Día de los Muertos con escasa asistencia en el cementerio El Salvador de Rosario
Poca cantidad de gente en este Día de los Fieles Difuntos. La pandemia del coronavirus desalentó la práctica de recordar a los seres queridos que ya no están cada 2 de noviembre.
2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos dice en los viejos almanaques que todavía se fabrican. Esos que se sacan hoja por hoja día a día hasta el 31 de diciembre. Es el Día de los Muertos y poco cambia en el cementerio El Salvador, el más conocido y cercano al centro de Rosario. Este camposanto pegado al Parque Independencia aloja los restos de ciudadanos célebres de esta ciudad. Muy cerca de la entrada por Ovidio Lagos, el propio Lagos descansa en un mausoleo propiedad de la familia. Los nombres y apellidos distinguidos se destacan por la calle principal. Familias venidas de Europa que forjaron su éxito en la Cuna de la Bandera y que echaron raíces aquí. El Salvador tiene distintos sectores. A los mausoleos se le agregan los nichos ubicados más cerca de avenida Francia. Se observan flores relucientes, pero también algunas ya muy marchitas que fueron dejadas hace muchos días. Como en cada camposanto, el aire que se respira es especial.
Es martes por la mañana y aunque sea el Día de los Muertos, parece un día común y corriente. Son pocos los autos estacionados en la puerta y el cementerio luce igual que siempre. Dos personas de la Municipalidad se dedican a limpiar el área de la entrada, mientras un cura lava la pequeña iglesia que se encuentra a la derecha de la entrada principal. Allí hay misa a las 9 y a las 11. La segunda, con la presencia del arzobispo local, Eduardo Eliseo Martín. Es por eso que todo debe lucir limpio en el templo. El guardia de seguridad cumple con su horario de trabajo como de costumbre. Y la oficina de El Salvador permanece abierta para consultas.
El Litoral
Foto: El Litoral
Pocos son los que acuden a honrar a sus seres queridos fallecidos. Una señora de mediana edad lleva flores para una tumba junto a una adolescente. También un señor mayor aporta un ramito para los restos de alguien enterrado allí. Otra señora que estaciona su coche en la puerta también viene a recordar a alguien que ya perdió.
Un florista lleva unas pocas flores para vender. A juzgar por la cantidad, la expectativa de comercializar muchas no es grande. El vendedor invita a este cronista a un mate frente a la incredulidad del periodista en tiempos de coronavirus. “Estoy sano por la gloria de Dios”, bromea. Consultado por mayores ventas, afirma “ojalá”. Sin embargo, el panorama no es muy alentador a primera hora de la mañana.
La pandemia no sólo llevó vidas humanas, sino también costumbres. Como la de llevar flores a los difuntos el 2 de noviembre. Una tradición que en este 2021 no se nota demasiado.