La vida de Vanesa Priscila Troncoso se apagó demasiado pronto. Tenía 22 años cuando un hombre la asesinó salvajemente en su casa de barrio Punta Norte, en un cruento suceso ocurrido la tarde del sábado.
El hombre que ahora fue detenido, violó a Vanesa cuando ésta tenía 11 años. Por ese hecho fue condenado y estuvo en la cárcel 10 años. Salió en libertad hace 1 año. El sábado regresó y terminó su obra macabra.
La vida de Vanesa Priscila Troncoso se apagó demasiado pronto. Tenía 22 años cuando un hombre la asesinó salvajemente en su casa de barrio Punta Norte, en un cruento suceso ocurrido la tarde del sábado.
Pero en rigor, la existencia de Vanesa fue arruinada a su más temprana edad. Tenía 11 años apenas, cuando ese mismo hombre la sometió sexualmente y la violó.
Y por si algo faltara, hay todavía otro dato pertubardor que atraviesa esta dramática historia. El autor de la violación y el reciente femicidio, mantendría desde aquel entonces y hasta el día de hoy una relación sentimental con una hermana de Vanesa. Dicho vínculo habría tenido idas y vueltas en el tiempo y, como no es difícil de imaginar, también estuvo impregnado por hechos de violencia y amenazas.
Tras el ataque sexual contra Vanesa cuando ésta era una niña, su autor escapó del lugar hasta que la policía lo detuvo. Las iniciales del implicado son M.A.S., quien actualmente tiene 35 años.
Por ese hecho M.A.S. fue llevado ante la justicia santafesina que lo condenó a 10 diez años de cárcel. Y luego de su estadía "a la sombra", hace aproximadamente 1 año recuperó su libertad.
En esta nueva etapa el hombre habría aprovechado para seguir relacionado con la hermana de Vanesa (lazo que nunca se cortó de manera definitiva) y también se vinculó a un culto religioso.
Sin embargo, M.A.S. lejos estaba de querer reiniciar su vida de manera civilizada. Este violento y peligroso individuo salió con la "chuza bajo el poncho", y -lo que es peor- dispuesto a usarla.
Así fue como la tarde de este último sábado M.A.S. se presentó en el domicilio de Vanesa (en Presbítero Doldan y Arenales), en barrio Punta Norte, decidido a concluir su obra macabra.
Un vecino de la mujer, que es enfermero, fue el primero que sospechó que algo malo había pasado cuando vio a un hombre salir con paso presuroso de la casa de Vanesa, el que se subió a una moto y se alejó a toda velocidad.
De la vivienda salía abundante humo, lo que llevó al vecino a acercarse para averiguar. Al ingresar, el enfermero encontró a la joven víctima con signos vitales débiles sobre un colchón que estaba siendo consumido por las llamas.
Apelando a sus conocimientos en primeros auxilios el vecino intentó reanimar a Vanesa, pero dichas maniobras no dieron resultado, y minutos más tarde se constató su fallecimiento.
El diagnóstico preliminar del médico policial indicó que la causa de muerte fue asfixia. No obstante el cuerpo de la joven fue trasladado para la realización de una autopsia, que permitirá confirmar los detalles de su fallecimiento.
Tras el crimen de Vanesa gran parte de la policía dispuso un importante operativo de búsqueda en distintos barrios de Santa Fe. Y los resultados no tardaron en llegar porque fue ese mismo sábado cuando se logró atrapar al sospechoso.
La detención se llevó a cabo en las inmediaciones de las calles Javier de la Rosa y San Juan, alrededor de las 21 hs, tras un gran trabajo de inteligencia coordinado por la Policía de Investigaciones y el Grupo de Operaciones Especiales (GOE).
El acusado había abandonado una Honda Titan 150cc en la zona de Peñaloza y Pavón, lugar donde fue visto por última vez antes de ser capturado.
El femicidio de Vanesa a manos de M.A.S. revela una aterradora realidad: el insuficiente control sobre aquellos que salen de la cárcel. Este crimen no es solo una tragedia personal, sino un claro síntoma de las profundas fallas en los mecanismos de reinserción y vigilancia del sistema penal y judicial.
La reincidencia en delitos de este calibre pone en evidencia que cumplir una condena no garantiza, en muchos casos, una rehabilitación efectiva. El tiempo tras las rejas no necesariamente transforma al agresor ni le proporciona las herramientas para reintegrarse de manera saludable en la sociedad. Pero más alarmante aún es la falta de seguimiento adecuado una vez que estos individuos recuperan su libertad. ¿Dónde están los controles psicológicos? ¿Dónde están los programas que evalúan la peligrosidad de aquellos que han cometido actos de violencia extrema?
En este caso, la víctima fue arrojada nuevamente al infierno del que nunca logró escapar.
El sistema judicial permitió que el agresor regresara a su vida sin restricciones, sin supervisión. No hubo alertas, no se le brindó protección a la joven, como si el solo hecho de haber sobrevivido a la primera agresión fuera suficiente. El monstruo volvió a atacar, y esta vez, su crueldad se cobró la vida que había arruinado una década atrás.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.