Lunes 24.8.2020
/Última actualización 19:44
Un equipo de paleontólogos santafesinos, confirmó que los restos fósiles hallados hace un tiempo en la localidad de Teodelina (departamento General López), corresponden a un megaterio, el mamífero prehistórico terrestre más grande que habitó en América del Sur. Lo colorido si se puede decir, es que el animal es el mismo que aparece en la película animada “La Era de Hielo”, el perezoso llamado “Sid”.
Los restos, datarían de 8500 años atrás. El animal, habría pesado entre tres y cuatro toneladas y su altura, casi de 6 metros. El hallazgo, se había dado en octubre del 2018 por dos lugareños, uno de ellos carnicero de profesión, en una zona de cañadas y en cercanías de un canal que proviene del bombeo de la laguna “La Picasa”. Hugo y Bruno, como son sus nombres, vieron los huesos y sorprendidos por el tamaño dieron aviso a las autoridades comunales.
Puntualmente lo que se encontró y pudo identificar son garras y uñas (las “manos” del megaterio) y parte del extremo de un brazo. También aparecieron partes de otras especies que están clasificando: restos de un camélido (guanaco) y el cráneo completo de una especie de zorrino, pero de otras épocas más “cercanas” al presente.
Uno de los integrantes de este proyecto, el paleontólogo Luciano Rey, dijo que el contexto de sequía posibilitó el trabajo del equipo de Patrimonio santafesino para realizar un estudio más detallado. De hecho, anticipó que estos nuevos sitios arqueológicos encontrados y un yacimiento paleontológico, van a requerir un trabajo más “preciso” de investigación.
Identifican a un perezoso que habitó la provincia hace 8.500 años
El profesional, aclaró a este medio que no hay una respuesta de “por qué” el animal llegó a esta zona de Santa Fe. De todos modos, son datos que van a ir surgiendo con desglose pormenorizado de la excavación: “Cuando hicimos el levantamiento de perfiles geológicos, vimos los sedimentos que hay en el lugar. Empezamos a mirar el contexto y la pata delantera está como ‘entrapada’ en una arcilla. Hay que afinar para llegar a cómo sucedió eso porque está en posición de vida”, detalló.
Lo que falta, es registro geológico. Y esto es porque aparecen inmediatamente por arriba del perezoso, sedimentos del 1820 o 1830, respondiendo a una sequía que documentó Darwin en la región pampeana. “Falta todo un registro del paquete de sedimentos de ese lapso. De siglo XIX, pasamos a 8500 años que es cuando desaparece la mega fauna”, sostuvo Rey.
Además, aclaró que no hay vinculación entre los hallazgos y la zona de lagunas en la que aparecieron, porque eso es dinámico. “Los ríos y arroyos erosionan los sedimentos. Dejan expuestos los restos fósiles. Pero eso no quiere decir que siempre existió (por el canal). No se vincula así”, especificó.
Por otra parte, recordó que en el departamento General López ya se dieron hallazgos significativos. En Diego de Alvear, de donde es oriundo Rey, encontraron un gliptodonte y un molar de tigre “dientes de sable”. Otro gliptodonte en San Gregorio y en Vedia (norte de Buenos Aires), unos camélidos (guanacos). Asimismo, en San Eduardo, dieron con restos óseos humanos que pueden ser considerados como los más antiguos de Santa Fe.
“Sería muy interesante encontrar coincidencia. Es decir, si pudiéramos demostrar que los pueblos originarios más antiguos ‘convivieron’ con la megafauna”, agregó. En este orden, destacó que en muchos lugares de Santa Fe están apareciendo restos del elenco de megafauna de mamíferos y hay mucha “frecuencia” en inmediaciones del río Carcarañá sobre todo y en los cursos de agua que están erosionando la llanura santafesina.
Rey, dijo que actualmente en la provincia hay 36 proyectos arqueológicos y paleontológicos activos El dato que se desprende, es que en Santa Fe hasta el 2012 había siete arqueólogos y un paleontólogo. Hoy con la intervención del Estado aplicando la ley 25743 de Patrimonio, hay más profesionales investigando. “Esto se dio en un tiempo relativamente corto y cada vez podremos conocer mejor la provincia”, aseguró.
