Pablo Rodríguez
Abrió sus puertas en marzo del 2017 con el compromiso de continuar la proyección de la escuela primaria. Es la única en el sur santafesino. Luego hay una en Santa Fe capital y dos en Rosario. Funciona en pleno corazón del Barrio Santa Rosa. Su objetivo es formar jóvenes “libres”, creativos y comprometidos. Hoy su matrícula es de 31 alumnos.
Pablo Rodríguez
Para ingresar a la sala y ver cómo era el funcionamiento, hay que hacerlo sin calzado. Luego, amablemente te piden que solo te limites a observar, que no saludes ni distraigas al niño. De todos modos, ellos ni se alteran o se dan cuenta de que hay gente dentro de su sala. Ni siquiera ir con una cámara de fotos en la mano les genera curiosidad. Están concentrados en lo que hacen.
Primero nos enfocamos en los más grandecitos. En un rincón, una nena optó por dedicarles tiempo a unas figuras geométricas para ensamblar. Pero no estaba sola, una docente la observaba y acompañaba. Casi sin intervenir. La dejaba que por su cuenta investigue. Igual que otra compañera, que estaba unos metros más adelante pintando sobre un bastidor lo que le “nacía” de adentro. O lo que tenía ganas en ese momento.
Nos dicen que ellos eligen con qué elementos van a “trabajar”. Sí, trabajar. Así lo entienden. No es un juego. Y cuando se “cansan” o aburren, optan por investigar o aprender otra cosa. También están los que meriendan y que cuando terminan, acomodan y lavan lo que ensucian.
O los que agarran las escobitas y palitas (también hay mesitas, sillitas, inodoritos, todo a la medida de ellos) y ayudan a sus compañeros a terminar de ordenar. No hay gritos, ni chicos corriendo o saltando. Menos todavía situaciones de golpes, llanto o berrinche.
Hay dos ambientes. Los más grandes por un lado y los chiquitos (caminantes) en otro. Las profesoras los invitan a sentarse sobre la línea que forma una elipse. Todos quietitos y atentos escuchan la historia que había para contar.
Esto, es un pequeño fragmento de la vida diaria del mundo Montessori. Y está en Venado Tuerto desde hace un año.
Más de 100 años de tradición
El método Montessori es un modelo educativo ideado por la educadora y médico italiana Maria Montessori a finales del siglo XIX y principios del XX. Se caracteriza por proveer un ambiente preparado: ordenado, estético, simple, real, donde cada elemento tiene su razón de ser en el desarrollo de los niños. El aula Montessori integra edades agrupadas en períodos de 3 años, lo que promueve naturalmente la socialización, el respeto y la solidaridad.
El ambiente preparado ofrece al niño oportunidades para comprometerse en un trabajo interesante, elegido libremente, que propicia prolongados períodos de concentración que no deben ser interrumpidos. La libertad se desarrolla dentro de límites claros que permite a los niños convivir en la pequeña sociedad del aula.
Los niños trabajan con materiales concretos científicamente diseñados, que brindan las llaves para explorar el mundo y para desarrollar habilidades cognitivas básicas. Están diseñados para que el niño pueda reconocer el error por sí mismo y hacerse responsable del propio aprendizaje.
El adulto es un observador y un guía; ayuda y estimula al niño en todos sus esfuerzos. Le permite actuar, querer y pensar por sí mismo, ayudándolo a desarrollar confianza y disciplina interior. La educación Montessori cubre todos los períodos educativos desde el nacimiento hasta los 18 años brindando un currículo integrado.
Enseñar, con otra mirada
El caso del Venado, es de una fundación sin fines de lucro, que se hace cargo de los sueldos de los docentes y del mantenimiento de la institución solo con la cuota que abonan los padres mensualmente. Una de las fundadoras en Venado, es Mariana Cash.
Explicó que la institución cuenta con dos ambientes preparados. Uno denominado “Comunidad Infantil”, donde asisten niños de un año a tres, cuya única condición es que sean caminantes. Si usan pañales o chupetes, es lo de menos. Tienen dos docentes a cargo en este sector, donde hay 10 chicos.
Luego está el espacio conocido como “Casa de Niños”, donde hay 21, que es un ambiente de tres años a seis. También cuentan con dos docentes a cargo. Y hay una directora para ambos ambientes.
La idea en el 2019 de implementar “Taller 1”, que comprende primaria (1º, 2º y 3º grado), en un edificio propio. Mariana, asegura que los chicos de hoy vienen con información y procesos evolutivos internos “diferentes” al que tuvieron los adultos de hoy. “Absorben un montón de cosas. En mi caso fue mi nieta quien despertó esa idea de ayudarla o acompañarla para ser una mejor persona”.
Rescató el hecho de que haya mucha disciplina, pero “sin condicionamientos” para que los niños se sientan libres, independientes y únicos: “Es una filosofía de vida. Comencé un proceso interno hace muchos años cuando estudié la carrera de ‘counseling’, que es un desarrollo personal. Para poder escuchar a los otros hay que formarse, saber, mirar a los ojos, entender que cada uno es un ser único e irrepetible”.
Durante ese proceso nació Olivia, su nieta, su “puerta” hacia su interior y hacia la niña chiquita que fue ella alguna vez. “Quise que todos los niños que puedan acceder a este tipo de educación lo puedan experimentar. Educar tiene que ser en libertad, pero para eso hace falta disciplina. Ojalá se copie e imite. Hay niños que necesitan de nuestra mirada adulta pero respetuosa”, amplió.
En defensa de la educación
Adriana Ratero, es docente y otro de los pilares del jardín venadense. Conoció a Mariana casi por casualidad y decidieron juntas emprender el proyecto. Se capacitaron en Santa Fe. Y hoy avanzan con ésta propuesta para la ciudad.
“Soy amante y fanática de la educación. Me encanta. Veo todos los días como esto me atrapa, va progresando y los chicos se van encantando y maravillando”, aseguró. Al igual que Mariana, tiene a su nieta de tres años en el jardín y también ve los progresos. “Noto la libertad, independencia, autonomía, confianza y autoestima que ganan con esta metodología”. Y remarcó: “No volvería a dar clases con métodos tradicionales. Todo es bueno, todo aporta”, pero conociendo esto no “retrocedería”.
Finalmente, valoró la motivación diaria que le genera ir a trabajar, porque ve que los chicos dentro de su independencia, límites, autoridad, respeto y solidaridad, “trabajan como les gusta y en lo que les gusta, respetando al otro, los límites del ambiente y a los adultos”.