierno española. Recuerda de esa etapa la entrega de ciudadanía a familiares de inmigrantes españolas que la perdieron a principios del siglo pasado cuando se casaban con argentinos. Participó en la reforma constitucional del Estado de Santa Cruz de la Sierra de Bolivia y participó en la redacción del Estatuto de Catalunya. Hoy compagina su trabajo como catedrático en la Universidad de La Coruña y como buen gallego simpatiza con el Deportivo La Coruña aunque admite que no es fanático del fútbol.
En esta capital, conversó con El Litoral sobre reforma pero también sobre las primeras leyes contra la violencia de género y sobre el cambio de gobierno producido en España tras la renuncia de Mariano Rajoy y la asunción del socialista Pedro Sánchez.
—Vino a una provincia donde el gobierno pretende reformar la Constitución e incluso habló el tema con el gobernador Miguel Lifschitz.
—Hemos hablado de los contenidos de la reforma, de la oportunidad, hemos compartido las experiencias vividas en las reformas de los estatutos de la autonomía de Cataluña, entre otros. Participé en la reforma del Estatuto de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. Yo le quería transmitir que las reformas de las constituciones las tiene que vivir la gente, que no sea una cosa de políticos. Háganle saber a la ciudadanía lo importante que es la reforma de su Constitución, que exijan a los políticos de distinto color que formen consenso sobre hechos primarios y esenciales. Por ejemplo, ésta es una provincia que por sus aspectos urbanos -con dos grandes ciudades- puede estar a la vanguardia, y uno de los elementos de modernidad -que puede ser un avance para el resto de la Argentina- es incorporar a su Constitución la carta de los derechos digitales. ¿Qué pasa con los derechos de las personas en su privacidad? ¿con el derecho al olvido? ¿por qué no tengo derecho a que se borre de Google que me pusieron una multa hace 16 años o elementos de mi privacidad que están circulando? Son temas de muchísima actualidad en Estados Unidos y países europeos y a lo mejor se puede hacer como avanzada desde Santa Fe en la Argentina. Datos personales, datos de salud, qué seguridad tienen, qué circuito tienen, qué protección tienen. Puede ser que un empresario no me da trabajo porque se ha filtrado información sobre mi salud y eso es un dato personal que forma parte de mi vida, ¿quién lo ha manejado? Todos estos aspectos personales, estos datos de la sociedad de la comunicación podrían ser datos a incorporar en la Constitución.
Estuve con el ministro de Justicia (Ricardo Silberstein) y me decía algo novedoso que me ha alegrado mucho porque en España todavía no hemos podido ser capaces de hacerlo -y lo he intentado como ministro de Justicia- que es el principio acusatorio. Para las personas puede ser algo raro, lejano, pero es muy importante para Santa Fe y para cualquier comunidad políticamente organizada. El hecho que la acción penal la tenga que llevar la fiscalía y no un juez, supone que ya no tengo un juez que hace dos cosas esquizofrénicas que es defender mis derechos y a la vez tratar de incriminarme. Esa adjudicación clara de roles es muy importante y supone también llevar otros aspectos a la Constitución: ¿qué hago con el rol del fiscal?, ¿tiene que estar dentro del Poder Judicial? ¿tiene que estar pendiente del Ejecutivo como en Estados Unidos?, o neutral, ¿cuarto poder? Éste es otro tema útil para que la convención reflexione sobre estas cosas.
—El nuevo sistema penal santafesino tiene apenas cuatro años de vida...
—Que tendrá sus problemas pero les pedía a los funcionarios que no se desalienten; es el mejor, está contrastado a nivel internacional. Siempre cambiar las cosas supone alteraciones de los usos pero es una gran transformación.
—Usted señala que la gente debe hacer la reforma constitucional, pero el voto es de la política, se necesita la habilitación de las dos Cámaras de la Legislatura.
—Primero, una apreciación, es un muy curioso que tengan sistema bicameral. Lo otro sí, inevitablemente el voto es de la política pero los partidos representan a la ciudadanía y cuando se equivocan, la ciudadanía lo tiene en cuenta. Hay olas que uno intuye, que el político debe intuir que se van a dar. Hablo desde mi experiencia: cuando planteamos en España el matrimonio de personas del mismo sexo, se armó un gran revuelo, decían país católico, etc., etc. No pasó nada, al contrario, le pasó tantas facturas a la derecha que el actual ex presidente, Mariano Rajoy, tuvo que acudir a una boda entre dos militantes, hombres, de su partido, para decir: “Nosotros ya estamos cambiados”. Por lo tanto, si hay una oportunidad de reformar una Constitución y algunas de las medidas que sé que están en el proceso como por ejemplo bajar la edad para votar, si yo tuviese 16 años 17 y algún partido no estuviese de acuerdo con eso, yo le pasaría facturas en mi conducta electoral. Es verdad que deciden los partidos y el gran problema es que muchas veces éstos no transmiten a los ciudadanos que cambiar la Constitución no es cambiar una ley cualquiera; es cambiar la carta de convivencia y por lo tanto es un reto, un reto colectivo y un reto de futuro. Lo que pongamos en esa Constitución va a marcar los años futuros.
—¿Cuánto se estima la vida útil de una constitución?
—Algunos constitucionalistas suelen decir que una Constitución debe tener la vida de una generación, que cada generación debe tener su carta. Quizás ésta es una forma de expresar una idea que para mí es más importante, más allá de los plazos que es no olvidarnos que las constituciones están hechas para las personas y no las personas para las constituciones. Hay veces que alguien nos dice eso está prohibido por la Constitución, pero eso se puede cambiar. Las constituciones están hechas para ordenar a las personas y no al revés.
