La tercera jornada del juicio al profesor de música Darío Céspedes tuvo como protagonistas a algunas mamás de exalumnos, al pediatra que atendió al niño y recomendó a su madre que radicara la denuncia por abuso sexual infantil y a las docentes del San Roque. Surgieron dos versiones muy distintas de qué pasaba con los niños en la institución.
El tribunal compuesto por los jueces Gustavo Urdiales, Pablo Ruiz Staiger y Rosana Carrara está a cargo del enjuiciamiento a Céspedes, acusado de haber sometido sexualmente a un alumno de preescolar en 2018 y haberlo vuelto a hacer al año siguiente, cuando el nene iba a primer grado.
El profesor se enfrenta a un pedido de pena de 16 años de prisión -en el caso de los fiscales Alejandra Del Río Ayala y Matías Broggi-, y de 20 años -por parte de las querellantes Carolina Walker Torres y Agustina Taboada-. Su defensa, a cargo de los abogados Sebastián Oroño e Ignacio Alfonso Garrone, pretende lograr la absolución de culpa y cargo.
Llanto, silencio y miradas esquivas
Las primeras en acudir a la sala de audiencias fueron las madres de exalumnos del jardín San Roque y de la escuela primaria perteneciente a la misma institución, algunos de los cuales eran compañeros del denunciante. Las mujeres se refirieron a los dichos de sus hijos acerca del acusado, al igual que lo habían hecho otras madres durante la segunda jornada del debate.
Una de ellas señaló que el docente de música le "hacía cosquillas" a su hija y que la nena le señaló la zona genital, otra que "el profe Darío le bajó la bombacha", otra que "era malo" y que su hijo hablaba de todos los docentes pero que al consultarle por el de música su humor cambiaba: miraba para abajo y se callaba. También se refirieron a situaciones en el baño del establecimiento educativo, y una de ellas manifestó que su hija había pasado meses con miedo de ingresar a ese lugar.
Una madre recordó que, tras los rumores de abuso, desde la dirección les habían dicho que no se podía hacer nada con el docente porque todavía no se había radicado una denuncia ante la justicia. Otra contó que en una ocasión fue a buscar a su hijo al jardín y se lo entregaron "hirviendo" de fiebre y orinado, con un fuerte olor: "Yo les dije que cómo no me iban a avisar para que lo retire y la maestra me dijo que no se había dado cuenta".
La mayoría indicó que sus hijos lloraba o hacía "berrinches" antes de entrar al jardín, que no querían ir y algunas señalaron que esto se incrementaba los días en que tenían música. También mencionaron que al cambiarlos de institución educativa ven a sus hijos más felices y sociables. Algunas buscaron asistencia psicológica para los menores, otras prefirieron evitar hablar del tema con sus hijos.
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En sus declaraciones, las docentes y auxiliares pintaron un panorama completamente distinto al presentado por las madres de sus exalumnos. Dijeron que a excepción de los primeros días de clase -durante la adaptación-, los chicos entraban contentos, que ninguno había manifestado no querer participar de las clases de música y que se iban felices.
En cuanto al niño denunciante señalaron que era sociable, participaba de las clases, era buen compañero, iba contento y era cariñoso, "súper tranquilo". Algo que no concuerda con la descripción realizada previamente por la familia del chico y su psicóloga.
Las educadoras, que asistieron al debate como testigos de la defensa, brindaron detalles de cómo se manejaban con los alumnos. Concretamente, señalaron que en el jardín no hay recreos, que a las clases especiales los niños asisten junto a sus maestras y que cuando estas deben retirarse quedan a cargo de las auxiliares.
Las clases de música se realizaban en el gimnasio del jardín, que se dividía con un biombo (estructura de madera de un metro y medio de alto) para achicar el espacio. Esa era "la casita del profe Darío". Una auxiliar dijo que la maestra se quedaba dentro del espacio delimitado por el biombo junto a los chicos, mientras que ella estaba del lado de afuera, y que si la maestra debía salir por alguna cuestión -cosa que rara vez sucedía- ella cuidaba a los chicos desde su lugar.
Para ir a la capilla -que se encuentra pegada al edificio donde están la escuela primaria y la secundaria- la maestra, la auxiliar y el docente de música trasladaban a los chicos en fila, cruzando la calle y luego atravesando el edificio; hacían lo mismo para regresar. En cuanto al baño, los llevaban en grupo y en un momento determinado, excepcionalmente si algún alumno lo necesitaba iba acompañado por la auxiliar.
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En cuanto a la escuela primaria, mencionaron que los accesos están siempre cerrados y hay que tocar timbre para ingresar, que en los recreos hay auxiliares controlando los baños para que los chicos no ingresen a jugar y que nadie puede retirarlos de clase. En ambos establecimientos los adultos tienen un baño aparte.
Ninguna de las testigos dijo haberse encontrado a Darío Céspedes en los baños de los menores, que haya retirado a algún alumno o haberlo visto merodeando en la escuela primaria. La docente de la sala de 5 dijo no recordar que los padres denunciantes le hubieran pedido una reunión porque su hijo lloraba al ingresar al jardín, lo que fue contrarrestado con una declaración previa.
La maestra de primer grado aseguró que en los recreos están muy atentas a los chicos, y la fiscalía le consultó si habían recibido quejas por parte de los padres por situaciones ocurridas sin que ellas se percataran. Cuando la testigo preguntó a qué se referían, le dieron dos ejemplos extraídos de las actas de la escuela: que un alumno le había bajado los pantalones a otro en el baño, y que un niño le había mostrado sus genitales a otro. La docente reconoció que esas situaciones habían sido informadas por padres, y que en el momento que ocurrieron no se habían dado cuenta.
"Descartar abuso"
El pediatra que atendió durante aproximadamente 2 o 3 años al niño también prestó declaración. Indicó que lo vio a finales de 2018, cuando estaba terminando el preescolar, porque la madre lo llevó con sospechas de un abuso sexual.
"No tengo mucha experiencia en abuso, es el primer chico que veo", señaló el médico que actualmente está jubilado. Notó "cuestiones que podrían tener que ver con la constipación", pero esto, sumado a los cambios conductuales expresados por la madre, le generaba dudas. Por eso le aconsejó que realizara la denuncia, para que lo examine alguien idóneo, y escribió en la historia médica del niño: "descartar abuso".
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