Un preso con un deseo y una promesa de cambio: "Me di cuenta de que soy una persona normal"
Tiene 42 años y pasó más de 25 encerrado. Robó por primera vez a los 9 años y nunca paró. El año que viene cumplirá su última condena. Él asegura que será la última. Sus familiares desconfían y él los entiende, porque muchas veces les mintió. Una ONG que propone alternativas dentro del sistema penitenciario cumplió un papel sencillo pero crucial: "Me ayudaron a valorizarme como persona", dijo.
José Luis, acompañado por Cecilia Bonino y Santiago Adanti, miembros de Apac.
José Luis García tiene 42 años y pasó más de la mitad de su vida en prisión, por distintas condenas. Cometió su primer robo a los 9 años. Se "afanó" una flamante moto Juki Dribling. A esa altura ya vivía en absoluto desamparo. "Un día mis familiares me habían dado a elegir entre quedarme con ellos o 'la calle' y yo tomé la decisión de irme, para no generar una carga a nadie. Yo no sé lo que es un padre o una madre", contó este hombre, que el año que viene terminará de cumplir una nueva sentencia, pero ya tiene el beneficio de las salidas transitorias. Él asegura que en esta oportunidad hizo un clic y que no volverá a delinquir. Su pareja y sus hijos desconfían… y el los entiende, porque muchas veces les hizo promesas que no cumplió. "A veces me da impotencia que no me crean, pero es lógico… están quemados… también aprendí a darles su tiempo. Se los tengo que demostrar", reconoció.
José Luis habla sentado junto a su pareja, Griselda, en la mesa de un bar tradicional de la ciudad de Santa Fe. A su lado también están Santiago Adanti y Cecilia Bonino, de la Asociación para la Protección y Asistencia al Condenado (Apac), una organización pluriconfesional no gubernamental que pretende revolucionar el sistema penitenciario en el país. "Ellos son grandes responsables de mi cambio de pensamiento", aseguró el hombre que unas horas más tarde debía presentarse en su lugar de reclusión.
"Ahora lo que quiero es vivir la vida, porque hasta acá no viví nada", confiesa José Luis García.
"Si me hubiesen ofrecido hacer esta entrevista unos meses atrás me habría negado. Yo no sabía que podía expresarme con personas como ustedes, creía que era otro mundo en el que yo no podía estar. Mi mundo era otro, de personas que andaban en la misma que yo, en el delito. Gracias a Dios conocí un mundo nuevo que me ayudó a valorar mi vida un poco, la vida de mi esposa, la de mis hijos…", alcanzó a decir antes de quebrarse. Agachó la cabeza, lloró y fue contenido por su mujer.
Tras unos cuantos segundos, cuando logró reponerse, siguió: "Ahora lo que quiero es vivir la vida, porque hasta acá no viví nada. Arranqué a los 9 años y a medida que fui creciendo hice cada vez cosas más delicadas, siempre robos, con armas de por medio. En total llevo 25 o 26 años detenido. Entraba y salía, siempre con la misma mentalidad, el mismo pensamiento. Caí preso en 2009, salí en 2017, pero volví a entrar unos meses después".
Humano
Apac está dando en el penal de Las Flores sus primeros pasos, con la colaboración de sus autoridades. "En septiembre de 2021 conseguimos la autorización para difundir lo que es nuestro proyecto en las cárceles. Desde entonces, estamos visitando la Unidad Penitenciaria 2 de Las Flores. Trabajamos no sólo para llevar información sino para desarrollar temas en base a la valorización de la persona, el rescate de la persona", contó Cecilia.
"Hay que dejar en claro -añadió Santiago- que no tiene nada que ver con justificar el delito cometido, si no valorizar a la persona. Sabemos que las cárceles no son la solución a nada, sino muy por el contrario, resultan el problema mismo y si bien APAC, tampoco será la solución, sí pretende ser una alternativa en la estrategia de abordaje a la gestión penitenciaria, basada en la participación efectiva de la comunidad, involucrando a distintos y diversos actores sociales. Hay que cambiar la forma y el método Apac funciona con el amor, la disciplina, la confianza en el otro".
