Augusto Joaquín Monzón tiene 22 años, es santafesino y nunca había entrado a una prisión hasta que fue arrestado por el crimen de Carlos Alberto Farías, el hombre asesinado el mes pasado en un local céntrico de la ciudad de Santa Fe.
Todavía faltan importantes medidas de prueba, como por ejemplo la apertura de los teléfonos incautados. Los indicios contra Augusto Joaquín Monzón, el único detenido, serían contundentes.
Augusto Joaquín Monzón tiene 22 años, es santafesino y nunca había entrado a una prisión hasta que fue arrestado por el crimen de Carlos Alberto Farías, el hombre asesinado el mes pasado en un local céntrico de la ciudad de Santa Fe.
El homicidio se perpetró en horas de la siesta del miércoles 21 de febrero y el cadáver fue hallado recién el viernes 23, durante la tarde, adentro del depósito de un negocio dedicado a la venta de ropa. Primero fueron arrestados un hombre y una mujer que atendían al público en el lugar. Ambos fueron liberados a la mañana siguiente, cuando cayó Monzón, el novio de ella que fue a visitarla a la cárcel y quedó preso.
Comerciantes de la cuadra de la peatonal San Martín comprendida entre calles Eva Perón y La Rioja, vecinos a la escena del crimen, describieron a este joven como alguien muy extraño. "Decía que era empleado de la Prefectura Naval Argentina pero nunca lo vimos de uniforme y, además, siempre andaba por acá, porque la acompañaba a su pareja hasta el local y se quedaba dando vueltas hasta que ella salía.
La gente de la cuadra a la que él se acercó no tiene un buen recuerdo y asegura que finalmente lo hizo de lado porque "era un mentiroso".
La prueba más contundente que complica la situación de Monzón la aportó una cámara de video que la Municipalidad de la capital provincial tiene en la esquina que forman las calles San Martín y Eva Perón.
Gracias al video, se pudo reconstruir que el acusado llegó hasta allí cerca de las 13.30 y se metió en un kiosco ubicado a mitad de cuadra. Minutos más tarde hizo su aparición Farías, caminando desde el sur. Había dejado estacionada su camioneta Fiat Toro en un garaje de calle 25 de Mayo y le dijo a un familiar que iba a hacer un "gran negocio". Él se dedicaba a cambiar dinero nacional y extranjero desde hace más de dos décadas, siempre en la calle. Todos lo describen como un buen hombre, que no dudaba en dar una mano si alguien lo necesitaba. Conocía su oficio y era precavido, pero nunca imaginó lo que estaba a punto de suceder.
Aparentemente, Monzón y Farías habían acordado reunirse en el lugar, pero -según se desprende de las imágenes- no se conocían.
El cambista quedó sentado en un banco y aguardó allí hasta que llegó Monzón. Luego, juntos fueron hasta el local comercial -que, por el horario, estaba cerrado al público- e ingresaron. La cámara muestra que Farías no salió nunca más y que Monzón lo hizo a las 15.20. Su camisa celeste parecía estar empapada. Salió con una bolsa de plástico (de las que se entregaban a los clientes en el negocio) que llevaba algo abultado adentro y abordó un taxi que lo alejó de allí.
Las pruebas criminalísticas revelaron que el homicidio se cometió en el salón del local, donde habitualmente se atiende a los clientes. La autopsia mostró que Farías había sido atacado salvajemente con o contra algún objeto contundente. Tenía fuertes traumatismos en la base del cráneo y también en el rostro. Los peritos incautaron en el local un martillo, pero todavía no se pudo determinar si fue el "arma" usada para el crimen.
El asesino arrastró luego el cuerpo a través de una puerta trasera que da a un pasillo y siguió hasta un pequeño depósito que hay en el fondo. Allí ocultó el cadáver debajo de algunas bolsas y cartones.
En ese recóndito lugar, los restos de Farías se fueron descomponiendo mientras el negocio continuó abriendo sus puertas a clientes esa tarde, al día siguiente y al siguiente también, hasta que personal de la Policía de Investigaciones llegó al lugar siguiendo las imágenes de las cámaras de monitoreo.
Esa tarde del viernes del hallazgo fueron arrestados los dos empleados que atendían al público. Fueron sacados en un patrullero del local, ante las amenazas e insultos de los familiares de Farías.
Al día siguiente, ambos fueron liberados. Primero fue el turno de él, que sólo quedó ligado a la causa en calidad de testigo. Ella salió poco después, cuando ya su novio había sido aprehendido apenas pisó la comisaría para visitarla.
Desde un primer momento, la mujer prestó valiosa colaboración a los investigadores y aseguró que nada sabía del brutal homicidio.
Los investigadores, con el fiscal Estanislao Giavedoni a la cabeza, entienden que el caso está resuelto, aunque todavía falta aclarar distintos aspectos.
En ese sentido, seguramente serán importantes los peritajes que siguen pendientes.
Uno de ellos será en la escena del crimen. El funcionario del Ministerio Público de la Acusación está esperando que finalmente la familia se constituya como querellante para realizar la medida, lo que ocurriría en los próximos días.
Por otra parte, los peritos de la Policía de Investigaciones -sobrecargados de trabajo- todavía no pudieron "abrir" los teléfonos secuestrados a los involucrados.
DATO 1: Caja de seguridad
Días atrás la Justicia abrió una caja de seguridad que la víctima tenía en una conocida mutual céntrica de calle Tucumán. Allí fue incautada una importante suma de dinero en pesos, dólares y euros. El hallazgo provocó que el fiscal Giavedoni notificara a la Justicia Federal, ante la posible comisión de algún delito.
DATO 2: Perpetua
La fiscalía acusa a Monzón de homicidio crimis causae, delito que no admite otra pena que no sea la prisión o la reclusión perpetua. Quiere decir que el asesino mató "para preparar, facilitar o consumar otro delito o para procurar su impunidad".
Violencia de género
Hay indicios fuertes de que Monzón habría ejercido violencia de género sobre su novia, la empleada del comercio arrestada inicialmente y luego liberada.
Él se presentaba ante ella como empleado de la Prefectura Naval, algo totalmente falso. Por otra parte, le dijo que tenía una actividad paralela como prestamista. A esto último, lo reafirmó en las audiencias frente al juez.
Este hombre acompañaba todos los días a su pareja hasta el lugar de trabajo, mañana y tarde, y la aguardaba en la cuadra hasta el horario de salida.
Los investigadores sostienen que Monzón había logrado "aislar" a su novia de la familia y se enteraron de un llamativo incidente ocurrido el año pasado, para el Día de la Madre. La pareja viajó a Vera para celebrar con la progenitora de ella.
Durante la estadía, desaparecieron de un cajón algunos dólares que tenía ahorrados la dueña de casa, luego de que él generosamente le limpiara la habitación. Monzón negó siempre haber tomado los billetes, pero al ser intimado por un abogado finalmente aceptó devolver la suma faltante. A su pareja le aseguró que él no había robado nada, pero que iba a reponer el dinero por una cuestión de "honor", porque su jefe en la Prefectura así se lo había aconsejado.