Alfredo Ceballos | region@ellitoral.com
A lo largo del fin de semana la ciudad de Coronda y la región vivirán una gran celebración que incluirá show musicales, exposiciones, degustaciones y feria de artesanos.
Alfredo Ceballos | region@ellitoral.com
Este fin de semana, más precisamente del 4 al 6 de noviembre, Coronda y la región viven su gran celebración. Es la festividad por excelencia de la ciudad cabecera del departamento San Jerónimo. Creada en 1946, fue declarada fiesta nacional en 1958 por decreto del presidente Arturo Frondizi. Es hoy una de las manifestaciones multitudinarias más antiguas del país.
Desde este centro de envidiable belleza, Coronda tiene la calidez y el perfume de todas las arenas, de todas las playas. Coronda es un abrazo hermano del aire de noviembre, que se ofrece con la humildad y el fervor del verdadero afecto. Coronda, privilegio de música, de rio, de verdor, de fruto, de amistad, de historia, vive esta semana la tradicional celebración, la Fiesta Nacional de la Frutilla.
Por ello, la región se prepara para celebrar una nueva fiesta de su cosecha mayor, en lo que será la versión 2022, de una de las manifestaciones más antiguas del país.
Pioneros (César Bisso)
La tierra no se demora, se mueve tras los pasos del tiempo, acompañando el destino del hombre. La tierra siente el fuego de su interior como una madre dispuesta a fecundar. Y en cada árbol, cada rama, cada hoja, cada espiga, cada semilla, cada flor, está el fruto de la concepción. Esto es la tierra: la vida.
Un siglo atrás, nuestros primeros agricultores se animaron a surcar los arenales corondinos, esparciendo plantines de frutilla en la periferia del pueblo, con la ilusión de generar una labor productiva sustentable y, paulatinamente, una apuesta al futuro.
Así empezó la historia de una relación de afinidad y resistencia. Cada otoño, ellos amanecían con el sol de frente, de rodillas sobre la tierra apenas fría, conservando entre sus manos los frágiles tesoros que, poco a poco, se irían convirtiendo en prolijas parcelas. Y anochecían con el sol sobre las espaldas, de pie frente a los pequeños continentes rojos. Desde la modestia del trabajador fatigoso, pero no derrotado, miraban al cielo rogando que en la noche no llueva con fuerza, que no caiga ninguna helada. Sólo deseaban lo mejor para seguir cultivando el día después. Esa fue la prédica constante. Más tarde, con la primavera, surgían los rostros felices y en los puños bien cerrados guardaban el fruto rojo, reluciente, revestido de aroma y dulzor.
Año tras año, cosecha tras cosecha, la tierra se transformó en permanencia del esfuerzo y del júbilo. Las buenas producciones trajeron más trabajo y le dieron identidad al pueblo. Entonces aparecieron las fiestas celebratorias, las reinas, los músicos y cantores, los poetas y los locuaces relatores de anécdotas. La frutilla era la dueña de todos los honores.
La modernidad trajo nuevos desafíos y promesas, entre las exigencias del progreso y los intentos del individuo de salvarse de cualquier arrebato de cosificación. Recuerdo a Miguel Delibes, autor de memorables novelas y relatos del ámbito rural español. Encuentro en su escritura la frase adecuada para resignificar en este momento la tarea artesanal de nuestro productor frutillero ante los impulsos tecnológicos. Decía Delibes: "la máquina calienta el estómago del hombre, pero enfría su corazón". Y pienso en la convicción irrevocable de aquellos lejanos pioneros, que se acostaban mirando al cielo con la esperanza que mañana el sol los acompañe a sumir con alegría sus manos en la tierra. Hombres de fe y coraje. Y de corazón caliente. Coronda no los olvida y los tiene presente en el recuerdo, en el canto y en la palabra. Y en cada noviembre.