Juan Manuel Speerli | region@ellitoral.com
Juan Manuel Speerli | region@ellitoral.com
Dicen que la buena tinta no se borra jamás. Que todos se pasan la vidabuscando historias que queden para siempre. Lo mismo sucede con los tatuajes, lo que alguien quiere hacer perdurable está al alcance de esa “buena tinta” que pinte los cuerpos hasta que no haya más vida. Quien tatúa vive dos procesos: el de quien busca plasmar en la piel alguna de esas historias y el personal, el desafío de poder lograrlo y sentirse parte de ese camino. Su sueño es dejar un tatuaje en cada provincia que visite. Ya lo logró en algunas. Martín Persichetti, tatuador oriundo de María Teresa que junto a su mujer Antonela, se instalaron en Villa Cañás hace un año y medio, pasa sus días trabajando para cumplir con ese objetivo. A sus 31 años, quiere dejar listo un colectivo propio para recorrer el país dejando su marca en cada una de las provincias argentinas.
“La pandemia postergó ese sueño por cuestiones económicas pero a la vez me abrió la puerta para potenciar mi trabajo por esa necesidad de mucha gente que se decidió a tatuarse quebrando miedos e inseguridades”, cuenta el dueño de Buena Tinta, un emprendimiento que crece día a día al ritmo de la elección de adolescentes, jóvenes y adultos de tatuarse cosas que representen algo importante en sus vidas.
Martín llegó “con lo puesto” a Villa Cañás, motivado por la demanda laboral y además por soltar ese lugar que lo tenía atado e incómodo. “Nunca tuve miedo a cambiar y por suerte la respuesta de la gente fue inmediata. Pasado el sofocón que implicó estar encerrados por la pandemia, se abrió un mundo que no imaginaba. Empecé a recibir mensajes todos los días de gente que quería tatuarse. Fue como una especie de liberación, de encontrar en un tatuaje una respuesta a toda esa energía contenida”.
Hace 11 años que se dedica a esta actividad y este último tiempo llegó a dar turnos de sesiones a dos meses debido a la gran demanda. Cuenta que la gente -en ese proceso de transformación generado por la pandemia- eligió tatuarse mucho más, incluso pidiendo diseños más grandes y ambiciosos. “Empezaron a llegar clientes mayores de 40 años que decían que siempre se quisieron tatuar pero no se animaban. Hace poco, uno de ellos se tatuó por primera vez y me contó que a partir de allí sintió que se había liberado por un montón de cosas que lo atormentaban en su vida personal, como si hubiera cambiado el chip. Escuchar eso fue muy groso”, detalla Martín, que por todo septiembre no tiene más turnos.
En enero se van a cumplir dos años de su llegada a Villa Cañás, localidad desde donde recibe clientes de toda la zona incluso del norte de la provincia de Buenos Aires. Los diseños son muy variados en cuento al tipo y al tamaño, aunque siempre le gustó dedicarse más a lo tradicional y lo neo tradicional, una mezcla de estilos que según el diseño tienen mayor o menor complejidad. Según su testimonio, en cuanto al tamaño la gente comenzó a animarse a tatuarse no solo varios tatuajes –“cuando se hacen uno no paran más- sino que tomó preponderancia el gran tamaño elegido de muchos de los diseños: “Hace poco logré cerrar algo que tenía pendiente que fue concretar una espalda completa de manera muy libre.
Me movilizó y muchos me empezaron a pedir cosas más grandes y a confiar más en mi trabajo. Esa espalda me llevó entre 20 y 25 horas con sesiones de 4 horas”, relata quien exhibe sus creaciones en su cuenta de Instagram @martinpersichetti. En este sentido, reconoce el enorme boom que generaron las redes sociales: “La gente consume todo lo de las redes y se da cuenta que también lo puede hacer. Incluso muchos adolescentes a quienes los padres los apoyan y los acompañan. Ven un jugador de fútbol o alguna personalidad importante con uno o varios tatuajes y después quieren hacerse lo mismo, entonces ahí está el valor de las redes y el impacto que tiene para mi laburo ya que es increíble esa influencia”.
“Lo del colectivo es mi proyecto más grande. Quiero terminar de restaurarlo y sacarlo de viaje con una sala de tatuaje itinerante arriba y recorrer el país. Me gustaría arrancar por el sur porque el norte ya lo hicimos durante dos meses en auto con una casilla”, explica el oriundo de María Teresa, que a junto su mujer, ya dejaron su marca en Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy y Córdoba.
El colectivo “está parado” debido a la pandemia y porque surgieron otros proyectos personales que le implican tiempo y dinero. Por eso, apenas puedan culminarlos, emprenderán esa aventura. “Me gusta moverme. Nunca tuve miedo de cambiar y animarme a otros desafíos. Aprendí mucho y me di cuenta de que somos uno más, de que no es fácil llegar a un lugar y empezar a trabajar, pero si tenés claro el objetivo todo es posible. Acá no me conocía nadie pero ya me hice un nombre. Ahora quiero seguir viajando”, describe.
Un tatuaje puede representar animarse a dejar escapar cosas escondidas, parte importante de nuestras historias y dejarlas fluir. Como un viaje, una aventura en la que pueden producirse un sinfín de nuevas historias que le den aún más sentido a nuestra existencia.