El coraje, la curiosidad y el amor de una joven santafesina por la naturaleza, fueron la combinación justa para que una ballena jorobada que se encontraba entre los cabos de una trampa de centollas en el Canal de Beagle (Ushuaia), recuperara la libertad. Se trata de Paulina Agostini de 16 años, oriunda de la localidad de Carreras, en el departamento General López.
La chica, que hoy cursa el quinto año en el colegio secundario de esa población de dos mil habitantes, que estaba de viaje en el sur argentino para sumar experiencia en el buceo profesional. Es que su sueño el año entrante, es estudiar Biología Marina en el “fin del mundo” y parte de las herramientas que va a necesitar en el futuro tienen que ver con ganar habilidades en el fondo del mar. Por eso recorrió los 3300 kilómetros que separan a su pueblo de la parte más austral del planeta, aprovechando que el entrenamiento bajo las aguas para esta época del año se da en un contexto de mayor visibilidad. Parte de esa ventaja tiene que ver con que haya podido dar con el ballenato en problemas.
D.R.
Paulina Agostini - Foto: El Litoral
En su casa, Paulina contó a El Litoral que la reprogramación de su regreso a Santa Fe le permitió pasar unas horas más en el agua. Llevaba diez días entrenándose y, a 24 horas, de abandonar la Patagonia dio con el cetáceo.
Gentileza Paulina Agostini
Foto: Gentileza Paulina Agostini
Mar adentro
Para llegar al lugar, tuvieron que viajar 45 minutos mar adentro. Ese día no había viento y el mar subantártico -según contó- era una “laguna”. Acompañándola, estaba el instructor Carlos Giuggia, que desde 1989 brinda cursos de buceo e integra la Asociación Fueguina de Actividades Subacuáticas y Naúticas (AFASyN). “Fuimos hasta una isla porque siempre hacemos dos entradas al agua. En la segunda fue que a lo lejos vi el lomo de la ballena y el chorro de agua cuando respira”, recordó. Según explicó, en esos días la actividad de las ballenas era frecuente en la zona porque son acorraladas por las orcas y se refugian en las aguas del canal para no ser atacadas.
“El instructor me pidió que me ponga las aletas, el snorkel y grabe con una cámara. Bajé y la ballena se me acercó. Me acuerdo de su ojo al lado mío. Y cuando se alejó un poco vi que tenía una soga en la boca. Le pedí a Carlos (Giuggia) un cuchillo para bajar y tratar de liberar a la ballena, pero no me dejó por los riesgos”, explicó. Justo después, el viento empezó a agitar las aguas por lo que avisar a la Prefectura sobre la situación no fue posible. De hecho, ellos tuvieron que regresar y una misión que se empezó a armar por Whatsapp para la liberación de la ballena se postergó por 24 horas.
Gentileza Paulina Agostini
Foto: Gentileza Paulina Agostini
Salvarle la vida
Paulina describe haber visto a un animal “cansado” y casi “entregado” por no poder liberarse. Y no está errada su idea, ya que la soga de pesca que se usa para atrapar a las centollas tiene extensiones considerables y, con la cantidad de cajones que se le colocan, se convierte en una trampa mortal. Incluso la ballena de tanto tironear para soltarse se había hecho un bozal con la soga. “Cuando la pudieron liberar, la siguieron hasta que salió del canal y vieron que al alejarse se juntó con un grupo de ballenas que parecía que la estaban esperando. Fue emocionante”, agregó.
La adolescente, reconoció que en ningún momento sintió miedo por la cercanía, algo que quedó registrado en el video que ella misma filmó: “Nunca había buceado con una ballena al lado. Por eso creo que me dio pena y tristeza verla así. Cuando volví a mi casa lo hice llorando, porque no podía hacer nada para sacarla. Aunque si ese día no hubiéramos estado buceando no la hubiesen podido rescatar”.
Gentileza Paulina Agostini
Foto: Gentileza Paulina Agostini
De pequeña
Paulina encontró su pasión por el mar, el agua y los animales a los diez años. “De chiquita me la pasaba mirando programas de ciencia. Insistía a mi mama que quería aprender a bucear y la primera vez que lo hice fue en el bautismo de mi primo, en un lago en Villa Pehueña (Neuquén). Ahí empezó todo”.
Luego, se puso como meta ser bióloga marina y en ese camino se encuentra: “Los únicos lugares donde se puede seguir la carrera es en Ushuaia y en Puerto Madryn”, destacó, aunque aclaró que la formación es más extensa y perfilada a sus necesidades en Ushuaia. “Me gustan todos los animales, en especial los marinos. Quiero estudiarlos y meterme en la ciencia. Su salud me importa, cuidarlos y cuidar al planeta”, agregó. Y cerró: “Me gustaría bucear con tiburones en el futuro”.