El testigo clave que la fiscalía y la querella ubican como "la segunda víctima" en la escena del crimen de Marcelo Cabeza, aportó ayer un dato que abona una hipótesis de por qué le cortaron las manos al chofer de Salud de 49 años cuyo cuerpo apareció sin esas extremidades, calcinado en el interior de un Renault Clio en un descampado sobre calle Virrey Vertiz de Paraná la madrugada del 2 de febrero de este año.
Fuentes de la causa detallaron cómo sucedió el brutal crimen según el relato del testigo, que brindó su testimonio en Tribunales este miércoles, convocado por la fiscalía y la querella, ante la participación de las defensas vía remota.
Durante su relato, el testigo -que aquella noche del homicidio resultó baleado en el abdomen y asegura que luego fue amenazado por allegados a los presuntos autores- dijo que cuando él recibió el disparo y Cabeza ya estaba muerto, uno de los imputados, Matías Rodríguez, le dijo al otro, Alan Ávalos: "Vamos a cortarle los dedos para desbloquear el teléfono".
A partir de este supuesto diálogo que reconstruye el testigo, la querella que representa a la familia de Cabeza infiere que el corte de las manos fue para poder deshacerse del cadáver pero quedarse con las huellas digitales y así tratar de desactivar el sistema de seguridad del teléfono para luego poder venderlo, ya que los imputados habrían desconocido qué dedo específico había usado Cabeza para encriptar su teléfono mediante bloqueo dactilar.
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Siempre de acuerdo al relato del testigo, así fue el crimen: Cabeza estaba en la cocina de la casa de Rodríguez, en calle Gianelli de Paraná, mirando para afuera, hacia un patio a través de una ventana, con su teléfono en la mano. El testigo estaba armando un porro en la puerta límite entre el patio y la cocina-comedor. Ávalos y Rodríguez salieron de una habitación. Rodríguez, que portaba el arma, le efectuó un disparo al chofer de Salud desde atrás, en la zona de la nuca.
En ese momento, el testigo dice haber gritado que qué habían hecho, que él se iba "a la mierda". Entonces, Rodríguez dejó el arma porque estaba intentando desbloquear el teléfono sobre el cuerpo sin vida de Cabeza, y como no podía, lo golpeaba -según el testimonio-. Ávalos tomó la pistola y le disparó al testigo en el abdomen.
Como Rodríguez era amigo del testigo e incluso había sido él quien lo había ido a buscar esa noche, decidió asistirlo y lo llevó al Hospital San Martín en el auto de Cabeza. De acuerdo al relato, lo dejó en la entrada de la calle Carbó, momento en que le ordenó que inventase que había sido herido en un asalto.
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Según el testigo, cuando él salió con Rodríguez rumbo al hospital, Cabeza todavía tenía sus manos. De allí que la hipótesis que manejan hacia el interior de la causa no es la del corte de manos para torturar a la víctima, sino una amputación posmortem, algo que deberá confirmar o descartar el informe anatomopatológico de las extremidades.
Siguiendo esta línea de acontecimientos, para la querella y la fiscalía uno de los posibles móviles del crimen podría haber sido el de apropiarse de las pertenencias de Cabeza, entre ellas su teléfono, que los imputados podrían haber percibido como tecnológicamente avanzado y costoso.