Por Ana Inés Dobal
Hace unos días, se realizó una caminata familiar y suelta de globos con el fin sensibilizar a la comunidad sobre esta enfermedad. El objetivo es que en cualquier lugar del mundo tengan acceso a un diagnóstico y un tratamiento preciso y a tiempo.
Por Ana Inés Dobal
El 15 de febrero se conmemoró el Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer Infantil, fecha que pretende concientizar sobre una enfermedad que afecta también a los más pequeños. Y en Rufino, al sur de la provincia, se realizó una caminata familiar y suelta de globos con el fin sensibilizar a la comunidad sobre esta patología tan temida. En síntesis: "Con un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado, el cáncer infantil puede curarse".
La iniciativa de la caminata fue de Tamara Widmer, mamá de Eloy, un niño de seis años que superó el cáncer y aún lucha con las secuelas de la enfermedad. El trayecto abarcó desde la Plaza Municipal, formando un rectángulo entre las calles España, Santa Fe, Primitivo Galán, Carballeira e Italia, para regresar nuevamente a la plaza. Luego de la caminata, de la cual participaron adultos y niños, liderada por la familia de Eloy, portando un manojo de globos amarillos, Tamara brindó unas palabras y soltaron de manera simbólica los globos con la idea de visualizar la lucha que implica para los pequeños pacientes y sus familias, el cáncer en la infancia.
"El objetivo de este día es sensibilizar y concientizar sobre la importancia de los desafíos a los que se enfrentan niñas, niños, adolescentes y sus familias, así como de la necesidad de que todos ellos, en cualquier lugar del mundo, tengan acceso a un diagnóstico, tratamiento preciso y a tiempo", explicó la mamá guerrera de Eloy, durante la caminata.
Historia de lucha
"Soy Tamara, la mamá de Eloy. En febrero de 2020, cuando él tenía cuatro años, fue diagnosticado con un tumor de fosa posterior, un tumor en el sistema nervioso central, un tipo de cáncer agresivo, devastador e invasivo, en palabras de los neurocirujanos que lo operaron para extraerlo; en términos científicos, un meduloblastoma de grado 3, un tumor maligno. En simples palabras, ese día el mundo se me vino abajo y caí en un agujero negro sin fin, mi hijo tenía cáncer".
Así abrió las puertas de su corazón y su experiencia para iniciar la charla, una mamá como todas, a simple vista, pero que en el camino de dar batalla, aprendió medicina, psicología y, por sobre todas las cosas, entiende que visibilizar su camino es fundamental para ayudar a otros y abrir los ojos.
"Cáncer es una palabra que más de una vez genera miedo y automáticamente se asocia a una muerte segura. Para mí el cáncer y la muerte iban de la mano, ese día fue el comienzo de un mundo nuevo, lo que yo conocía, cambió, hice un curso acelerado de medicina oncológica. Eloy, mi nene, mi hijito, tenía que empezar un tratamiento para combatir esa enfermedad que, sin saberlo, lo estaba consumiendo por dentro. En ese momento le encontré explicación a los episodios que él estaba sufriendo en el último mes. El tratamiento de Eloy constaba de tres partes: las cirugías, la radioterapia y la quimioterapia", relató Tamara.
"Como el tumor era de alto grado, se decidió que después de reponerse de las dos cirugías iba a hacer un ciclo de 31 rayos con anestesia combinado con quimioterapia. No salimos bien parados de la segunda cirugía", agregó, hablando en plural y siendo una con cada respiro de su pequeño hijo; "no podía hablar, no podía alimentarse, no sostenía la cabeza, el pronóstico era bastante desalentador".
Momentos críticos
Pasaban los días y la pesadilla continuaba, pero pudo reponerse en medio de la pandemia para comenzar el primer ciclo de radioterapia combinada con quimioterapia, sumadas a las anestesias, que fueron 31, y consecutivas.
Ese ciclo, nos cuenta la mamá, lo llevó al quirófano de nuevo. Necesitaba una válvula de derivación ventricular y, otra vez, le tocaba estar entre la vida y la muerte, logrando recuperarse de nuevo contra todo pronóstico. Comenzó así el último ciclo intensivo de quimioterapia, para llegar al punto de inflexión que nos devuelve la sonrisa y la esperanza.
Héroe de carne y hueso
En total, Eloy, con menos de siete años de vida, ingresó tres veces al quirófano, atravesó 31 rayos con anestesia y transitó 52 quimioterapias, alcanzando la remisión completa de su cáncer el 23 de febrero de 2021, un año después del diagnóstico inicial que los adentraba en esta lucha entre la vida y la muerte.
El trajín de ser un paciente que tuvo cáncer, hace que la vida de Eloy y su familia no haya pasado a ser de libertad en lo que a seguimiento médico se refiere, pero sí les permite accionar y avanzar desde la certeza de que un resultado favorable es muy posible para estos diagnósticos.
"Eso fue solo el inicio, porque ahora Eloy no tiene cáncer, pero sigue siendo un paciente oncológico en recuperación. Sigue haciendo terapias de rehabilitación, para poder reponerse de las secuelas que el cáncer dejó, que son muchas. La cita obligada es cada 3 o 4 meses, y por ahora las noticias siempre fueron buenas, aunque es imposible no sentir miedo de que todo vuelva a pasar", confiesa Tamara con transparencia y reviviendo ese año de sortear la posibilidad de muerte, minuto a minuto.
En cifras, se estima que se diagnostican cuatro casos de cáncer infantil por día. Son 1.500 diagnósticos al año y el 10% son reportados desde Santa Fe.
"El 17 de febrero de 2020 nos tocó a nosotros", dijo Widmer en primera persona. "El cáncer infantil no tiene una cara amable, es un tema tabú, es algo de lo que no se habla. Pero si algo he aprendido en este camino es que a los monstruos se les pone nombre y se les hace frente. El primer paso es hablar del tema para que todos sepan que existe, el segundo es saber que con una detección temprana y un tratamiento adecuado, puede curarse".
No es un camino fácil, es más hacia arriba que hacia abajo, es imposible entender de estadísticas cuando un hijo forma parte de ese porcentaje. "Aprendí que los niños son un símbolo de resiliencia, que logran reponerse luego de llegar al límite de lo que el cuerpo les permite. Más de una vez el cuerpo pide pausa, pero ellos siguen aferrados a la vida. Sonríen en los momentos más duros. Solo puedo decir que la mayor fortaleza nos la dan los niños a nosotros, los adultos, que los acompañamos", resumió Tamara.