La Justicia rosarina condenó a 26 años de prisión al hombre que mantuvo encerrada durante 23 años a su expareja en Rosario, quien durante el secuestro además padeció golpes, abusos sexuales y amenazas con arma de fuego.
La pena recayó sobre Oscar Alberto Racco, de 59 años, quien fue hallado culpable de privación ilegítima de la libertad, agravada por reducción a la servidumbre, y abuso sexual con acceso carnal agravado por el uso de armas.
La Justicia rosarina condenó a 26 años de prisión al hombre que mantuvo encerrada durante 23 años a su expareja en Rosario, quien durante el secuestro además padeció golpes, abusos sexuales y amenazas con arma de fuego.
"Me tocó vivir con un perverso que después de una golpiza me ponía un celular en la mano y me decía llamá al 144 a ver en qué te ayudan", dijo María Eugenia, víctima del abusador, minutos después de escuchar la sentencia.
Oscar Alberto Racco fue condenado este mediodía a cumplir 26 años de prisión al ser hallado culpable de privación ilegítima de la libertad, agravada por reducción a la servidumbre, y abuso sexual con acceso carnal agravado por el uso de armas.
La condena fue dictada en el Centro de Justicia Penal por el tribunal integrado por los jueces Nicolás Vico Gimena, Nicolás Foppiani y Rafael Coria.
En ese contexto, los jueces pidieron perdón a la víctima en nombre del Estado por no atender a tiempo las denuncias realizadas por la familia de la mujer, durante su cautiverio.
La fiscal de la oficina de Violencia de Género a cargo de la investigación del caso, Luciana Vallarella, manifestó su alegría porque “el tribunal pidió perdón y reconoció la responsabilidad como Estado por no haber atendido esta situación en las veces que la familia fue a pedir ayuda, con lo cual a raíz de las denuncias quedó abierta la posibilidad de una reparación hacia ella”.
En la misma línea, la profesional apuntó la importancia de que la Justicia “haya reconocido el delito de reducción a la servidumbre, porque tiene mucha fuerza simbólica para describir la situación de María Eugenia”.
Por su parte, la víctima pidió en declaraciones a la prensa “que no haya otra María Eugenia” y habló de la importancia de denunciar estos casos y de que el Estado brinde respuestas acordes.
“Que no piensen que todo queda en la nada porque a mí me tocó vivir con un perverso que después de una golpiza me ponía un celular en la mano y me decía ‘llamá al 144 a ver en qué te ayudan’. El miedo te come, pero hay ayuda", dijo la mujer que atravesó un verdadero calvario durante 23 años.
Además, se mostró emocionada, ya que con el fallo de hoy tiene “la sensación de haber encontrado Justicia y paz. Se cierra un ciclo, ojalá tengamos la paz que nos quitaron como familia”.
Es que cuando Racco raptó a la víctima, la mujer tenía un hijo de dos años con el que hasta recuperar su libertad había perdido contacto.
María Eugenia fue raptada el 6 de mayo de 1996 y obligada a permanecer en una casa ubicada en Santiago al 3500 (Barrio Cura), Rosario.
A su vez, se comprobó que, durante los 23 años de secuestro, Racco cometió reiterados abusos sexuales con acceso carnal contra la víctima, a quién también la amenazaba con un arma.
A esto se suma, que a raíz de la declaración de la mujer y testigos, se supo que el hombre sometía a la víctima distintas humillaciones.
De esta forma, se comprobó que el agresor decidió retirarle el DNI y cambiarle el nombre por Lucía, cortarle el pelo y obligarla a utilizar ropa masculina.
El calvario de María Eugenia, que fue raptada a sus 18 años, cuando inició una relación con su secuestrador, finalizó el pasado 8 de mayo de 2019, cuando ya era una mujer de 42 años.
Ese día, la víctima aprovechó un momento en el que su secuestrador bajó la guardia, y corrió hacia afuera de la casa, gritando y pidiendo un taxi.
En aquella oportunidad, la mujer relató lo sucedido: “Corrí por mi vida hasta bulevar Seguí, corrí media cuadra y para mí eran 100 kilómetros. Tomé un taxi hasta un surtidor de Italia y Pellegrini y busqué a una tía mía en la guía. La llamé y le dije que me ayude porque si no, para la noche estaba muerta”.
Por último, el hijo de María Eugenia, un joven que ya es adulto y que hoy acompañó a su madre durante la lectura de sentencia, explicó que cuando comenzó el secuestro “estaba apartado, no querían que me involucrara en esto. No entendía por qué no estaba, pensé que no la volvería a ver".
Es que durante la privación ilegítima de la libertad que sufrió la madre del joven, éste atravesó su infancia junto a sus abuelos, sin mucha información precisa sobre el terror que vivió su progenitora.
"Siento alivio porque la tengo de nuevo", concluyó el hijo de la mujer secuestrada.