“La iluminada de Esperanza”: el insólito
caso que congregó a miles de personas
El de Prudencia Ayres fue un episodio que conmovió a Esperanza y la región. En 1941, esta mujer de 34 años logró superar una enfermedad terminal, que la llevó a pesar 38 kilos. Según ella, fue “un milagro” que se produjo tras estar “en contacto con Dios”. Miles de personas se congregaron para conocer su testimonio.
“A Dios y la Virgen les debo la vida” afirmó Prudencia Ayres de Valenti, la “iluminada de Esperanza” durante sus prédicas ante la gente.
En el invierno de 1941 una noticia alteró la tranquila rutina de la ciudad de Esperanza y toda la región. Es que todos los indicios hacían pensar en un aparente milagro. Prudencia Ayres una mujer de apenas 34 años que padecía una enfermedad terminal, a quien todos los médicos le habían pronosticado poco tiempo de vida y que incluso tenía la extremaunción de un sacerdote católico, logró curarse y mejorar tras haber estado, según sus propias palabras, “en contacto con Dios”. En las semanas posteriores, luego de una amplia cobertura mediática, convocó a miles de fieles tanto en Esperanza como en Gálvez, que era su ciudad natal y en torno a la propia Basílica de Guadalupe.
Prudencia Ayres retratada en El Orden. Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda
Para encontrar el origen de la historia, hay que remontarse hasta 1928. Ese año a Prudencia, que era oriunda de la ciudad de Gálvez (departamento San Jerónimo) le diagnosticaron una úlcera de estómago de carácter canceroso. Debieron someterla a una operación y se vio obligada a permanecer en cama casi un año. Desde ese momento, las complicaciones no la abandonaron. En los años posteriores tuvieron que realizar tres nuevas intervenciones quirúrgicas.
En 1941 su estado de salud alcanzó tal fragilidad que su familia, compuesta por su esposo Antonio Valenti y sus hijos Gloria y Hugo decidieron trasladarla al Hospital Centenario de la ciudad de Rosario. Eso les demandó grandes sacrificios, ya que Valenti no era una persona adinerada, era empleado del Correo de Esperanza. Los médicos de esta institución no lograron revertir su estado, que empeoró poco a poco. Llegó a pesar 38 kilos, perdió su vista y parte de su capacidad de escucha. “Solo se la sorprendía, de vez en cuando, en sus fieles oraciones”, asegura Diario El Orden al narrar la historia.
A principios de julio de ese año, la trasladaron en ambulancia hasta su casa, pues los especialistas esperaban un desenlace trágico. Una vez en Esperanza, los familiares convocaron a un médico que estuvo de acuerdo con el diagnóstico de sus colegas. “Las pocas medicinas que ordenara este profesional las rechazó sistemáticamente. Su estado era más que lamentable y a pedido de Prudencia, fue llamado un sacerdote para que le administrara la extremaunción”, señala la crónica de El Orden. Cuando llegó el religioso, ocurrió algo inesperado.
Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda
¿Un milagro?
Según el relato de los testigos, que recoge Diario El Orden en su edición del 16 de julio, después de tomar lo que iba a ser su última comunión, Prudencia se incorporó en la cama en la que días antes apenas podía moverse. Y manifestó “que acababa de tener una visión que importaba la aparición de Nuestro Señor Jesucristo, quien la había escuchado en sus ruegos y le había concedido la gracia de vivir”. A partir de ese momento, el domicilio de Prudencia cambió por completo. Todas las personas que se habían acercado para esperar el fatal desenlace, ahora empezaban a divulgar por el barrio y la ciudad la noticia de su “violenta mejoría”.
Al día siguiente, fue llamado de nuevo el cura y Prudencia le pidió que le lavara los ojos con agua bendita, pues había pedido a Jesús la gracia de ver a sus familiares y solamente así lo conseguiría. “Apenas el sacerdote pasó el algodón por los ojos cegados por la enfermedad, Prudencia comenzó a dar grandes voces, a llorar a gritos y a llamar a cada una de las personas que la rodeaban para abrazarlas y besarlas”, afirma El Orden, haciéndose eco del relato de los familiares. Acto seguido, Prudencia pidió al sacerdote que le lavara los pies con agua bendita. Cuando esto se produjo la enferma, que hasta pocas horas antes apenas podía darse vuelta en la cama, caminó con seguridad.
Unos días después, por sus propios medios, se dirigió hasta la capilla del Hospital, para lo cual debió recorrer unas 16 cuadras. Ante el altar, levantó sus brazos, invocó a Jesús y cayó en éxtasis. Luego de esto, manifestó un “gran alivio espiritual” y visitó a las religiosas del lugar. Para entonces, en Esperanza, el aparente “milagro” estaba en boca de todos.
Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda
Un aparente llamado a predicar
Tras esta serie de hechos, un periodista de El Orden viajó a Espranza y entrevistó a Prudencia. La mujer relató sus vivencias. “Nuestro Señor Jesucristo se me apareció, en la misma forma en que acostumbramos a verlo en las imágenes. Me habló dulce pero imperativamente. Me anunció que sanaría mis males físicos, pero que debía dedicar el resto de mi vida a predicar, a ser su misionera, su ‘ministra’ en la Tierra”, afirmó, según reproduce el matutino.
El periodista consultó también al padre Germán Behrens, quien estaba administrando los Santos Sacramentos a Prudencia cuando adujo la presunta aparición divina. El sacerdote, debido al revuelo que había generado el caso, optó por ser discreto y no opinar sobre el asunto. Se limitó a confirmar que, efectivamente, en circunstancias a Prudencia en circunstancias de extrema gravedad, ella comenzó a hablar de su “visión de Nuestro Señor”.
Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda
Concurrencia de fieles
En los días siguientes, la gente de la región se dividió entre los incrédulos y los predispuestos a creer en la existencia de signos sobrenaturales. Lo cierto es que, el 17 de julio, la “iluminada de Esperanza” viajó a Gálvez, su ciudad natal y allí congregó a ocho mil personas. Oro en el altar de la iglesia de esa ciudad y predicó ante los fieles. “A Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen les debo la vida. He venido hoy a esta iglesia de mi ciudad para agradecerles la gracia que de ellos he recibido”, afirmó ante la multitud. Durante su visita, también visitó en el cementerio local las tumbas de sus parientes. También visitó la Basílica de Guadalupe de la ciudad de Santa Fe. En ese lugar, la esperaron unas 10.000 personas. Luego estuvo en el Colegio Salesiano.
En los artículos a los que se pudo acceder no queda saldada la duda respecto a la veracidad o no del milagro. El único dato que fue posible conseguir respecto a lo que siguió está registrado en el diario La Flecha de Tucumán, del 7 de octubre de 1941. Allí, ante la pregunta respecto a la postura de la Iglesia ante el caso, solo se registra que (según declaraciones de la propia Prudencia) una vez restablecida concurrió al Arzobispado de Santa Fe, donde cumplió el sacramento de la confesión con el propio prelado Monseñor Fasolino.