Juan Franco
El referente del Observatorio Económico del Centro Comercial de Venado Tuerto, Ezequiel Coello, dijo que no se están haciendo las cosas bien para bajar la inflación. Aseguró que los grandes males de la economía son de origen político y que para tomar las decisiones que hacen falta no se puede estar mirando por un lado las redes sociales y por el otro la fecha de la próxima elección. También sostuvo que la economía está a flote por planes de aliento al consumo, como Billetera Santa Fe, Ahora 12 y Pre-Viaje, y las asignaciones sociales en la base de la pirámide.
Juan Franco
Ezequiel Coello está a cargo de la coordinación, desde 2013, del Observatorio Económico del Centro Comercial e Industrial de Venado Tuerto. En su trayectoria profesional se desarrolló en multinacionales del sector telecomunicaciones, del sector financiero y de los agronegocios. Y desde 2009 dirige su propio estudio en el que asesora a empresas, emprendedores e instituciones. También es un agudo analista de temas económicos y El Litoral lo consultó sobre el rebrote inflacionario en el país, su impacto en el comercio local y regional y las alternativas de solución.
“Tenemos una inflación crónica en la Argentina y la vamos a seguir teniendo hasta que se encare la problemática con seriedad. Y el primer gesto de seriedad es entender que para repartir tenemos que generar, pero se insiste en repartir los billetes que imprimimos sin ningún respaldo. Y así nuestra moneda sigue sufriendo una depreciación desde hace décadas”, comenzó reflexionando el licenciado en Administración. Y continuó: “Gran parte del desbarajuste económico es de origen político. En un país lógico se elabora un Presupuesto y se cumple a rajatabla. En nuestro caso, por lo general se lo dibuja, y en las pocas veces que se aprueba en tiempo y forma, no se lo respeta en su ejecución, porque el abusivo presidencialismo genera discrecionalidad en la asignación de los recursos”.
-En estas condiciones, sin un plan económico con metas de mediano y largo plazo, ¿se pueden alimentar expectativas?
-La verdad es que nuestro presente es muy desalentador. Antes que un presupuesto tiene que haber un plan, y para que haya un plan, que se implementa a través de un paquete de medidas, tiene que haber un proyecto de país, un norte, una referencia colectiva. En cambio, los argentinos damos virajes de 180 grados cada cuatro años y el que llega arrasa con todo lo hecho, lo bueno y lo malo, y pretende comenzar todo de nuevo con ínfulas refundadoras.
En Argentina lo único que estamos viendo desde hace unos cuantos años, con independencia del color político gobernante, son medidas aisladas, sin un plan que las vertebre y contenga. Y, además, muchas de esas medidas se basan en los humores de las redes sociales, y con el condicionante de la próxima elección, que siempre está relativamente cerca.
- ¿Nadie se anima a decir la verdad en nuestra economía?
-Lo malo no es la democracia ni las elecciones periódicas, pero sí es un problema que la prioridad de la dirigencia sea conservar el poder político, porque eso atenta contra la adopción de medidas que en un principio pueden ser muy antipáticas para algunos sectores. Para colmo, estamos en el medio del río, porque no estamos cerca de que explote todo, con una hiperinflación, por ejemplo, ni tampoco estamos cerca de una coherencia política, es decir, de acordar un plan para iniciar una senda de desarrollo económico y, a la vez, terminar con el drama de la inflación, como ya lo hizo la gran mayoría de los países del mundo.
-Algunos economistas empiezan a insistir con una suerte de convertibilidad…
-Atar nuestra moneda a una dolarización, como algunos proponen, sería un suicidio colectivo y una pérdida de soberanía monetaria, pero tampoco es la salida insistir con la emisión de papel pintado. Para colmo, nuestra inflación es persistente y cultural, por eso mismo no debemos escudarnos en que hoy la inflación es un fenómeno global que están sufriendo incluso los países más desarrollados, porque ellos tienen un índice anual que por lo general no supera el 7 u 8 % y ahora están siendo afectados por una emisión monetaria excepcional durante la pandemia. Si ellos, con todo más ordenado, tienen un brote inflacionario, qué queda para nosotros. Sin dudas, se proyecta una inflación anual en Argentina con un piso del 60%, y con cepo al dólar y tarifas atadas.
-Además del consumidor, ¿hoy el comercio también es víctima de esta inflación galopante?
-Sí, en la base de la pirámide es donde más afectan todas estas incertidumbres de la política económica. El comercio, por ejemplo, que no es formador de precios, no puede trasladar al mostrador los permanentes aumentos en las listas de precios. Hace años que el comerciante viene resignando utilidades para poder vender. Cuando una observa que la inflación mayorista es inferior a la minorista, eso significa que hay una parte de esos incrementos que los absorbe el comerciante.
- ¿Cómo tendría que intervenir el Estado para evitar los abusos en las cadenas de intermediación?
-En primer lugar, hay que analizar la situación en cada proceso productivo y los riesgos que implican. En el caso de la producción agrícola, si se siembra y no se cosecha, hay una pérdida de la inversión, más allá de los seguros. En el caso del industrial, esos riesgos del proceso productivo son menores, pero en cambio soporta una mayor carga salarial sobre sus espaldas. Por eso, antes de actuar desde la órbita estatal, estos aspectos deben ser evaluados con objetividad y sin tintes ideológicos. Tampoco hay que olvidar las particularidades del sistema tributario argentino, con impuestos que se cuentan por decenas, incluso con doble aplicación en algunos casos, y que terminan repercutiendo significativamente en el costo final que abona el consumidor de un producto o servicio.
-Hay impuestos que se superponen con tasas municipales, por ejemplo…
- Claro, el Impuesto a los Ingresos Brutos y el Derecho de Registro e Inspección establecen, a la vez, la imposición de un porcentaje sobre la venta bruta. Pero también es cierto que sería necesario replantear el sistema tributario nacional, porque sin esas tasas que perciben los municipios y comunas, quedarían totalmente desfinanciados. Esto es así porque la recaudación va para arriba y luego, en lugar de distribuirse como marca la Constitución, se lo hace de manera discrecional. El país desborda de estas injusticias.
- ¿Cómo está repercutiendo esta actualidad económica en Venado Tuerto y el sur santafesino?
-En Venado venimos de un buen último semestre de 2021 en nivel de ventas -no en rentabilidad- y luego sufrimos un freno muy marcado en los primeros meses de este año, que no es peor porque se sostienen los distintos planes de consumo, como Billetera Santa Fe, Ahora 12 y el Pre-Viaje, y las asignaciones sociales entre la base más careciente. Esto marca a las claras que el poder adquisitivo no alcanza y tampoco la solución es el aumento nominal de los sueldos, porque a la larga las empresas tendrán que despedir gente, si no hay una mayor demanda de bienes y servicios. Hoy la realidad es que la situación económica de las familias y las ventas de los comercios siguen a flote gracias a estos planes de consumo, y eso significa que estamos en zona de riesgo.