"La ausencia va a ser perpetua, no hay condena peor", dijo la madre de Cabal
Julio padre e Inés Masino esperan que Juan Cruz Gambini, acusado por el crimen de su hijo, reciba la pena máxima. "Los ciudadanos necesitamos vivir en paz, la que nunca voy a tener, porque la muerte de un hijo no te da paz, nunca", señalaron.
Inés Masino se constituyó como querellante, y cuenta con la representación de las abogadas del Centro de Asistencia Judicial (CAJ). Crédito: Guillermo Di Salvatore
"La ausencia va a ser perpetua, no hay condena que sea peor", manifestó Inés Masino al tribunal durante el juicio por el crimen de su hijo, Julio Cabal. Ella y su marido fueron los últimos testigos del debate, que se acerca al final, y esperan que el acusado sea condenado a la pena máxima.
Pasado el mediodía de este martes Julio Cabal padre y María Inés Masino -constituida como querellante en la causa- asistieron a la sala 6 de tribunales y relataron ante los jueces Jorge Patrizi, Susana Luna y José Luis García Troiano cómo fue ese 17 de septiembre de 2019 en el que sus vidas cambiaron para siempre.
La sensación de que era su "día de suerte", en el que podrían concretar la compra de un departamento para su hijo y así cumplir con una promesa que le habían hecho hacía tiempo, se esfumó junto a la bala que "destrozó" el corazón de "Julito" durante el robo a la fiambrería familiar de Urquiza al 2215.
La mañana de ese martes Inés pasó por el comercio unos minutos, aprovechando que había ido a hacer unos trámites por la zona. "Tomé un mate con Julio, le dije 'qué lindo que estás' y me dijo 'qué lindo que soy', recordó con una sonrisa, "fueron dos minutos".
"A las 13.10 llegué y bajé la mercadería, algo que nunca hacía porque siempre esperaba a que cierre el negocio, pero ese día íbamos a ver un departamento para él", señaló Julio padre, "era una promesa que le habíamos hecho varias veces y nunca se la habíamos podido cumplir, no le quisimos decir nada, era una sorpresa". Se despidió de su hijo, arrancó el utilitario y se dirigió al hogar familiar, donde lo esperaba Inés, pero cuando iba por Francia e Hipólito Irigoyen lo llamó la empleada.
En estado de shock, le dijo "que había entrado un tipo a robar y que Julito estaba tirado en el piso, convulsionando". Entonces "di la vuelta por Urquiza, a mil", recordó, cuando "llegué él estaba convulsionando mal, no le encontraba herida, no sangraba. Lo alcé, me ayudó alguien, y lo tiré atrás de la camioneta. Justo llegaba la policía así que me acompañó, atrás, hasta el hospital" Cullen.
"Se lo llevaron, los médicos corrían, después llegó la madre…", relató Julio padre con la voz quebrada, su angustia a flor de piel. Inés también recibió el llamado desesperado de la empleada, y lo primero que hizo fue acudir a la fiambrería: "Sinceramente pensé 'fue una pavada', nunca me imaginé que íbamos a terminar en esto".
"No había ni una gota de sangre, estaba la tabla de una repisa caída, la campera de Julio en la silla, la plata en la caja. Es más, había poca plata, porque los martes son días muy flojos habitualmente", señaló la mujer, "lo único que había era una gorra que le dije a la policía 'por favor secuestre esto porque es del chorro'".
"El baleado es mi hijo"
Cuando Inés llegó a Cullen, donde había estado trabajando hasta las 13, se encontró con su marido, que le comentó "yo le levanté la remera y no tenía nada". Cuando se acercó a hablar con el Jefe de Enfermeros recibió la primera señal de la gravedad de lo ocurrido: "Le dije 'el baleado es mi hijo' y me hizo un gesto. Después salió una de las médicas y me dijo 'vas a tener que ser fuerte'".
Fue recién en ese momento que "caí" en lo que estaba pasando, hasta entonces había mantenido "una calma que hasta el día de hoy no me explico". Cuando trasladaron a "Julito" al quirófano "me pidieron que por favor no me tirara encima de él, que mantuviera la distancia, que era peligroso para él. Lo pasaron bolseando para darle oxígeno. Esa es la última imagen que tengo de él", recordó, el dolor marcando sus palabras.
