Por el Dr. Hugo D. Valderrama
Médico neurólogo, Máster en Neurociencias (Mat. 5010).
Por el Dr. Hugo D. Valderrama
Médico neurólogo, Máster en Neurociencias (Mat. 5010).
Si está leyendo esta columna quizás esté preocupado por sus padres, abuelos o algún ser querido, del cual sospecha que alguna de sus funciones mentales cambió para mal. Si para usted es claro que no sólo se olvida por distracción, sino que los olvidos son cada vez más frecuentes y marcados, e incluso puede haberle advertido lo que observa, ¿por qué esa misma persona no está tan preocupada como usted por ella? ¿Por qué no consulta ella misma a un médico? Supongamos que es a usted a quien alguna persona cercana le dice que está preocupada, porque de manera evidente repite lo que dice o hace: ¿se quedaría tranquilo sin consultar, aún “sin gustarle ir a los médicos”?
Es muy probable que ese ser querido esta sufriendo de anosognosia, que es la incapacidad del cerebro para captar sus propias enfermedades. El contexto en que este síntoma se presenta más frecuente es en la enfermedad de Alzheimer y otras demencias. El término proviene del griego “a” prefijo de privativo, “nosos” de enfermedad, “gnosis” de conocimiento, o sea, “desconocimiento de la enfermedad”.
Como muchos síntomas, avanzan en las demencias de un gris claro a un negro. En mi consultorio suelo preguntar al paciente: del uno al diez, ¿qué puntaje le pondría a su memoria? Los familiares suelen llevarse una sorpresa cuando el paciente responde que se da a sí mismo una nota muy alta, luego de que terminan de presenciar como éste no puede recordar ninguna de tres simples palabras, como “pelota, bandera, árbol”, durante un par de minutos, lo que dura un test de memoria.
En cambio, al inicio de la anosognosia, cuando no es tan severa, el paciente puede sentir ansiedad y angustia frente a las alteraciones de las funciones mentales. Las detecta de manera parcial, incluso puede quejarse por fallar en determinadas tareas. Pero aún así, no puede darle la suficiente trascendencia como para tomar una acción al respecto.
La anosognosia se presenta generalmente cuando inicia la enfermedad de Alzheimer, es por ello que el paciente no llega solo al consultorio médico si padece de esta patología. Siempre es acompañado por un ser querido, que muchas veces le cuesta convencerlo de asistir a la consulta. Esto concuerda con el concepto mismo de demencia, que implica pérdida de autonomía frente a la alteración de la funciones mentales o cambios conductuales, producido por un daño neuronal progresivo.
Acá la pregunta básica que se puede estar realizando como familiar: ¿Cómo asisto a una persona que no quiere ser asistida, porque según ella no sufre de nada como para ser asistida? La respuesta debe ser brindada de forma individualizada y evolutiva a los síntomas, pero éstos son algunos conceptos básicos que deben tenerse en cuenta: hay que comprender que la anosognosia no es sinónimo de “negación”, en el cual la persona se niega a aceptar lo que esta padeciendo, sino que se trata de un daño concreto sobre las neuronas, que interpretan el estado de las propias capacidades; además, el tutor encargado, ya asesorado por especialistas, debe tomar todas las decisiones posibles para brindarle a ese ser —que esta perdiendo progresivamente la capacidad de cuidarse a sí mismo— dignidad y calidad de vida.
Muchas de esas decisiones no serán entendidas por la persona con demencia, anosognosia y otros síntomas cognitivos o conductuales. Cuando ello suceda, el tutor no debe insistir sobre la explicación al punto de generar mayor angustia y ansiedad, sino utilizar estrategias y estímulos distractores saludables, que desvíen la atención sobre otro foco.