Joaquín Fidalgo
jfidalgo@ellitoral.com
Quince días pasaron desde que los hermanos Lanatta y Schillaci huyeron de la penitenciaría de General Alvear.
Joaquín Fidalgo
jfidalgo@ellitoral.com
El 27 de diciembre del año pasado, en horas de la madrugada, desaparecieron como por arte de magia tres presos que cumplían una dura condena en un penal de máxima seguridad de General Alvear. A partir de entonces, comenzó una frenética persecución que va a quedar en la historia de nuestro país como una de las más espectaculares y que terminó en la zona costera santafesina.
Martín Lanatta, su hermano Christian y Víctor Schillaci habían sido sentenciados a cadena perpetua por un triple homicidio ocurrido en agosto de 2007, cuando fueron ejecutados a sangre fría, con manos y pies atados, Sebastián Forza, Leopoldo Bina y Damián Ferrón. Todo estaba vinculado con la llamada “mafia de los medicamentos” y el tráfico de efedrina.
Los hermanos Lanatta y Schillaci escaparon de la cárcel, eludiendo “fantasmalmente” todas las medidas de seguridad, y cuando se conoció la noticia todas las fuerzas del país se pusieron en alerta, mientras los medios de comunicación tomaban el tema como central.
Con una recompensa de 2 millones de pesos por cualquier información sobre los evadidos, centenares de denuncias llegaron a los teléfonos de emergencias, dificultando mucho más las tareas de búsqueda.
El 30 de diciembre, investigadores federales lograron establecer que los tres prófugos habían estado alojados por algunas horas en la casaquinta de un amigo de Schillaci, “El Faraón” Melnyk, quien terminó preso por encubrimiento.
Poco después, en horas de la madrugada del día siguiente, los buscados fueron parados por un control policial en la localidad bonaerense de Ranchos. Allí, directamente bajaron de la camioneta en que se movían y dispararon sobre los uniformados, sin darles tiempo a nada. En el lugar dejaron heridos a los dos agentes, uno de ellos en grave estado, y volvieron a esfumarse.
El primer día del año, trascendió la noticia de que Christian Lanatta había “visitado” dos veces la casa de su ex suegra (en Berazategui). Esta mujer -que también fue arrestada- denunció que el delincuente le había robado dinero y su camioneta Renault Kangoo.
El tiempo transcurrió entre allanamientos con resultados negativos y duros cruces entre las autoridades del actual gobierno nacional y ex funcionarios del anterior.
En Santa Fe
El 7 de enero, luego de distintas tareas de inteligencia, Gendarmería Nacional realizó un allanamiento en una tapera de la zona rural de la localidad santafesina de San Carlos Sur. Varios centenares de uniformados, fuertemente pertrechados, irrumpieron en el lugar pero no lograron hallar allí a los evadidos, que estaban escondidos a escasos metros, en un galpón.
Los hermanos Lanatta y Schillaci empezaban a alejarse a pie entre los maizales cuando fueron observados por algunos gendarmes rezagados. Se produjo entonces un enfrentamiento que terminó con un oficial herido.
Los evadidos tomaron las armas y la camioneta de las fuerzas de seguridad y escaparon en dirección a San Carlos Centro donde, luego de otro breve tiroteo, abandonaron el vehículo y se alejaron a pie, ocultándose entre los cultivos.
Horas más tarde, la Gendarmería dio aviso a la policía de Santa Fe sobre lo que estaba pasando. Se establece entonces un fuerte operativo cerrojo y de rastrillaje conjunto con fuerzas provinciales y federales, pero era ya demasiado tarde. Los delincuentes ya estaban en el centro de la capital provincial, luego de tomar como rehén a un ingeniero agrónomo que trabajaba en la zona, al que obligaron a que los saque del lugar en su camioneta VW Amarok blanca.
Desde un departamento ubicado en la esquina de San Jerónimo y Suipacha, los buscados siguieron las noticias, mientras unos 500 efectivos estaban buscándolos en Sauce Viejo, San Agustín y Estación Matilde.
Finalmente, los evadidos pensaron que era hora de intentar alejarse de la zona, para lo que plotearon artesanalmente la camioneta del ingeniero -que tenía vidrios polarizados- para hacerla parecer un móvil de la Gendarmería Nacional.
Rumbo a la costa
Salieron de nuestra ciudad durante la madrugada del sábado, cruzaron el puente Oroño, tomaron la Ruta Nacional 168 y subieron para dirigirse al norte por la Ruta Provincial 1.
A gran velocidad, cruzaron por un control policial establecido en Arroyo Leyes. Los agentes sospecharon y dieron aviso al puesto siguiente. En vano, los uniformados que estaban apostados en Santa Rosa de Calchines intentaron detener a la camioneta, que los esquivó y siguió su camino. Distintas fuerzas provinciales fueron entonces en búsqueda de la misteriosa camioneta.
Los delincuentes siguieron la Ruta 1, casi totalmente rodeada de agua, sin demasiadas vías de escape.
Al llegar a la “Curva de López”, en jurisdicción de Campo del Medio, los delincuentes pensaron que era hora de abandonar el asfalto y tomaron un camino rural.
Aproximadamente un kilómetro al oeste, en una pronunciada curva, el vehículo escapó del control del conductor y volcó en una zanja.
Golpeados y aturdidos, los prófugos caminaron hasta una casa cercana y bajo amenazas le robaron la camioneta a un productor. Seguramente para tratar de despistar a los uniformados, los delincuentes se dirigieron nuevamente al sur, pero al no conocer la zona terminaron “empantanados” en un terreno anegado, en un punto cercano a Cayastá.
Con numerosas fuerzas tras sus pasos, los tres malvivientes intentaron alejarse sin provisiones por los bañados, que poco a poco los fueron agotando.
Esa misma mañana, muy golpeado, Martín Lanatta prácticamente se entregó en campos de la arrocera Trimacer. Fue a pedir agua a un vecino, desarmado y con tres mil pesos en un bolsillo. Policías de la Comisaría de Cayastá llegaron hasta allí a caballo para detenerlo y trasladarlo.
Estaba exhausto y muy golpeado en el rostro por el accidente que había sufrido. No ofreció resistencia y dijo: “Busquen a mis compañeros, porque están en el campo y se van a morir”.
El “cerebro” del grupo no mentía. Esta mañana, Christian Lanatta y Víctor Schillaci fueron atrapados en el Molino Arrocero Cayastá, más conocido como Spaletti, a la vera de la Ruta Provincial 1. Estaban al borde de sus fuerzas, con hambre y sed.