¿Cuánto deben durar? Me gustan que sean estables, pero hay que tener fórmulas que faciliten su reforma y su adaptabilidad de manera de reformarla. Acá, hay una mayoría reforzada de dos tercios, una mayoría seria que no debe evitar que se pueda modificar. ¿Por qué mayoría calificada? para que sea norma de consenso, por eso cuando me dicen que es difícil modificarla, hay dos Cámaras, con intereses contrapuestos, etc., yo creo que las buenas reformas son aquéllas donde los parlamentos están muy fraccionados y divididos porque lo que sale al final es algo participado por todos. Si alguien tuviese la mayoría en las dos Cámaras haría la Constitución que quiere ese sector. ¿Es ésa la Constitución que quiere el ciudadano de Santa Fe? Sin embargo, cuando hay obligación de ceder, de intercambiar, de aportar, probablemente no salga la Constitución ideal sino que nos sirva un poco para todos.
—Habló de los desafíos que implican para el mundo las nuevas tecnologías. En España, ¿ya hay leyes particulares?
—Sí, no sólo España sino a nivel europeo. Se regulan las cartas de derechos digitales donde hoy allí nos jugamos demasiado. Hay muchísimas cosas y el futuro que se nos viene en el smart contrat y todas estas figuras nuevas plantean derechos muy importantes para el ciudadano. El ejemplo más importante es porque hay empresas como Whatsapp que sus productos nos lo dejan gratis, o Google maps que nos posicionarnos gratuitamente. Nadie da nada gratis. ¿Por qué Whatsapp con el sistema de mensajería vale más de 3.200 millones de dólares en la bolsa de Nueva York? La respuesta es que el producto eres tú, el negocio eres tú es tu vida el negocio, tu privacidad para hacer perfiles, ha cambiando la publicidad y ahora es directa sobre lo que buscas. Tu vida está allí, es el negocio y no tenemos derechos. Proteger a los individuos, a sus derechos, es importantísimo y proteger a las personas de algo que somos inconscientes de que es como nuestra privacidad ya no se mide dentro de casa. Protegemos nuestras casas y sin embargo hemos abierto nuestras casas y datos.
La batalla por la violencia de género
Caamaño Domínguez siendo ministro de Justicia de España fue pionero en trabajar en leyes contra la violencia de género. Ante El Litoral recordó la experiencia. “La violencia de género, la violencia machista es una violencia cultural. Ningún país se ha escapado de eso. En 2004, por empeño del presidente Rodríguez Zapatero pusimos en marcha la primera ley de violencia de género. Fue el presidente del gobierno que me dijo que había que hacer una ley y “quiero que sea mi primera ley para combatir la violencia de género”. Pidió abrir ese frente y que esté en la agenda diaria de la política. Que se hable. Era un escándalo, silenciado. Mi primera impresión fue decirle que lo que pretendía era contrario a la Constitución, contra la igualdad que no era posible sancionar más porque la víctima era mujer. Estudie mucho el tema, no había muchos referentes en Europa, avanzamos e hicimos la ley. A partir de allí, España descubrió que la mitad de la población o más (las mujeres) estaba sufriendo un infierno y no lo veíamos. Piropos, horarios hechos para que el hombre duerma la siesta, etc., empezamos a descubrir un mundo y se colocó en el eje de la agenda política. Fuimos el primer país de Europa que tuvo estadísticas sobre cuántos delitos cometen los hombres sobre mujeres, sobre violencia machista. A partir de ese esfuerzo, la sociedad española y los distintos gobiernos fueron conscientes del tema. Llevé el tema a los ministros de Justicia de la Unión Europea. Primero hubo sorpresa de mis colegas, salvo los de los países nórdicos, pero las grandes democracias lo miraban como una peculiaridad hasta que al ministro británico Jack Straw le conté cuántas ciudadanas británicas tenían órdenes de protección de jueces españoles en España. Eran más de 2.800. Lo estudió y se encontró que no tenía estadísticas y así empezó a hablar con otros ministros y se sumaron a la orden europea de protección a las mujeres.
Éramos ciegos. Creo que Argentina y otros países tienen que colocar este tema en la agenda pública. Es duro. Esto no sabe de países. Hoy, existen teléfonos especiales con códigos, asistencia e incluso policía especializada en tratar el tema cuando antes no lo era. Hay psicólogos, refugios, etc. ¿Cómo pudimos vivir en ese infierno? El problema del machismo es que hay muchas mujeres machistas debido a su formación cultural.
Poner estas cosas en la Constitución ayuda, modificar los códigos penales -sé que no es facultad de la provincia- crear juzgados especializados, psicólogos. Lo más importante es crear conciencia de que esto no puede seguir que es un escándalo con el cual convivimos muchos años. Los medios de comunicación tienen un rol muy importante también en este tema.
Socialismo
La caída del gobierno de Mariano Rajoy (PP) y su reemplazo por el socialista Pedro Sánchez sorprendió a Caamaño Domínguez pero está satisfecho por varios motivos. “Lo que más me ha gustado es ver cómo mi país con 40 años de democracia, hoy hay un jefe de gobierno distinto y acá no ha pasado nada. Han funcionando los mecanismos constitucionales y ha sido asumido con naturalidad por la ciudadanía. Que las reglas de juego sean asumidas por toda la comunidad es la clave de la democracia. Esto habla del asentamiento de la democracia en España y esto es muy diferente a Italia. Funciona la Justicia que va contra el partido de gobierno y la familia real. Además, por primera vez, funcionó la moción de censura que en España es constructiva. Se tuvieron los votos para tumbar un gobierno pero también para designar otro y esto también es positivo”.
“Cambiar la Constitución es cambiar la carta de convivencia y por lo tanto es un reto, un reto colectivo y un reto de futuro”.