De hecho, junto con la arqueóloga Soledad Biassati, están a cargo de la aplicación de la ley 25743, autorizando proyectos de investigación de equipos de arqueólogos y paleontólogos. “En la zona de Teodelina, hay una iniciativa ya presentada. Puede llegar a arrancar en los próximos tres meses y va durar tres años aproximadamente. Vamos a trabajar en la arqueología específicamente y el poblamiento humano de esa región”, aclaró.
Los perezosos gigantes eran originarios de este continente alcanzando en algunos casos tamaños gigantescos como en el caso del megaterio que pesaría de 3 a 4 toneladas y alcanzaba los 6 metros de largo. Otra particularidad es que se pudo comprobar que estos animales se podían desplazar a dos patas, tal como lo demuestran las huellas halladas en distintos puntos de la llanura pampeana.
También tenían grandes garras, que se cree usaba para desgajar las ramas de los árboles de esos tiempos como los Talas o Algarrobos, para así poder comer de sus hojas. Esto último se puede suponer debido a la forma de su paladar, que es estrecho y sugiere que era muy selecto para elegir su alimento, compuesto de frutos y hojas de los árboles, aunque no se descarta que se alimentara de vegetales más duros como los pastos.
Se extinguieron a principios del Holoceno, hace unos 10.000 a 8.000 años, posiblemente por cambios en su hábitat, aunque los científicos postulan también, que los primeros seres humanos en la región los cazaban regularmente, acelerando su extinción.
Corría el 1785 en las colonias españolas de América del Sur, cuando dirigiendo una obra a orillas del Río Luján, en lo que es hoy la provincia de Buenos Aires, Fray Manuel de Torres encontró el esqueleto prácticamente completo de un animal desconocido. Enterrados en el sedimento, los huesos se encontraban en buen estado de conservación, el trabajo correspondiente a su extracción demandó algún tiempo y llamó fuertemente la atención el tamaño que tenían.
Para que se apreciara la envergadura del espécimen, se montó el esqueleto en su posición original sobre un armazón de madera y así se convirtió en el primer resto fósil exhibido de esta forma. Por su tamaño fue llamado Megatherium Americanum (del griego: mega, grande y therion, bestia)
Su enorme cuerpo estaba cubierto de un espeso pelaje cuyo color variaba según la edad y el sexo. La estructura de su esqueleto era muy fuerte y gruesa con huesos más robustos que los de un elefante, patas traseras cortas, pies grandísimos y una cola de 50 centímetros. de diámetro en su nacimiento. La gran cabeza era pequeña en relación con el cuerpo.
Las mandíbulas eran poderosas, en cada maxilar carente de colmillos tenían 4 grandes molares desprovistos de esmalte por cada lado (un total de 16) y que eran de crecimiento continuo, o sea que crecían a medida que se desgastaban y tenían una caprichosa forma prismática. Con ellos era capaz de triturar ramas, frutos, hojas y flores al masticarlos, para extraerles los nutrientes. También utilizando las fuertes y grandes uñas, escarbaba la tierra en busca de raíces y tubérculos.
Habiendo tomado conocimiento de los restos enviados a Europa en 1788, Charles Darwin, en su visita a Argentina en 1833, observó similares características entre los armadillos (mamíferos conocidos en la zona como “mulita grande” o “tatú”) vivos y los extintos megaterios. En sus observaciones sugirió que los armadillos descendían de los megaterios, y utilizó este argumento como una de las claves determinantes para el desarrollo de su teoría de la evolución.
Al analizar los factores que condujeron a la desaparición del megaterio, los especialistas afirman que este proceso de extinción fue general para el conjunto de los megamamíferos americanos. La evolución favoreció la supervivencia de los animales de menor tamaño afirmando que en general, en todas las especies de vertebrados terrestres, el gigantismo fue la manifestación de una próxima decadencia.