Sobrevivir
"Dentro de la cárcel no existe la palabra amor. Dejás de existir cuando pasás el portón para adentro. Yo encontré eso. Cuando vos ingresás ahí dejás de ser humano. Pasás a ser como un robot. Te tenés que adaptar al ritmo de la convivencia. No podés tener un amigo adentro. No existe eso. Es muy difícil", lamentó José Luis.
"Muchos internos ven mi reacción y les llama la atención -añadió-. Ellos conocen al otro José. Mi historia. Al verme hoy se sorprenden. Antes, por ahí me pedían un poco de azúcar y yo les decía que no tenía y capaz que tenía cinco kilos acobachados. Y hoy lo poco que tengo te lo voy a dar. Y a eso ellos lo ven. No es que era un animal, pero tenía mi manera de ser. Era más sobrevivir, que vivir. Muchos de afuera piensan que es otra cosa la cárcel. Está bien, uno está porque algo cometió. Pero es muy difícil, una jungla. No cumple con la función de recuperar a las personas".
"Cuando conocí Apac, estas personas, hice un clic. Me ayudaron a conocerme, a valorarme. La cárcel está llena de chicos jovencitos que no están presos porque quieren… sino porque les falta eso, que el Estado se preocupe. Hay para recuperar muchos chicos, que ni se dan cuenta de que están presos. Recién se dan cuenta cuando se quieren ir. Ahí te llevan, te meten, te cierran la puerta y te dicen 'nos vemos en dos o tres años, cuando te corresponda algo'. Yo lo hablo porque lo viví muchos años", puntualizó.
Marginación
José es escoltado por Griselda, su pareja, con quien tiene una hija. "Me ayuda mucho. Gracias a ella yo tengo una familia. Está conmigo desde hace muchos años. Nos conocimos en Colastiné. Yo no tengo a nadie de mi familia de sangre. Me he peleado con todos, porque siempre ven el error y nunca lo bueno".
"Tengo otros hijos más grandes. Están enojados y yo entiendo su enojo, porque les he mentido mucho. Les decía: 'Ya voy a dejar de joder', y después los defraudaba. Llega el momento en que te dicen 'no hacés nada por mí ni por vos'. Hoy estoy peleando contra una correntada. Quiero recuperarlos. Me genera impotencia que no me crean. Pero se que con el tiempo lo voy a conseguir. Ahora aprendí a dar tiempo".
José Luis la mira a Griselda y dice: "En este tiempo reflexioné mucho. Quiero que ella se acueste y duerma tranquila, sin tener en la cabeza que va a venir la policía a allanar nuestra casa".
Sin darse cuenta, José Luis describe con sus palabras lo más profundo de la marginación. "Hice el clic al entender que puedo charlar con gente de otros ámbitos. Todos mis conocidos andaban en la misma que yo. Ahora siento que puedo hablar con vos, con él. Me di cuenta de que yo era una persona normal. Eso me generó ganas de vivir una vida. No es que antes era un monstruo, pero no pensaba en los demás. Yo veía personas como ustedes y los veía distintos. Veía dos mundos, uno mío y otro el de ustedes. Me costaba creer que podían aceptarme. Y quiero seguir con esto, no tanto por mí, sino porque así como a mí me ayudaron yo espero poder ayudar a otras personas. Les quiero contar que se puede cambiar", remarcó.
Satisfacción
"Le doy muchas gracias a Dios porque ninguno de mis hijos salió como yo. Cada uno de ellos tiene su familia, trabaja… ninguno siguió la vida que yo hacía. Todos me decían que mis hijos iban a salir igual que yo, pero ellos fueron más inteligentes. Son trabajadores. Formaron familias con buena gente. Tengo nietos en cantidades".
"Anoche salí con mi nietita. No tiene precio lo que viví. Fui feliz. Me dejó 'así' la cabeza, me atormentó, pero me hizo feliz. Y hoy tengo un recuero hermoso para llevarme y acostarme y pensar en lo que viví en esa salida. Tengo con qué cargar mi mente y mi corazón".
