Por Danilo Chiapello
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Un disparo en el pecho apagó la vida de un policía que resistió el robo de su motocicleta, en un violento suceso ocurrido esta madrugada en las inmediaciones del parque Juan de Garay.
La víctima resultó ser Antonio César Flores, empleado policial con la jerarquía de oficial Principal. Tenía 48 años, era padre de familia y gozaba de un excelente concepto no sólo entre sus camaradas sino también entre sus vecinos de barrio Roma donde residía.
Pasada la medianoche, Antonio terminó otra jornada laboral en la Primera Zona de Inspección y regresó a su domicilio de calle Roque Sáenz Peña al 3000, para encontrarse con los suyos. Claro que ignorando que se encontraba en la antesala de su propia muerte.
Estaba estacionando su moto Guerrero 110 cc, cuando de repente irrumpió en la escena un sujeto armado. Sin más el caco -un jovencito, de 15 años- exhibió el arma de fuego y gritó para que le entregue la moto.
Pero los planes del caco tuvieron un brusco giro, por cuanto la víctima no sólo no entregó la moto sino que se identificó como policía.
A los tiros
Ante tamaña “novedad”, el malviviente se dio a la fuga, mientras el policía iniciaba una persecución. Lo que siguió fue un intercambio de fuego entre ambos, en plena vía pública. La carrera se prolongó algunas cuadras, y algunas de las detonaciones se escucharon a la altura de pasaje Alfonso al 3000.
Ya en Juan Díaz de Solís al 2800 (a dos cuadras del lugar del asalto) el policía fue alcanzado por un disparo que lo impactó de lleno en el pecho. El proyectil le interesó directamente el corazón, por lo que su deceso se produjo prácticamente en el acto.
Puesto al tanto de lo ocurrido, gran parte de la policía se lanzó a la captura del rufián, de quien se sabía que había sido herido durante el tiroteo.
Con una “9”
Los frenéticos rastrillajes dieron sus frutos al rato, cuando alguien acercó el dato, apuntando la zona de calle Lamadrid al 2400. Los pesquisas desembarcaron con todos sus hombres y en el lugar se apresó a un tal Claudio, de 15 años.
En poder del jovencito, la policía secuestró una pistola Browning, calibre 9 milímetros, con su numeración suprimida, y con dos cartuchos intactos en su cargador. El adolescente presentaba una herida de arma de fuego por lo que fue llevado hasta el hospital Cullen donde, tras una intervención, quedó internado en la Sala Policial, en calidad de detenido.
El hecho causó una profunda conmoción en todo el ámbito de la Unidad Regional I, donde Flores se había desempeñado.
Al cierre de esta edición autoridades y compañeros de trabajo se concentraban, junto a familiares y amigos, en una sala de velatorios para darle el último adiós.