Si una enseñanza dejó el 2020, denominado a todas luces "el año de la pandemia" fue que los avances científicos se producen a velocidad de vértigo. A un año del primer caso de Covid-19 en el país, ya son tres las vacunas que se utilizan en la Argentina y también en la provincia de Santa Fe para inmunizar a distintas poblaciones.
Así, cuando nos habíamos acostumbrado a escribir y pronunciar el primer nombre, Sputnik V (del Laboratorio Gamaleya), cuyas primeras dosis llegaron en diciembre desde Rusia, pudimos sumar la Covishield, producto de la alianza Oxford-AstraZeneca y fabricada en India, y ya contamos con una tercera: Sinopharm, que proviene de China.
Las tres requieren de dos dosis para completar la inmunización, pero difieren en el plazo entre una y otra y en los requerimientos para su conservación. Además, en función de las aprobaciones obtenidas en la Anmat, se aplican a distintos grupos: la Sputnik V, que en un comienzo no estaba aprobada para mayores de 60, se destinó a la primera población objetivo que fue el personal de salud desde las "primeras líneas" o áreas más cercanas a la enfermedad (terapias, servicios de emergencia, laboratorios y personas encargadas de hisopados) para continuar luego con otros equipos sanitarios y ampliarlo a + 60, una vez que se obtuvo la aprobación para esa franja etaria.
Luego fue el turno de la Covishield que se aplicó a personas mayores; en primer lugar, a quienes residen en instituciones (geriátricos) y el personal de atención, y luego a mayores de 90 años, para continuar con mayores de 80, y de 70 en la medida en que se cuenta con nuevas dosis.
La última en desembarcar fue Sinopharm que no está recomendada aún para mayores de 60 y será destinada, desde las próximas horas, al personal docente.
Cada una requiere una logística particular, más o menos exigente según sus características. En el gráfico que acompaña esta nota se muestran cuáles son esas diferencias.