Por Hagar Blau Makaroff | [email protected]
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Es una pérdida muy grande para la provincia de Santa Fe, la de un constructor. El presidente de la Cámara de Diputados Miguel Lifschitz murió este domingo por la noche en Rosario como consecuencia de las graves complicaciones en su salud luego de haber contraído coronavirus hace casi un mes.
El bulevar Oroño se había vuelto un santuario en los días de su internación, donde cada vez se sumaron más pasacalles y carteles de acompañamiento de sus correligionarios y afectos. El ambiente social en las últimas semanas era diferente. La densidad del aire hacía sentir el compás de espera de la ciudad que lo vio nacer, crecer y gobernar.
Lifschitz era el líder político con la imagen positiva más alta en el último tiempo. El ingeniero de voz mansa y sonrisa pícara que nunca dejaba traslucir sus pensamientos de estratagema. Un líder de no muchas palabras pero sí de mucho oído. Como intendente, gobernador y después como jefe del Socialismo, supo construir la transversalidad con alianzas claves con la oposición que garantizaban la gobernabilidad cuando dejó la Casa Gris para liderar el Congreso. Será una incógnita ahora cómo se reconfigura la arena política, justo cuando parecía que el Socialismo se proyectaba nuevamente a funciones nacionales.
El ex gobernador de Santa Fe había tomado riendas del camino que marcó su compañero Hermes Binner, y como gobernador continuó y reforzó políticas como la titularización de docentes en un hecho inédito a nivel país, dejando un plantel docente de los mejores remunerados por entonces.
Con su visión constructora avanzó y finalizó obras de importantes nosocomios como el Hospital de Reconquista, el de Venado Tuerto, y proyectado el Regional Rosario de Circunvalación y San Martín, un pendiente estatal fundamental para la salud pública del Gran Rosario.
Aunque con una deuda de una seguridad pública con medidas de fondo en el combate a la narcocriminalidad, Lifschitz dejó una buena imagen de su gobierno en la bota santafesina. Lo indicaban las mediciones que se realizaron apenas asumió su sucesor, el actual gobernador Omar Perotti, y la buena imagen se sostuvo en el tiempo un año y medio después, con un conocimiento casi del 100% en toda la provincia. Era el líder opositor al peronismo que hoy de esta manera, deja huérfana esta disputa, y de ahí es que se escuchó por estos días que muchos aprecian su deceso como “una pérdida muy grande para la provincia”.
Durante sus dos mandatos consecutivos como intendente, Miguel Lifschitz logró proyectar la ciudad de Rosario como una ciudad global a partir de complejos habitacionales y edificios públicos con diseño de alto nivel, con algunos de los centros de distritos y otros centros públicos (como el HECA) construidos por arquitectos de renombre internacional, y el ambicioso proyecto que resultó fallido del Puerto de la Música de Oscar Niemeyer, que quién dice algún día otro líder retome el desafío para la ciudad usina de la cultura y las artes.
De esta forma, y con el Congreso de la Lengua como acontecimiento de visibilidad que catapultó a Rosario, Lifschitz la promocionó como un punto de congresos y conferencias internacionales, así como destino turístico de cercanía de fin de semana en el país.
En vínculo estrecho con el área privada de la construcción, tuvo aprobaciones y críticas, ya que la mayoría de los proyectos urbanísticos fueron para las clases medias y altas, en detrimento de construcciones sociales o de acceso para clases medias bajas y populares, que habían sido bastión e intención de Hermes Binner con su proyecto de descentralización.
El contexto de su doble mandato coincide con el llamado “boom inmobiliario”, producido con los excedentes del auge de la producción sojera de la provincia que se volcaron a la inversión en ladrillos como nunca antes. El boom de la construcción tuvo lugar en las principales ciudades del país, pero en Rosario, este auge fue notorio debido a los más de 5.000.000 de m2 de countries, edificios inteligentes, barrios cerrados y abiertos con amenities que cambiaron la cara de la ciudad, la cual también aprendió a revalorizar su río Paraná, que se embelleció y mucho con el corredor verde de sus costas, uniendo y mejorando los parques de norte a sur.
Entre los proyectos el más reconocido fue Puerto Norte, como nuevo centro urbano de la ciudad, con plano general de sus siete unidades de gestión, donde se proyectó viviendas de alta gama para 30 mil habitantes. “Una ciudad dentro de otra ciudad”, explican los urbanistas para dimensionar. Esto fue en detrimento del desarrollo urbanístico en barrios más alejados y carenciados de la ciudad, que luego durante la gestión de Mónica Fein se subsanó y desarrolló cuando Lifschitz asumió como gobernador e implementó el Plan Abre.
La crítica que el urbanismo realizaba al proyecto de la nueva zona del “Barquito” es que, con su alta densidad poblacional no se proyectaron escuelas, áreas deportivas ni otros equipamientos, lo que implicó que toda la vecindad residente deba movilizarse hacia otros centros urbanos para las actividades regulares. Aunque destacaron que conectó la ciudad al fin con su costanera norte playera, y mejoró la habitabilidad de sus parques.
Otros grandes proyectos urbanísticos de renombre que también fueron desarrollados durante la intendencia de Lifschitz son el parque habitacional Ugarteche de Wilde y Newbery sobre el arroyo Ludueña con viviendas para clases medias; las viviendas sociales en el parque habitacional Ibarlucea en la zona cero, un barrio muy grande en el extremo noroeste; y el parque habitacional Ludueña en la zona del Jockey Club, con cuatro countries, con el Estadio Mundialista de Hockey y viviendas sociales en la zona de Fisherton.
Intendente de Rosario durante dos mandatos consecutivos, Lifschitz era antes de un líder socialista, un constructor de raíces: hijo de una familia de constructores, padre que estudió Ingeniería y madre arquitecta.
Nació en Rosario en 1955, en el seno de una familia donde forjó su carácter en medio de los debates sobre la realidad social y política, y se acercó al socialismo cuando cursaba el secundario en el Politécnico, colegio universitario de los constructores justamente.
En 1973 mientras cursaba Ingeniería Civil, fue el golpe de Estado en Chile y la dudosa muerte del gran líder socialista Salvador Allende. En numerosas entrevistas, Lifschitz recordaba que fue allí donde siguió el llamado político y se sumó a las manifestaciones masivas en Rosario y conoció al Movimiento Nacional Reformista y al Partido Socialista Popular.
Recibido como ingeniero, trabajó en lo privado diez años, aunque siempre militando en el partido de la rosa, donde luego comenzó a ocupar funciones públicas bajo el mando del primer intendente del PS, Hermes Binner, en Rosario.
En 2003 fue erigido intendente por el Frente Progresista Cívico y Social, y cuatro años después fue reelecto. En 2011 resultó senador provincial por el Departamento Rosario. Y en 2015 asumió la gobernación de Santa Fe. Tras su último mandato en 2019 fue electo diputado, cumpliendo el rol de presidente de la Cámara de Diputadas y Diputados de Santa Fe.