Guillermo Dozo
El diputado provincial Jorge Henn expresó sus conceptos y convicciones de cara a una posible reforma de la Constitución de la provincia para este año que impulsa el gobierno. Los cambios, anacronismos y opciones para modernizar aspectos centrales de la política.
Guillermo Dozo
politica@ellitoral.com
—Estamos a una semana de un nuevo aniversario, ya que el 14 de abril de 1962 entró en vigencia la actual Constitución para la provincia de Santa Fe. Aquella Carta Magna establecía varias novedades en materia de salud, educación y cultura, por citar ejemplos. Sin embargo, pasados más de 50 años, no caben dudas de que hay que actualizarla. Desde su visión, ¿cuál elemento es esencial para que una nueva Constitución provincial se adapte a los tiempos?
—Hay muchos elementos, y todos son esenciales. Estamos hablando de la Constitución más antigua del país. Y no sólo es la más antigua con respecto a su última sanción, sino una de las dos únicas del país, junto a Mendoza, en no cumplir con lo establecido en la Reforma de la Constitución Nacional de 1994. Es decir, tenemos una mora normativa muy grande y hay muchos aspectos de la vida cotidiana que han cambiado de manera drástica. En el ‘62, la mayoría de la población de la provincia o no había nacido o no tenía edad para elegir a sus gobernantes.
Respecto de los cambios, no tengo dudas que lo que varió fue la velocidad de los hechos, la comunicación. Nuestra constitución prevé plazos y normativas basadas en los términos y en la velocidad a la que funcionaba aquella sociedad. Era una sociedad sin Internet, por ejemplo. Y asentada sobre principios que hoy fueron desapareciendo. ¿Cómo es posible que todavía hoy pensemos en la inamovilidad de los jueces como principio republicano? No tenemos Consejo de la Magistratura. ¿Cómo puede ser que los legisladores sigamos empezando el 1º de mayo las sesiones ordinarias?, ¿cómo puede ser que sigamos eligiendo gobernador, sin posibilidad de una segunda vuelta electoral o ballotage? Sólo por dar algunos ejemplos mínimos. Pero hay decenas de ejemplos más. La participación de la gente en las decisiones, las herramientas de democracia directa. Verbigracia, la alternativa de la consulta popular sobre temas que demanden la opinión de la gente, en temas trascendentales como la decisión del Estado de vender su patrimonio. Eso le pondría límites a la posibilidad de que se repitan experiencias muy frustrantes como la privatización del Banco Provincial de Santa Fe.
El juicio por jurado, por citar un punto a debatir, que garantiza más imparcialidad y minimiza la posibilidad de condenas equivocadas porque asegura la existencia de un genuino debate entre los integrantes del jurado, los ojos de 12 personas ven más que los de 3 jueces. Es una buena oportunidad para instar a la Legislatura a hacerlo, poniendo en claro en qué materias y sobre qué casos gruesos, debería existir una instancia de participación social en el proceso de Justicia.
Con relación a las novedades, creo que nos hacen falta normas madre que garanticen el derecho de los niños, niñas y adolescentes a ser escuchados, a ser representados debidamente. No son los mismos que en 1950, claro. Pero además, la sociedad ha cambiado en su mirada frente a la niñez y adolescencia.
¿Cómo puede ser que aún no podamos hacer cumplir el principio de paridad de géneros en todas sus dimensiones? ¿Cómo puede ser que aún no reconozcamos el derecho a la diversidad sexual? Todos esos cambios deben estar reflejados y garantizados claramente.
—Quien se asoma ahora al tema de una eventual reforma -que en realidad fue planteado a inicios de la gestión por el gobernador Lifschitz- se asombra sobre la posibilidad de que pueda, en poco tiempo, ser convocada, discutida y sancionada. ¿Es posible concretar todos los pasos dentro de este año?
