Lunes 28.6.2021
/Última actualización 19:08
Elena Obieta es Médica Infectóloga, integrante de la Sociedad Argentina de Infectología (Sadi) y Jefa del servicio de enfermedades transmisibles y emergentes de la Municipalidad de San Isidro. La charla con El Litoral transcurre en el final de la mañana hospitalaria, cuando los tiempos de atención, estudios y diagnósticos se aceleran. Aún así, se permite una pausa para recorrer la breve o eterna, según quien la observe o la padezca, trayectoria del Sida en nuestro país.
"En aquel momento pensábamos que era un parásito pero eran cuadros de una infección pulmonar que llevaba a los pacientes a una insuficiencia respiratoria asociada al tumor que se veía en la piel. Lo que tenían en común estos pacientes era que eran hombres que tenían sexo con hombres. Y a partir de ahí empezó todo", resume sobre lo que se supo 40 años atrás.
"Con el tiempo fuimos aprendiendo que tampoco habían sido los primeros (pacientes), porque había muestras del año '59 de gente en África que había tenido cuadros de deterioro del estado general e infecciones asociadas a defensas muy bajas; luego se vio que esas muestras eran positivas para el VIH".
-¿Cuándo se confirmó el primer caso en nuestro país?
-En la Argentina los primeros casos empezaron a notificarse a partir del año '85, '86 cuando todavía se hablaba de la "peste rosa". En el hospital Muñiz, el Dr. (Jorge) Benetucci fue el primero que describió un caso: era un paciente que tenía una infección diseminada por un hongo.
En mi caso, me recibí en el año 1987 y ya había reportes de cuadros de neumonía y deterioro del sistema inmunológico descripto. A mi primer paciente lo asistí en el año '88, cuando era residente de 1° año; ese paciente hizo que eligiera esta especialidad.
-Son 40 años y en la vida de una persona que padece la enfermedad es mucho tiempo, pero en un contexto histórico parece muy poco. ¿Qué pasó en estas cuatro décadas?
-Pasó un montón. Al principio, cuando les pedíamos los análisis, la serología a los pacientes y venían "positivos", teníamos la sensación de que les estábamos dando un certificado de defunción sin fecha, diferido. No contábamos con nada, ni siquiera AZT en el país cuando empezamos. Teníamos un antibiótico para mejorarles un poco, transitoriamente, el cuadro respiratorio. Pero el ciento por ciento de los pacientes que ingresaban a terapia intensiva a un respirador se nos morían.
Después apareció el AZT, que estaba "guardado" en un cajón de estudios oncológicos y gracias a la militancia de personas afectadas por el VIH se permitió su utilización de emergencia. Era la única droga que teníamos y posibilitó que muchísimos bebés nacieran sanos y sin VIH, porque prevenía la transmisión prenatal.
En este tiempo, todo ha evolucionado. En el año '94, '95 teníamos terapias muy agresivas, altamente eficaces pero con muchos eventos adversos; el paciente vivía para hacer su tratamiento, porque era un medicamento en ayunas, otro con el estómago lleno… Eran muchos comprimidos por día.
Hoy podemos tratar a los pacientes con una sola pastilla por día; podemos decirle a las personas que cuando controlan el virus, cuando lo tienen indetectable, no lo transmiten. Tenemos estrategias de prevención. Y eso no es poco.
-¿Cuáles son esas estrategias de prevención?
-Hay estrategias que se llaman profilaxis pre-exposición que han demostrado mucha utilidad y consiste en darle antirretrovirales a una población acotada y definida que tiene mucho riesgo. También se están estudiando otras estrategias como una inyección que tiene una cobertura de tres meses.
Así como el AZT para embarazadas en su momento nos cambió la vida, porque una mujer con VIH podía tener un hijo sano, ahora con estas estrategias de prevención -sumadas a otras-, podríamos pensar en un mundo libre de HIV.
-Es muy difícil en el ámbito del VIH. Por ejemplo, el virus de la Hepatitis A que tenemos en la Argentina es el mismo que está en Malasia, en Inglaterra, es decir que no muta. En cambio el VIH tiene mucha rapidez y facilidad para cambiar, entonces es muy difícil hacer una vacuna "talle único".
Mientras tanto, necesitamos que la gente se testee: no hay peor enemigo que el que no se conoce. En la Argentina, un 20% de las personas que tienen VIH no lo sabe, y tenemos hasta un 30% de diagnósticos tardíos.
-Decías al comienzo que elegiste la especialidad en Infectología a partir de un caso en particular.
-Era el año '88, una época de muchísima discriminación y temor. Yo, en cambio, quería abordar ese tema porque siempre me sedujo estar en ese lugar donde el resto no quería estar. Atendí a mi primer paciente con VIH que fue Federico Moura, del grupo de rock Virus, a quien amé profundamente y lo acompañé hasta que partió de este mundo. Aquello fue encontrarme en un lugar donde creía que me necesitaban y, después, la vida me demostró que estaba en el lugar indicado.
-Cuando surgió el Covid-19 y se habló de estigmatización y discriminación, muchos lo asimilaron a lo que ocurrió en su momento con quienes tenían Sida.
-Lo hablaba hace poco con otra persona que me decía que esto era como la pandemia de Sida, pero le dije que no. Porque por lo menos aquella lucha tenia la poesía de pelear porque no se discriminara, por los derechos y contra el estigma. Esta lucha (contra el coronavirus) ni siquiera te da esa opción.