Redacción de El Litoral
Así lo revelaron los testigos que el domingo de Pascuas retuvieron a un delincuente. Este miércoles la Justicia le impuso prisión preventiva.
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El juez de la Investigación Penal Preparatoria, Luis Octavio Silva, dictó este miércoles por la tarde la prisión preventiva sin plazos para Martín Ezequiel Martínez, el joven de 20 años detenido el domingo de Pascuas, por el homicidio de Ariel Martín Castelló. La víctima, un arquitecto de 42 años, padre de familia y vecino de toda la vida de barrio Roma, recibió un disparo en la panza cuando salió en auxilio de una joven embarazada, que estaba siendo robada en la puerta de su casa.
La medida adoptada por la justicia, fue el resultado de una audiencia que duró 35 minutos, en la cual la fiscal de Homicidios, Cristina Ferraro, expuso la evidencia que consta en el legajo judicial en contra de Martínez.
Ante la presencia de varios medios de comunicación -no hubo familiares del imputado ni de la víctima en la sala-, la representante del Ministerio Público de la Acusación enumeró al juez los requisitos que fija la ley para el dictado de la medida cautelar de máxima, que es la prisión preventiva.
En flagrancia
Primero se enfocó en la responsabilidad de Martínez como autor de dos delitos. El más grave, el homicidio de Ariel Castelló, doblemente agravado por haber sido cometido para lograr la impunidad (criminis causae) y por el empleo de arma de fuego; y previamente una tentativa de “robo calificado por el empleo de arma de fuego apta para el disparo” en perjuicio de una mujer de 30 años, embarazada de 8 meses, a la que apoyó el caño de la pistola 9 mm en el vientre para obligarla a entregar la cartera y una mochila.
Para la fiscalía se encuentra acreditada la autoría de Martínez en ambos episodios delictivos, ocurridos pasadas las tres de la tarde del domingo 1 de abril, en Juan Díaz de Solís al 2500, en el barrio Roma.
Media docena de testigos directos identificaron al agresor que “mató para procurar su impunidad, luego de ser reducido y aprehendido en flagrancia” por los vecinos, dijo la fiscal. Para la Dra. Ferraro “no fue un forcejeo, ni fue un accidente” el modo en que se produjo el disparo que le quitó la vida a Castelló. Sino que “efectuó tres disparos”, dos de los cuales se perdieron sin dañar a otros vecinos, que en ese momento ya se agolpaban en la calle.
Acto de arrojo
Sin dudas fue la solidaridad de los vecinos lo que permitió atrapar a un ladrón que en solitario, en horas de la siesta de un día domingo, salió en su moto y armado a robar a personas indefensas. Fue sin dudas esa misma valentía que lo puso a Castelló en una encrucijada mortal, cuando salió de su casa junto con su cuñado -donde hacían la sobremesa en familia-, al escuchar los gritos desesperados de una mujer.
Tres hombres fueron los que redujeron a Martínez mientras intentaba encender la moto Yamaha YBR 125 c.c. en la que se conducía. El novio de la joven víctima, que dormía la siesta en un dormitorio del frente y fue el primero en escuchar el pedido de auxilio de su pareja y al salir lo derribó de la moto. A él le siguieron Castelló y su cuñado, que en medio de las maniobras para inmovilizarlo no se dieron cuenta que el muchacho llevaba un arma en la cintura.
Lo cierto es que todos coinciden en que Martínez disparó de frente, al cuerpo y a una cortísima distancia contra Castelló -no más de medio metro-, mientras los otros dos lo tomaban de los brazos. “¡Me pegó, me pegó!”, dijo Ariel a su cuñado mientras se desplomaba en plena calle. El hombre herido fue trasladado de urgencia al hospital Cullen, pero falleció minutos más tarde a causa de las lesiones ocasionadas por el proyectil.
Perpetua
Sólo por ese delito, la fiscalía adelantó que a la hora de llevar la causa a juicio pedirán la máxima pena, que es la prisión perpetua para Martínez. También hizo hincapié en la importancia de preservar a los testigos, para que puedan declarar libremente en un futuro juicio y que para ello el asesino debe permanecer privado de su libertad.
Por su parte, el abogado del Servicio Público de la Defensa Penal, Rodolfo Mingarini, consideró que no se encontraban dadas las circunstancias como para solicitar una alternativa a la prisión preventiva, por lo que ante la abultada evidencia aceptó la cautelar impuesta a su pupilo. Además, hizo saber al juez Silva del pedido de su defendido de no ser enviado a la cárcel de Coronda, donde al parecer ya cuenta con algunos enemigos.