Télam
Télam
Por Dr. Matias Iglicki (*)
En verano, estamos más expuestos a la radiación solar ya sea porque es época de vacaciones o porque disfrutamos más al aire libre, pero estas actividades deben realizarse con precaución porque el sol puede acarrear problemas oculares tan graves como los que suceden en la piel.
Bajo ningún concepto, se debe exponer la visión a la luz solar directa sin la protección adecuada de anteojos certificados contra los rayos ultravioletas (UV). El no uso de protección puede conducir al desarrollo de cataratas, maculopatía, pterigion (conocido como ojo del surfista, que es el crecimiento del tejido conjuntivo en la superficie del ojo), fotoqueratitis (inflamación de la córnea), conjuntivitis, tumores oculares y otras patologías.
Con frecuencia, en los comercios se venden anteojos que dicen ser aptos para proteger contra la radiación UV, si bien esto no es cierto. Un técnico óptico puede, de manera sencilla, determinar si es correcto o no. Por lo pronto, hay que desconfiar de los productos económicos y/o muy grotescos.
No menos importante es preservar los ojos si se utilizan camas solares dado que el riesgo es el mismo que el de exponerse directamente al sol.
Lo ideal es no comprar gafas sin antes consultar con el médico especialista en oftalmología, que recomendará la protección solar adecuada. Ésta no distingue entre grandes y chicos: todos deben cuidarse. Posiblemente, los más pequeños no estén tan expuestos si se encuentran bajo la supervisión de un mayor que pueda controlarlos, mientras que los adolescentes y adultos deberían usar anteojos ahumados, con filtros que bloqueen los rayos UVA y UVB.
Se aconseja que las gafas cubran toda el área de los ojos de manera tal de que los rayos tampoco puedan penetrar de costado. Además, se recomienda el uso de sombrero de ala ancha.
En días nublados, también hay que protegerse dado que la radiación UV puede atravesar las nubes. Hay que recordar que, habitualmente, nos quemamos incluso durante esos días.
Del otro lado del espectro electromagnético, en tanto, también está la amenaza de la radiación infrarroja cuyo daño es por acumulación. Si bien casi no se habla de estos rayos, la mitad de la luz solar que impacta en la piel es infrarroja y, sin protección, daña los párpados y los tejidos del ojo.
Está claro, entonces, que nunca hay que mirar directamente al sol, incluso, durante un eclipse, porque el riesgo de desarrollar una retinopatía es muy alto.
(*) Médico oftalmólogo, docente adscrito de Oftalmología, Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.