Recuperación del humedal: lo que el fuego se llevó
Un grupo de investigadores rosarinos realiza un monitoreo en la zona de islas luego de los incendios del 2020. El estudio alerta sobre la pérdida de fertilidad de los suelos.
Desde febrero de 2020, más de 300 mil hectáreas del Delta del Paraná fueron arrasadas por el fuego. El ecocidio afectó la flora, la fauna y la salud de la población de las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. Para medir el impacto de estos efectos a largo plazo y avanzar en la recuperación del humedal, un grupo de investigadores de la Facultad de Ciencias Agrarias realiza un monitoreo sobre la zona.
Néstor Di Leo, Sergio Montico y José Alberto Berardi forman parte de la Plataforma de Estudios Ambientales y Sostenibilidad (PEAS) de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), un espacio diseñado para canalizar demandas de la sociedad sobre problemáticas ambientales que provocan una alteración del bienestar, un riesgo para la salud o una amenaza para el desarrollo sostenible de la región. Desde ese lugar -mediante un GPS de alta precisión y utilizando técnicas específicas- relevaron 24 sitios afectados por incendios de diferente severidad, extrajeron muestras de suelos para ser analizadas en laboratorio y tomaron registros de su compactación.
El ingeniero agrónomo Néstor Di Leo adelantó a Mirador Provincial cuáles fueron los resultados preliminares del estudio, que alertan sobre el daño generado en estos ecosistemas.
-¿Qué datos arrojó el relevamiento que vienen realizando?
-El objetivo del relevamiento es conocer de manera precisa el impacto del fuego en los suelos del humedal del delta del río Paraná y su evolución en el tiempo. Los efectos del fuego en la vegetación y en la fauna se aprecian o perciben de manera directa mediante imágenes muy elocuentes, pero lo que le pasa al suelo es mucho más difícil de apreciar.
Justamente, hemos encontrado que el impacto en los suelos es alto respecto de lo que suponíamos previamente. Los suelos quemados quedan con mayores niveles de compactación con lo cual tienen menos capacidad para infiltrar agua. También se verificaron fuertes pérdidas de materia orgánica y del nutriente fósforo, entre otros elementos. Todas estas situaciones implican una disminución de la fertilidad, con el consiguiente retardo en la restauración de las funciones ecosistémicas del humedal.
“Uno de los efectos de los incendios es que se ‘quema’ parte de la materia orgánica, componente vital que determina la acidez, la estructura física, las funciones de reserva de nutrientes y actividad biológica del suelo”.
-¿Qué impacto tienen estos efectos en el ambiente y qué implica para la salud de la población?
-Uno de los efectos de los incendios es que se “quema” parte de la materia orgánica, componente vital que determina la acidez, la estructura física, las funciones de reserva de nutrientes y actividad biológica del suelo. Estos factores están dinámicamente relacionados. Por ejemplo, y entre otros efectos, la disminución de la materia orgánica de los suelos facilita la pérdida de porosidad. Esto altera la infiltración de agua y la forma en la que se almacena, y dificulta la aireación y la actividad de las raíces de las plantas. Todo esto conspira contra la compleja actividad biológica que alberga, modificándola profundamente. Así el suelo no “funciona” de manera correcta y pierde capacidad para sostener su biodiversidad.
También se pierden nutrientes y, con ello, disminuye la fertilidad, característica que cuesta mucho recomponer en estos ambientes. Perder, por ejemplo, nitrógeno y fósforo significa tener menos recursos para reponerse luego del incendio, ya que estos nutrientes son muy necesarios para las plantas y para el suelo mismo. Otros efectos derivados de las quemas son las modificaciones en los minerales del suelo, transformando el equilibrio interno y aumentado su inestabilidad.
Respecto del impacto en la salud de la población, podríamos afirmar que los efectos se “suman” a los que genera la combustión de la biomasa vegetal. La combustión de la materia orgánica implica una muy relevante disminución de carbono almacenado en el suelo, que se transforma en una emisión de dióxido de carbono equivalente a 16 toneladas por hectárea. Esto va a la atmósfera y se suma a lo que fue liberado por la vegetación quemada, por lo que tanto los suelos como la vegetación del humedal vieron afectados sus roles como sumideros.
-¿Es posible revertir estos efectos?
-En plazos cortos no es posible. Los procesos biológicos asociados a la materia orgánica requieren de tiempos largos para su restauración. Todo esto también es muy dependiente de la dinámica del mismo humedal, ya que si se producen situaciones de crecientes esporádicas y/o lluvias que favorezcan el restablecimiento de la vegetación, los plazos tenderán a acortarse, pero siempre considerando períodos largos de tiempo. Nuestro plan de trabajo, además del relevamiento de esta situación inicial cuyos resultados estamos mostrando, implica el monitoreo de estas variables cada 6 meses para tener la información precisa y completa sobre esta evolución.
-¿Qué medidas son necesarias para la preservación de los suelos?
-Lamentablemente y a nivel general, los suelos en la Argentina no son cuidados de manera adecuada en casi ninguna región. Se verifican procesos de degradación importantes generados por la pérdida de materia orgánica por rotaciones de cultivos inadecuadas, altos niveles de erosión hídrica y eólica, compactación y pérdida de capacidades de infiltración, entre otros. Serían necesarias políticas activas de conservación y manejo de los suelos. En otros países de la región se ha avanzado mucho, lo cual no ha ocurrido todavía en nuestro país.
Específicamente, los suelos de islas que conforman el humedal del Delta del Paraná son diferentes a los pampeanos, ya que se conforman con sedimentos que el agua va depositando a lo largo del tiempo. Por ello son muy particulares y frágiles frente a la agresión del fuego. La preservación pasa entonces por evitar nuevos incendios, aunque también colaboraría en la recuperación si no se generan situaciones de sobrepastoreo o pisoteo excesivo por parte del ganado vacuno. En un ambiente sensible, como lo es un humedal, todas las actividades deben realizarse en el marco de buenas prácticas, o directamente constituirse en reservas.
Gentileza
Foto: Gentileza
-Desde los incendios del 2020 en adelante, ¿cómo viene asistiendo el Estado a la situación?
-Se habla de la constitución de los denominados “faros de conservación” en varios lugares, también de la ampliación de Parques Nacionales y algunos parques y reservas de jurisdicción provincial y municipal. Esperemos que estas situaciones se vayan concretando en los menores plazos posibles. Desde la UNR estamos firmemente abocados a apoyar todas estas iniciativas en lo que esté a nuestro alcance.
Más allá de lo anterior, creemos que el Poder Judicial tiene que comprometerse más con esta situación. Debería actuar con mayor contundencia y celeridad frente a este y a otros delitos ambientales que han sucedido en 2020, cuyas consecuencias son muy graves a todo nivel. Si no se persigue y castiga este tipo de delitos, es de esperar que el ecocidio que vimos se reitere en mayor o menor grado. Al momento, las condiciones predisponentes para esto se están haciendo presentes en este año 2021. Hay que evitar por todos los medios que se repitan.