En 1931 un grupo de contrabandistas tenía como centro de operaciones el puerto de Santa Fe. Una activa red delictiva conectada con Rosario y Buenos Aires, organizada de manera clandestina que aprovechaba las escalas de la ruta fluvial para el tráfico de drogas.
Archivo El Litoral D.R
Foto: Archivo El Litoral
Todo comenzó con una serie de sospechas que tuvieron su origen en Asunción del Paraguay y una vez comunicadas a Buenos Aires vinieron instrucciones al puerto de Santa Fe. En los vapores que hacían el servicio de cargas entre Buenos Aires y Asunción llegaban cajones y bolsas consignadas por un firma que no existía y que nadie se presentaba a retirar en la Aduana. Pasado el compás de espera, dictaminado por la ley, los funcionarios de la aduana del Paraguay abrían los cajones y se encontraban con que las bolsas estaban llenas de aserrín y arena. Toda una incógnita a orillas del río.
El puerto de Santa Fe fue la base de operaciones de este grupo de contrabandistas que luego de recibir del extranjero “drogas prohibidas y estupefacientes” las distribuía a otras ciudades, especialmente Rosario y Buenos Aires. El punto de partida era la llegada de mercaderías prohibidas, por buques de ultramar, desde la ciudad de Verres (Francia) al puerto de la Capital Federal donde eran presentadas a las autoridades como drogas en tránsito al Paraguay. Del barco de ultramar se transbordan a barcos de cabotaje con destino a Santa Fe para ser reembarcadas luego en los vapores que se dirigen hacia Asunción del Paraguay.
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En el puerto de Santa Fe se descargaban en un depósito que administraban los despachantes de aduanas Molins y Laurralde, quienes las retenían en el depósito por un periodo considerable de tiempo. Luego, por medio de toda una red de organización clandestina, se retiraban esos cajones del depósito y por medio del Ferrocarril Central Argentino se enviaba a Rosario y Buenos Aires donde se extraían las drogas y se devolvían los cajones vacíos de nuevo a Santa Fe. Por último, eran rellenados con viruta y arena para ser enviados río arriba a Paraguay dándole su curso primitivo pero sin su contenido original. Lo que dio origen a la sospecha.
El grupo encargado de esclarecer el delito de contrabando, mediante pesquisas, fueron el administrador de la aduana local, Enrique Parodi, prefectos marítimos secundados por varios empleados de distintas dependencias conjuntamente con la policía y los investigadores Ricardo Miranda y Luis Bertoa. Poco después, se allanó la casa en donde se encontraba la droga para ser comercializada en nuestra ciudad sobre la calle Mariano Comas.
En cuanto a los delincuentes locales, quienes fueron detenidos, la misma noche en que las autoridades corroboraron su hipótesis, podemos decir que eran vecinos de nuestra ciudad. Uno de ellos se encontraba en medio de una partida de naipes en el antiguo Plaza Hotel, el otro socio fue detenido en Rosario en un cabaret muy reconocido de esa ciudad.