Rodrigo Pretto | region@ellitoral.com
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Conmovidas por una publicación en redes sociales, cuatro amigas de Carlos Pellegrini tomaron la decisión de sumarse a una misión humanitaria y tender manos solidarias para comunidades del monte chaco-salteño. Fueron cinco días, desde la carga de las donaciones hasta el regreso, lo que duró la experiencia. “Desde nuestro lugar aportamos el granito de arena para acortar un poquito la brecha de desigualdad”, contó Mabel Marcantino, unas de las integrantes del grupo que viajó hasta la frontera tripartita entre Argentina, Bolivia y Paraguay.
Un camión con su respectivo chasis repleto de donaciones y cargado de sueños. La misión solidaria de un grupo de personas de Carlos Pellegrini, Rafaela y San Vicente inició su recorrido a principios de mes. Sin embargo, meses antes, las colectas ya habían comenzado su camino.
Mariano Burgos – quien residió en Carlos Pellegrini tiempo atrás pero que actualmente vive en San Vicente – fue el que puso en marcha hace años su proyecto de ayuda voluntaria para quienes más lo necesitan. Y la misión terminó despertando interés en la región. Atraídas por una publicación en redes sociales, las cuatro amigas pellegrinense – Olga Malisani, Juana de Truccolo, Elva Cabrera y Mabel Marcantoni – decidieron sumarse a las buenas intenciones.
Fue así que el 3 de julio el grupo de mujeres de Carlos Pellegrini llegó hasta la localidad de San Vicente para iniciar con la etapa final del proyecto. “Logramos llenar un camión y el chasis con todo lo que la comunidad nos donó a largo de varios meses. Desde alimentos no perecederos e insumos médicos, hasta indumentaria, colchones, comida para perros, juguetes y hasta bicicletas”, detalló Marcantoni.
David Montiel, residente de Clucellas pero con raíces también en San Vicente, fue quien puso a disposición el vehículo de carga para el traslado de las donaciones. “Es de destacar que lo hizo de corazón. No cobró absolutamente nada, ni siquiera el combustible. Estamos hablando de un viaje de más de 1.500 kilómetros”, remarcaron.
El cargamento y la misión humanitaria iniciaron el recorrido con destino a Santa Victoria Este, en el ParajeB Grande – ubicado a 180 kilómetros de Tartagal en la frontera tripartita compartida entre Argentina, Bolivia y Paraguay –. “En el monte viven, principalmente, las comunidades Wichis, Chorotes y Tobas. Están agrupados por etnias y cada una responde a un cacique”, explicó una de las mujeres pellegrinenses.
A unos 60 kilómetros monte adentro, la misión se topó con diversas dificultades que debieron ir sorteando para llegar a destino: la escuela N° 4.079, a la cual concurren 59 niños que asisten diariamente a desayunar y a cumplir con sus cursadas. El grupo arribó el lunes 5 de julio cuando el sol comenzaba a caer. “Es un lugar donde la electricidad funciona con paneles solares, pero por la falta de mantenimiento no funcionan. Con lo cual hay que manejarse con linternas por la noche”.
Una olla calentándose constantemente al fuego para sus múltiples usos, un cielo profundamente estrellado por la noche y animales conviviendo con los humanos fue la postal que acompañó durante toda la misión al grupo.
La comunicación fue, de cierta manera, limitada. Es que las comunidades mantienen sus lenguas nativas y fueron los maestros de la escuela – bilingües ellos – quienes cumplieron la función de nexo a la hora de entablar las conversaciones con los nativos. “Era notable como los hermanos aborígenes reflejaban en sus rostros todo lo que no podían expresar con sus bocas”, recuerda emocionada Marcantoni.
La despedida, recuerdan, quedó invadida por la emotividad y las lágrimas en las mejillas de todos. El arduo, pero gratificante trabajo de un grupo humano que tiene la intención de continuar con este tipo de tareas humanitarias para darle una vida más digna a quienes se encuentran olvidados por el estado, fue el sabor de un viaje que acarició a los más necesitados. “No hay políticas presentes. Nosotros, desde nuestro lugar, aportamos un granito de arena para acortar un poquito la brecha de desigualdad. Ser intermediarios de lo que las personas donaron en mano no tiene precio”, sostuvo Marcantoni.