Apenas conocido el alcance del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, surgieron interrogantes acerca de la manera en que las personas mayores podrían sobrellevar la falta de contacto con sus afectos, o las niñas y niños la ausencia de socialización con sus pares. O cómo sería posible la convivencia en entornos familiares conflictivos o directamente violentos. La urgencia, por entonces, fue preservar a la población de un virus cuyo comportamiento era desconocido pero sus efectos podían ser graves. Con el tiempo, se puso el foco en un aspecto que había quedado en segundo plano: la salud mental, y su atención fue incluida entre las actividades esenciales.
"Cuando las decisiones son tajantes lo que prima es el cuerpo, las medidas organicistas, positivistas, y el resto parece que puede esperar como si fueran una decoración o un cosmético. Me parece que ahora estamos viendo en los consultorios el impacto de distintas alternativas subjetivas", afirma la psicóloga Marisa Mántaras.
- ¿Cómo se manifiesta ese impacto?
- Han habido muchas pérdidas, no solamente las relacionadas con la vida, por enfermedades y fallecimientos, sino también las que tienen que ver con la cotidianeidad, las referencias simbólicas, los trabajos, el dinero. Y es muy difícil tramitarlas mientras la vorágine continúa y nos tenemos que seguir cuidando. Pero, sin dudas, fue excluyente la pérdida de seres queridos y la demora en proponer medidas de acompañamiento para pacientes y familiares.
Las medidas de aislamiento reforzaron dos cuestiones que, en salud mental, son bastante generales: por un lado, los conflictos interpersonales para quienes estaban obligados a convivir sin esos "pulmones" y "amortiguadores" que significan la actividad cotidiana, la escuela, el yoga o el gimnasio, por decir algunos, Las personas que convivían con conflictos latentes, más o menos reprimidos o actualizados, la pasaron bastante mal.
Además, en salud mental hay un sobrediagnóstico de autismo, pero es cierto que hay personas que tienen dificultades con el lazo social o para incorporarse a la sociedad y estar con otros; y el aislamiento lo potenció. Ocurrió tanto en adolescentes como en personas de mediana edad con trastornos obsesivos que el aislamiento pudo haber recrudecido.
- ¿Es posible que en algunas personas haya quedado miedo de volver a la nueva normalidad, sea cual fuera la que nos toca en adelante?
- La normalidad fue una de las pérdidas y la incertidumbre es algo que el psiquismo humano no tolera: nos aferramos desesperadamente a lo desconocido aunque no sea satisfactorio porque nos cuesta cambiar. Y cuando el cambio no se vislumbra bien y no se sabe dónde se va a configurar, los mojones simbólicos imaginarios que nos permiten organizar la realidad se van perdiendo.
La evidencia empírica más próxima es el regreso de los chicos a la escuela: no hacemos las mismas cosas ni de la misma manera. También hay un duelo que enfrentar como sociedad porque las cosas no van a ser como las habíamos dejado en 2019 y todo eso produce temor, incertidumbre y angustia. Después hay miedo al contagio: muchas de las medidas preventivas se fundamentaron en el temor y, en el campo de la salud mental, ese es un error. No hablo expresamente de las autoridades pero en el momento en que el Aspo tuvo consenso fue cuando estábamos asustados. Pero después el miedo produce lo que estamos viendo: la negación, en algunos casos casi maníaca, o el regreso a los mismos hábitos que se tenían cuando ese temor pasa.
Sin embargo, la idea de cuidado, protección y solidaridad es que cuanto mejor estemos todos, mejor vamos a estar como sociedad y más rápido vamos a poder recuperarnos.
Por otro lado, las actividades esenciales quedaron reducidas a la supervivencia y la producción: básicamente había que trabajar, y todas las medidas que tenían que ver con la recreación y la cultura quedaron seriamente perturbadas. Eso produjo una sobreexigencia: salíamos a trabajar, a responder a las actividades de supervivencia pero no teníamos cómo recrearnos, como revitalizarnos y conectarnos con otra actividad para salir de ese permanente "fragor" del cuidado.
Ojalá esta experiencia nos ayude a pensar desde otra perspectiva para establecer cuáles son las actividades superfluas y cuáles las esenciales.
- La normalidad que conocíamos no va a volver, ¿cuánto tiempo puede transcurrir antes de superar el impacto que produjo la pandemia en la salud mental?
- No podemos predecir una cronología o un tiempo contable. En Santa Fe tenemos el hito histórico de las inundaciones que marcó un antes y un después en la sociedad y en los imaginarios colectivos; varios años después había pequeñas réplicas subjetivas de las narrativas que se construían de forma colectiva. Creo que ahora va a pasar lo mismo.
- Que comencemos a asimilar que el mundo no va a volver a ser el que era, ¿puede ser un paso adelante hacia la recuperación?
- Por dolorosa que sea, la aceptación de cualquier diagnóstico situacional complejo siempre es un paso adelante. Lo peor que nos puede pasar es negarnos y en eso, como argentinos, tenemos cierta predisposición. A posteriori la cuestión va a ser cómo será (esa nueva normalidad) pero eso no está definido y no tenemos muy claro hacia dónde vamos. Lo más importante es pensar que todos somos responsables de los cuidarnos y no solo las autoridades de turno o los gobiernos. Aspiro a que generemos más conciencia acerca de cómo cuidamos el ambiente; también que abordemos la salud desde la prevención. Y que podamos transmitir el mensaje de que la salud está en manos de todos.
- ¿Cómo podemos aportar desde los medios para no sumar angustia a la esta situación?
- Los medios podrían aportar un montón contando las cosas desde otra perspectiva. Pertenezco a un equipo de una radio comunitaria que transmite desde el Mira y López y lo primero que quisimos hacer fue contar las mismas cifras desde otro lugar: el bajo porcentaje de personas que debieron ser asistidas con respiración mecánica, la cantidad de gente que se recuperó.
Es importante que haya disminuido el uso de metáforas bélicas con las que no estuvimos de acuerdo desde un principio: "Se trata de vivir', diría el cantante, y no de pensar en una batalla perpetua, porque esa idea también ocasiona mucho estrés.