La intendente Paula Mitre y el senador Osvaldo Sosa le rindieron homenaje y descubrieron una placa en el salón donde funcionó el comedor “La Sagrada Familia”.
El senador Osvaldo Sosa destacó que “reconocer a Ana en este día es reconocer a la mujer solidaria dispuesta siempre a conseguir los derechos que le quitaron o nunca le han dado”.
La intendente Paula Mitre y el senador Osvaldo Sosa le rindieron homenaje y descubrieron una placa en el salón donde funcionó el comedor “La Sagrada Familia”.
Un emotivo acto del que también participaron integrantes del gabinete municipal, familiares y vecinos del barrio Martín Fierro. Su hija Lorena agradeció el reconocimiento y se manifestó “orgullosa de la madre que tuve y que supo inculcarme los valores que guían mi existir”.
También el senador Osvaldo Sosa destacó que “reconocer a Ana en este día es reconocer a la mujer solidaria dispuesta siempre a conseguir los derechos que le quitaron o nunca le han dado”.
“Ana nos dejó la enseñanza de que es posible vivir en una sociedad solidaria, que es posible pensar en el otro y reivindicar sus valores”, agregó.
Finalmente, la intendente Paula Mitre destacó a Ana como “una mujer de gran corazón, todo un ejemplo que representa un símbolo de esperanza que cobra fuerza en momentos tan difíciles y con tanta incertidumbre como los que estamos viviendo”.
Dijo también que personas como ella nos enseñan que estar al servicio del otro propicia y genera la posibilidad de construir una sociedad mejor, capaz de desarrollarse y brindar un mejor bienestar para todos”.
El comedor surgió en el año 1999, como una necesidad de suministrar alimentos a los chicos de su humilde barrio -durante los fines de semana y feriados- cuando los comedores escolares no funcionan.
Así que de su propia iniciativa – y con los recursos de una pensión mínima ferroviaria que le dejó su esposo fallecido- comenzó a cocinar con leña en un fogón y en horno de barro en una dependencia de su propia casa, ubicada en Catamarca 1164, barrio Martín Fierro de la ciudad con una asistencia inicial de 80 comensales, que con el correr del tiempo llegó a 112.
Su obra trascendió los límites de la propia ciudad logrando el apoyo de algunos empresarios y personas que en forma particular le acercaron su ayuda, tanto en alimentos como en utensilios y artefactos, incluyendo cocina y heladera, usadas.
También pudo mejorar el ámbito del comedor, que en principio estaba prácticamente a la intemperie, solo algunas chapas y lonas cubrían el patio de piso de tierra cuando llovía o el sol abrasaba…
Las colaboraciones y su perseverancia permitieron la reconstrucción precaria del lugar y mejorar las condiciones ambientales para convertir el pasillo en un largo salón con tablones y sillas, muchas de las cuales fueron traídas por la gente, dado que antes se sentaban “en lo que había: cajones, ladrillos…”
Comenzó sola, en principio tuvo la colaboración de alguna vecina, también ocasionalmente se sumaron un grupo parroquial que también colaboró en los festejos de los cumpleaños o momentos especiales como el Día del Niño o la Navidad.
Ana Paniagua con su “Cruzada de amor”, se mantuvo firme hasta su fallecimiento acaecido el 19 de agosto de 2017.