—Yo no creo que debamos afrontar esta reforma desde el lugar de los límites de tiempo. Me parece que hay que hacerlo desde la perspectiva del comienzo de un proceso. Que tendrá plazos, lógicamente. Pero a mí me interesa más pensarlo como la puerta que se abre para una transformación en la matriz de nuestras normas. Tenemos que contagiarle a los ciudadanos, el entusiasmo que significa participar de un momento histórico, trascendente. Y no fijarnos plazos de finalización. Tiempo hay siempre. El futuro es infinito. El tema es tomar la decisión de comenzar, y el debate es ése: empecemos. Comencemos a transitarlo hoy. Es el tiempo de la Reforma
No sólo es posible, sino que es el momento adecuado. Es un año sin discusión electoral partidaria, sin obstáculos de agenda institucional. Y el proceso, contrariamente a lo que dicen los temerosos de los cambios, es muy económico de hacer. No necesitamos ni infraestructura nueva, ni presupuestos gigantes, ni gastos extraordinarios. Con elegir convencionales, alcanza. El resto es excusa, temor al cambio y especialmente, temor a la decisión de la gente.
—Aquella Constitución del ‘62 tuvo en cuenta lo que podríamos definir como “nuevos derechos”. ¿Cuáles son los que se integrarían en la nueva redacción?
—Bueno, son unos cuantos pero no está de más enumerar algunos. Por ejemplo, en el ámbito electoral, el voto a los 16 años. Hoy, los jóvenes pueden votar presidente pero no tienen derecho a elegir su gobernador ni sus intendentes ni sus concejales. Lo mismo ocurre con la Segunda Vuelta electoral. Necesitamos ya mismo el ballotage, sobre todo teniendo en cuenta la diversidad que ha manifestado la ciudadanía santafesina en las últimas décadas. Ésa es una regla que está vigente a nivel nacional y que nosotros seguimos incumpliendo, a costa de generar desconfianza en el propio sistema.
La Educación es otro tema fundamental. La Constitución debe establecer un mínimo obligatorio de presupuesto, del que ningún gobierno pueda excusarse.
Hay que incorporar las paritarias, el derecho al acceso de la información pública. Incorporar el Consejo de la Magistratura. Todo esto existe hoy, pero de manera precaria y por exclusiva voluntad de los gobiernos de turno. Debe instituirse con marca constitucional, que no quede a merced de nadie con poder temporario.
En el tema seguridad, me parece interesante abrir el debate sobre la designación del jefe de la Policía. Eso generará mayor transparencia y menor discrecionalidad. Obligará a formarse más a los policías que pretendan llegar a la máxima jerarquía.
En el caso de los derechos individuales... cambió todo. Hay que garantizar el acceso al Amparo con mayor facilidad en los conflictos del ciudadano con el Estado, o con sus obras sociales, o con las grandes empresas de Servicios Públicos. No podemos seguir restringiendo, entorpeciendo y burocratizando esos actos indispensables para el ejercicio de los derechos del ciudadano.
—Persisten algunos anacronismos que, en los tiempos que corren, deben ser actualizados rápidamente como el período de sesiones que son de otra época. ¿Cuáles otros deben modificarse?
—Sí, claro. Que los legisladores empecemos a trabajar ordinariamente el 1º de mayo es anacrónico... eso estaba previsto por las dificultades y las demoras de los viajes de los legisladores. Hoy no tiene ningún sentido. Hay que empezar en marzo como mucho, y terminar en diciembre. Santa Fe fue sede de la Reforma del ‘94 y sigue siendo la única provincia que arranca dos meses más tarde su labor parlamentaria.
—En materia de municipios y comunas, hay varios reclamos pendientes. ¿Qué temas se estarían incorporando?
—En lo estrictamente político, hay que igualar a las comunas y a los municipios en la duración de los mandatos. Hoy, las comunas votan cada dos años, eso les vuelve casi imposible la gestión.
