El Litoral
Venta de drogas, datos de tarjetas de crédito y contraseñas, intercambio de pornografía infantil y hasta reclutamientos para el terrorismo islámico son algunos de los delitos que se cometen en la Internet Profunda, la zona de la web a la que no se accede con los motores de búsqueda tradicionales.
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Télam
De acuerdo con estudios de universidades, hay alrededor de 30.000 sitios activos de manera simultánea en la llamada “Deep web” y casi la mitad de ellos incumple alguna ley según normativas de Estados Unidos y Reino Unido, mientras que el resto no tiene ninguna vinculación con el delito.
“La Deep web es más del 75 % de Internet, todo aquello que los buscadores como Google no indexan. Lo que vemos es una pequeña parte”, explicó a Télam el titular de la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia (UFECI), Horacio Azzolín, quien ve un incremento en la cantidad de delitos cometidos por esta vía.
El fiscal federal señaló que “se calcula que Internet es la punta del iceberg y la Deep Web es lo más profundo con el resto de la información”, mientras que dentro de ella está, a su vez, la Internet Oscura (Dark Net), que son aquellos sitios a los que se accede con un buscador especial y que tienen contenido de todo tipo, algunos de ellos lícito y otro no”.
A esta parte de la web se llega mediante un buscador legal llamado TOR (The Onion Router), creado en 2003 por la Marina de EE.UU., que es una red de comunicación superpuesta (por eso lo de “enrutamiento cebolla”) en la que los mensajes que se intercambian los usuarios no revelan su identidad, es decir, su dirección IP (Internet Protocol) y se mantiene en secreto la información que viaja por allí.
Ezequiel Sallis, especialista en delitos informáticos de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, sostuvo que “en el 48 % de los 30.000 sitios activos la problemática que más se ve, por lejos, es la de drogas: hay drogas duras como cocaína y heroína, de diseño y farmacéuticas, es decir remedios de venta bajo doble receta archivada como ansiolíticos. Ese tipo de drogas es la que más se vende, después las de diseño y las tradicionales. Esto es a nivel global, en Argentina no hay estadísticas, pero aplica al país”, sostuvo el experto, quien afirmó que el resto de los delitos cometidos en la Deep Web son, en menor medida, venta de usuarios, contraseñas, datos de tarjetas de créditos y claves financieras.
Aunque es bajo el porcentaje, se pueden ver “métodos de captación para terrorismo islámico, sicarios y venta de armas”.
Sobre el panorama en Argentina, Sallis señaló a Télam que la Internet Profunda se usa sobre todo para la intimidación pública, casos de violencia de género así como en conflictos personales y laborales.
“Desde hace un tiempo es bastante común ver que los involucrados tienen dominios o direcciones de correo que están asociadas a la Deep web”, remarcó.
Como ejemplo, recordó las amenazas recibidas en 2015 por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner y otros funcionarios, presuntamente enviadas por el grupo terrorista ISIS a un correo de la Policía Bonaerense.
A su turno, la fiscal especializada en Delitos en Delitos Informáticos de la Ciudad de Buenos Aires Daniela Dupuy sostuvo que “la Deep web se puede utilizar para fines legítimos como resguardar datos, pero lo cierto es que es un espacio que permite o fomenta la delincuencia porque es muy difícil rastrear los verdaderos IP”.
Por eso, indicó que “allí es común que se observen determinados delitos como la venta de drogas, de niños, de armas, pornografía infantil, el lavado de dinero, las transacciones ilegales a través de las monedas virtuales y la trata de personas.
Todo esto la Deep web lo permite porque quienes ‘trabajan’ allí saben que su individualización es muy difícil, aunque no imposible”, aclaró la fiscal, quien maneja algunos casos donde los ciberdelincuentes recurrieron a este sector oscuro de la web.
Al respecto, Azzolín indicó que la Deep web “tiene un nivel de anonimato superior al de la Internet común y eso dificulta un poco las investigaciones. Sin embargo, cuando estamos investigando personas que ofrecen venta de productos, ellos necesitan de alguna forma salir a la luz o porque los cobran o los entregan. Esos son los mecanismos que tenemos para encontrarlos”, añadió.
Según Azzolín, en la web profunda, además de los delitos mencionados, se intercambian bienes robados y se venden bases de datos de tarjetas de crédito.
Para el fiscal, los delitos cometidos por esta vía de difícil acceso “tienden a crecer porque crece Internet”, aunque aclaró que “la Deep web no es ilegal: así como es utilizada por criminales es usada por periodistas para consultar a sus fuentes o por disidentes políticos para tratar de comunicarse y reportar lo que está sucediendo en su país, lo que pasa es que es usada con malos fines”.
Acerca de cómo se abordan estos delitos, Sallis indicó que ‘en estos ámbitos no se puede investigar de la misma forma que habitualmente, es decir haciendo un análisis de las direcciones IP, pero si se puede hacer un reordenamiento de fuentes abiertas de datos u otro tipo de análisis para llegar al sitio.
“No hay una metodología única, hay que aplicar toda la creatividad y cada caso en sí mismo es especial, pero no hay una técnica”, sostuvo.