Cuando Javier pensó en el nombre que llevaría su negocio, recurrió a una cita bíblica. Decidió entonces que su almacén se llamara Eben-ezer, que significa “Hasta acá nos ha ayudado el Señor”.
Los vecinos retuvieron a uno de los ladrones, un sujeto de 17 años. La víctima (22) fue llevado al Cullen con una lesión cortante en el tórax. Se encuentra fuera de peligro.
Cuando Javier pensó en el nombre que llevaría su negocio, recurrió a una cita bíblica. Decidió entonces que su almacén se llamara Eben-ezer, que significa “Hasta acá nos ha ayudado el Señor”.
Eran las 17,30 del miércoles cuando Javier se encontraba trabajando en su negocio de Primera Junta 3900, en el corazón de barrio Roma.
De repente una moto que estaciona y de la que bajan dos muchachos que ingresan al local. Ambos están con sus rostros descubiertos. Uno portaba un arma de fuego y el otro un cuchillo.
Sin mayores trámites uno de los rufianes encañonó al comerciante y bajo amenazas logró sustraerle su teléfono celular. Si bien su compinche ofició de “campana”, ninguno advirtió que Javier no estaba solo. Un empleado lo acompañaba detrás de las góndolas.
Segundos después ambos ladrones emprendían la retirada del lugar. Fue entonces cuando el empleado salió tras ellos y logró darle alcance a quien llevaba el revólver, con quien se trabó en lucha.
Pero la secuencia tuvo un giro dramático cuando el otro malviviente decidió intervenir en la gresca y asestó varias “puntazos” en la espalda del valiente trabajador.
Pese al ataque el empleado logró reducir al maleante (para esta altura ya contaba con la ayuda del comerciante y de varios vecinos que se sumaron a la pelea), mientras que el otro rufián logró darse a la fuga.
No fue fácil contener la ira de los vecinos y de ocasionales transeúntes que le propinaron una verdadera paliza al maleante, en una secuencia que rozó el linchamiento.
“En toda esta historia me tocó jugar dos papeles”, dijo Javier a El Litoral. “Por una lado fui víctima del robo y por otro tuve que defender al delincuente porque los vecinos lo querían matar. Yo les decía: ¡basta... no le peguen más!” Si no los paraba podía ocurrir lo peor”, reflexionó.
Poco después personal policial llegó a la escena y pudo poner algo de orden. Se procedió al traslado del delincuente como así al secuestro de un revólver calibre 32.
Ya en sede policial se estableció que la moto en que se movilizaban los rufianes había sido robada 24 horas antes en barrio Santa Rosa de Lima.
En cuanto al joven trabajador herido, fue llevado hasta el hospital Cullen donde permanece internado y, en principio, su vida no correría riesgo.
Por supuesto que lo ocurrido dejó sus consecuencias entre los damnificados.
“Este es el segundo robo que sufro en siete meses y ya no se puede seguir así. A partir de ahora voy a cerrar todo con rejas y tendré que atender detrás de la puerta”, señaló el comerciante.