Albañil
José Luis es albañil de profesión. "Hasta acá mucho no laburé, casi nada, porque mi cabeza funcionaba distinto. No buscaba lo legal. Todo quería ya. Todo rápido. Siempre me ganaba la picardía y hoy veo que la picardía no me llevó a ningún lado y que todo lo que tuve gracias a la picardía lo terminé perdiendo. Hoy trabajaría y le daría valor a mi trabajo".
Recuerdos
Cecilia contó una anécdota sobre uno de los talleres realizados en la cárcel de Las Flores. "Los recuperandos (internos) tenían que compartir tres recuerdos felices de su vida. Tuvieron un rato para pensar. Cada uno escribió. Cuando le tocó a José Luis, dijo: 'no tengo cosas lindas para contar'. A veces pasa eso. Tenemos la edad que tenemos y nada lindo para rescatar de nuestra vida, o creemos que no. El desafío está en que somos adultos y libres de voluntad, por más que estemos encerrados, para cambiar eso", dijo.
"Luego de eso -continuó-, él nos propuso comer unas pizzas juntos en un lugar, con su mujer y un grupo de Apac. Al fin de semana siguiente nos vimos. Estaba contento por esa reunión, porque había compartido esa comida con gente que 'no era de su mundo'. Había comenzado a generar lindos recuerdos".
Pastor
Para los responsables de Apac, es fundamental que lo que se implemente sea sólido y duradero en el tiempo, que tenga continuidad. José Luis asegura que muchas personas van a la cárcel diciendo que quieren ayudar, pero es mentira. "Sólo van a aprender de la vida de un preso, a experimentar, y después se van. Para mí fue fundamental conocer al Pastor Ángel René Gallardo. Él me inspiró confianza desde el primer día. La vida me enseñó y yo con mirar a la cara a alguien sé si me quiere engañar o no, si me quiere agarrar para la joda", puntualizó. Este religioso es parte de la Apac, que es una organización ecuménica, que está integrada por personas que profesan distintas religiones.
Cambiar el sistema para combatir la inseguridad
"Apac –que este mes logró la personería jurídica en Santa Fe y es la primera en la República Argentina- busca asistir al Poder Ejecutivo en la gestión de la ejecución penal, mediante la aplicación de su metodología a los condenados a penas privativas de libertad, brindando herramientas para cuando salen; procurando siempre la valorización humana, la (re)socialización, la inserción laboral para reducir las tasas de reincidencia, la promoción de la justicia restaurativa. En definitiva, buscamos lograr la paz social que tanto como sociedad reclamamos a las autoridades. Muchas veces se escucha decir 'que se mueran' o 'que se pudran' en prisión, pero casi nadie muere adentro y si se pudren, salen así. Y esto debería interpelarnos. No es suficiente encarcelar, sino recuperar", explicó Cecilia.
"Hoy estamos con una alta tasa de encarcelamiento -agregó-, lo que implica una superpoblación en las unidades carcelarias y, si bien se licitaron obras que están incluso en proceso de ejecución, lo cierto es que probablemente, sólo sean para alojar, porque el Estado se encontrará limitado luego en los recursos humanos para hacer el abordaje integral de las personas que se encuentran presas.
"Todos los vecinos reclamamos más seguridad en nuestras casas, en las calles. Cambiar el sistema carcelario es fundamental para mejorar la seguridad, porque si seguimos abandonando a los presos adentro el problema afuera no se va a solucionar. Si logramos que de la cárcel salgan personas capaces de convivir en sociedad vamos a reducir la inseguridad afuera.
"En Brasil, Apac logró bajar el índice de reincidencia del 80 por ciento a entre el 10 y el 15. El sistema allá es diferente al que se puede implementar acá (es extramuros), pero estimamos que los resultados serían similares en nuestro país. Para eso necesitamos trabajar junto a los especialistas del Servicio Penitenciario, porque ellos conocen mejor que nadie la realidad, la práctica", concluyó la abogada.