Además, hay que sancionar la autonomía de las ciudades, que tengan derecho a fijar sus propias Constituciones, que incorporen mecanismos propios de gestión y administración, si no, viven sometidas a la voluntad del poder central. Y que tengan autonomía financiera, claro. Si se puede fijar, como en el caso de educación, una regla mínima de coparticipación, yo lo votaría sin dudarlo.
—La Constitución del ‘62 estableció un principio de “gobernabilidad” otorgándole una mayoría automática de 28 diputados para la lista ganadora pero que, en realidad, jugó en contra cuando los votos para gobernador no coincidían con los de la Cámara Baja. ¿es partidario de sostener este principio o de la aplicación de representación por D’Hont?
—Cada partido debe tener la cantidad proporcional de representantes de acuerdo con los votos que recibió. Es ofensivo que una lista que pierde por un voto, automáticamente se quede con un porcentaje de los 22 diputados de la minoría. ¿Por qué?, encima, el que gana aunque sea por un voto se queda con 28 diputados. Habrá tenido un sentido en tiempos de inestabilidad institucional, habrá garantizado la gobernabilidad en tiempos de proscripción, pero hoy esa norma es arbitraria y viola todos los principios de representatividad. Queda claro que tenemos que ir hacia el D’Hont, que es el mejor sistema conocido, hasta ahora.
La reelección del gobernador
—¿Debe ser reelegido el gobernador y vice? Y más precisamente, ¿se debe incorporar en la discusión de la constituyente la reelección de Miguel Lifschitz en particular? Porque éste ha sido siempre el gran obstáculo en el momento de plantear una reforma constitucional...
—Estoy a favor de una reforma integral. Y lo quiero remarcar, porque quienes se oponen quieren instalar la idea de que lo proponemos sólo por eso, quitándole importancia a cosas que son mucho más importantes. No es central en todo este proceso si el gobernador puede ser o no reelecto.
Yo estoy a favor de la reelección de los Ejecutivos, de todos. Con respecto a la reelección del actual gobernador considero que es una decisión exclusiva de los convencionales y es un debate que se debe dar la Convención.
Ni los legisladores que aprobemos la necesidad de la Reforma, ni los convencionales que aprueben, por ejemplo, el derecho a los gobernadores a ser reelegidos determinan la continuidad de ningún mandato, ni la renovación, ni la prolongación. A los gobernadores los elige la gente, y siempre será la gente la que decida si un gobernador debe o no continuar ejerciendo su cargo. Entonces... ¿a que le temen? ¿A la decisión de la gente?
Y respecto de quienes se oponen a la Reforma me pregunto si lo hacen porque los asusta la idea de que las nuevas reglas les estropeen sus ambiciones personales, o bien porque no entienden la importancia que tiene una Constitución moderna en la vida de la gente. Es contradictorio que los mismos que se esfuerzan en hacer monumentos, ponerle nombres a las calles, reivindicar a la Constitución como un aspecto central de la identidad santafesina, se opongan a la Reforma y quieran sostener normas del año 1962, la segunda Constitución más vieja del país.
Es increíble que quienes han llegado a los lugares que ocupan, bajo banderas reformistas e idearios transformadores, se hayan convertido en voceros del peor conservadurismo, atacando una decisión central como es la Reforma Constitucional desde lo más bajo, que es hablar del “costo de la política”, sabiendo lo falaz del argumento
Hoy, se nos presenta la oportunidad de transformar una de las más antiguas Constituciones del país en una Constitución de vanguardia, que no sólo se adapte a las necesidades del ciudadano de hoy, sino que contemple la mirada de los próximos cincuenta años.
En Santa Fe, la Reforma es establecer reglas para el actual siglo, y dejar de regirnos por las del siglo pasado.
Como decía Deodoro Roca, “es hora de tener una vergüenza menos”, justo en el año que celebramos los cien años en la Reforma Universitaria... gran coincidencia para nuestra Universidad Pública, para nuestra Facultad de Derecho, para celebrarlo, reformando la Constitución Provincial.