Cada tanto las cárceles santafesinas “crujen” y de este modo exhiben de manera explícita un sistema penitenciario que hace gala de su inoperancia y anacronismo.
Los recientes estallidos en Coronda y Las Flores exponen una estructura que hace “agua” por todos lados.
Cada tanto las cárceles santafesinas “crujen” y de este modo exhiben de manera explícita un sistema penitenciario que hace gala de su inoperancia y anacronismo.
Los recientes estallidos que se dieron en los penales de Las Flores y de Coronda, hablan por sí solos y pusieron otra vez en escena la palabra “masacre” vinculada al mundo “tumbero”.
Así, los fantasmas de aquel Abril de 2005 cuando un grupo de internos de Coronda asesinó a 14 presos rosarinos, volvieron a atormentar la memoria de todos.
Durante la tarde del lunes los primeros chispazos llegaron procedentes de Coronda.
“Se pudrió todo… los presos salieron de sus celdas y están arriba de los techos del presidio”, decían los lugareños.
Y en sintonía con estos tiempos donde de lo único que se habla es de virus y contagio, la “propagación” no tardó en llegar hasta el penal de Las Flores donde se replicó la revuelta.
De inmediato también las redes sociales y los celulares de los santafesinos, estallaron con imágenes que eran transmitidas por los propios presos con sus modernos equipos de telefonía (otra muestra de la laxitud del S.P.)
Y ya que hablamos de celulares una versión asegura que lo ocurrido en los penales locales, responde a un plan elaborado desde una cárcel bonaerense y que fue transmitido a los presos de todo el país a través de un aceitado movimiento de comunicaciones por Whatsapp.
La idea de los presos era utilizar el pretexto de la pandemia para “colar” en el medio sus históricos reclamos de mejoras en las condiciones de detención.
En algunos establecimientos carcelarios los incidentes pudieron ser controlados a tiempo. Sin embargo en Santa Fe todo se “desmadró” rápidamente.
Vale recordar que hasta hace poco el Servicio Penitenciario pertenecía a la órbita del Ministerio de Seguridad.
Sin embargo el gobernador Omar Perotti, en una de sus primeras decisiones, ordenó que el S.P. pase a depender del Ministerio de Gobierno, Justicia, Derechos Humanos y Diversidad, y para ello designó a Esteban Borgonovo.
Pero quien debió comandar la reciente crisis lució por su ausencia. ¿Qué pasó? La explicación es poco menos que insólita. Es que Borgonovo cumple con el aislamiento obligatorio luego de haber ido a correr (en plena expansión del Covid 19) una maratón en Uruguay.
Así las cosas, ante el encierro obligado del ministro “runner”, quien tuvo que hacerse cargo de la situación fue el verborrágico Marcelo Saín.
Tras su encontronazo con los “chetos” ahora el ministro de Seguridad tuvo que vérselas con los líderes de la revuelta en Coronda; en su mayoría tenebrosos personajes vinculados a la barra brava del Club Colón.
En medio de las negociaciones adentro del presidio se daban intensos choques, que dejaron un saldo de un muerto y varios heridos.
Disparos, fuego y gritos en la cárcel de Las Flores
En este contexto se supo que una de las víctimas fatales fue Alen Montenegro, quien purga condena desde 2015 por homicidio. Pese a estar “enjaulado”, el nombrado jamás perdió contacto con lo más pesado de la hinchada “sabalera”.
Entre los presos heridos de Coronda figuran: Manuel Sarrudo; Lautaro Maldonado; Jonatan Martínez y Juan Bovino; todos con heridas de arma de fuego. El último de los nombrados su estado es de gravedad.
A su vez con golpes de diversa consideración debieron recibir asistencia médica los internos Eugenio Domínguez y Rodrigo Valdéz.
También desde Coronda fue trasladado el agente penitenciario Mariano Oroño, con un traumatismo en su cabeza
Fue una noche larga en Las Flores.
Ya entrada la madrugada del martes Saín y grupos especiales de la policía (TOE; GOE; CGI, entre otros) se instalaron para hacer frente a la crisis en el penal de Las Flores.
Aquí las cosas no fueron sencillas porque los internos prácticamente tenían dominado todo el penal. En ese lapso aprovecharon para saldar viejas cuestiones entre ellos a sangre y fuego.
Recién a las 3 de la mañana las fuerzas de seguridad pudieron acceder al presidio y se encontraron con un panorama aterrador.
Dos presos calcinados; otros dos que fueron asesinados a “chuzazos” y a golpes, y varios que quedaron heridos.
Los fallecidos resultaron ser Matías Gastón Crespo de 31 años; Andrés Ezequiel Behler de 23; Rolando Duarte de 60 (estos tres primeros estaban detenidos en el marco de investigaciones por delitos contra la integridad sexual) y Jonatan Exequiel Coria de 29 años.
Aquel histórico precepto constitucional de “cárceles sanas y limpias…” ha quedado sepultado no solo por el paso del tiempo, sino por ineptos funcionarios que jamás pudieron plasmar en la realidad ese objetivo.