La sala de espera comenzó a llenarse de gente, amigos y allegados que se enteraban por los medios de comunicación se acercaron a acompañar a la familia y a esperar novedades. Julio continuaba en cirugía cuando su hermana, que desde 2015 vive en Francia, llamó a Inés, y preocupada le preguntó: "Mamá, ¿qué pasó? ¿Es papá o es Julio?". Inés le explicó lo sucedido, "están intentando salvarle la vida a tu hermano".
"¡Hay latidos!"
El cirujano fue al encuentro de los padres de Julio Cabal y les informó "que no tenía prácticamente nada que hacer, porque la bala había entrado por la axila, rebotado y destrozado el corazón. Dijo 'coso acá y se me suelta allá'", declaró Inés.
Un destello de esperanza surgió cuando escucharon a alguien gritar desde adentro del quirófano "¡Hay latidos! ¡Hay latidos!". El cirujano salió corriendo, "todos empezaron a correr, estaba todo el hospital cambiado, era impresionante la cantidad de gente que nos acompañó". Pero finalmente, momentos más tarde "nos dijeron que no había nada que hacer, que estaba muerto".
"Si había alguna posibilidad de que mi hijo se salvara era ahí, en ese lugar y en ese momento, porque estaba el mejor equipo", le explicó Inés a los jueces.
Inés Masino y Julio Cabal -padre-, fueron los últimos testigos en declarar en el juicio por el crimen de su hijo. Crédito: Guillermo Di Salvatore
Hartos de la inseguridad
"Julio era un tipo muy sencillo. Le gustaba tocar la guitarra, hacía poesía, tenía amigos de todo tipo. Era un tipo al que le importaba mucho el tema de las igualdades. Nos peleamos muchísimo en las sobremesas porque decía que a él le habían sobrado oportunidades, que no necesitaba todo lo que tenía y que había mucha gente que no había tenido oportunidades", describió Inés, "yo le decía que era como el abanderado de la justicia, siempre se ponía en el lugar del otro y discutía con fundamentos. Era un chico divino".
"Era muy querido, a todos ayudaba", recordó Julio padre. Hace tres años "me falta mi hijo, me falta mi compañero de trabajo, mi empleado… por el negocio nos hablábamos 4 o 5 veces por día. Es muy duro", confesó. "Me sorprendió al otro día la marcha espontánea que se armó, todos comerciantes y gente cansada de lo mismo de todos los días, de tener que laburar para vivir con el miedo permanente a los delincuentes".
"Me dijeron que había más de 5 mil personas en esa marcha, fue única en Santa Fe, la gente había llegado al hartazgo de la inseguridad", declaró Inés. "Al día siguiente habían matado a otro chico por una moto (Maximiliano Olmos) y acompañé a la mamá", después "participé y organicé varias marchas, porque creo que es lo único que le queda a la sociedad".
"Estar a la altura"
"Siento que Julio estaría acá si los que estaban en ese momento en el poder, como el Ministro de Seguridad, hubieran hecho bien las cosas", señaló con dureza y apuntó también contra el sistema de justicia, al indicar que Juan Cruz Gambini -acusado por el crimen- debería haber estado preso por un delito anterior.
"Me parece que hay que estar a la altura de las circunstancias y no dejar que gente peligrosa nos haga más daño del que ya nos ha hecho. Los ciudadanos no merecemos vivir como estamos viviendo, necesitamos vivir en paz, la paz que nunca voy a tener porque la muerte de un hijo no te da paz, nunca".
"Nada me lo va a devolver a Julio, por más que logremos la condena. Diana Cohen Agrest, presidenta de la Asociación Civil Usina de Justicia, dice que lo único perpetuo va a ser la ausencia de su hijo. Es lo que sentimos, que la ausencia va a ser perpetua, no hay condena que sea peor", explicó Inés Masino, y mirando al tribunal concluyó su declaración: "Ojalá hagan justicia"