Los comercios de la peatonal santafesina y el microcentro en algunas ocasiones a lo largo del siglo XX fueron escenario de importantes robos. Algunos esclarecidos, otros no. Es el caso de la historia que sigue a continuación, que ocurrió en noviembre de 1959.
“En una joyería céntrica cometióse esta madrugada un importante robo”, tituló El Litoral entre sus páginas del sábado 21 de noviembre del citado año. El artículo periodístico estaba acompañado por un registro fotográfico elocuente: el boquete que usaron los delincuentes para “ganar” el interior del negocio.
“En las primeras horas de esta madrugada, tuvo lugar en esta ciudad un robo de cuya factura se deduce que sus autores lo han venido preparando cuidadosamente. El mismo ocurrió en la joyería Rosenberg, ubicada en Mendoza 2550, casi esquina San Martín, en pleno centro de la ciudad”, introducía el tema la crónica policial del vespertino.
De inmediato, El Litoral dio precisiones de lo que se sabía hasta ese entonces. “Se habría producido entre las 1 y las 3 de esta madrugada, calculándose que el valor de las mercaderías sustraídas, entre las que figuraban gran cantidad de relojes de oro, alhajas de ese mismo metal y piedras preciosas, ascendería a más de dos millones de pesos”, se detallaba.
Al respecto, el diario dejaba trascender que “otras estimaciones de fuentes autorizadas harían ascender el valor de lo sustraído a una suma aproximada a 5 millones de pesos. Se sabe asimismo que no existen seguros”.
La primera crónica del robo en El Litoral.
Modus operandi
La nota de El Litoral también informó sobre cómo se suponía que fue el modus operandi del robo. “De acuerdo con observaciones efectuadas en el lugar del hecho, se pudo establecer que los asaltantes, que serían tres (dos trabajando en el local y uno de campana), penetraron por una finca en demolición ubicada en 25 de Mayo entre Mendoza y Salta. Allí recogieron una escalera que se utiliza para la demolición, escalando con ella un muro hasta llegar al techo de la joyería”, contó el diario.
Y seguía la crónica policíaca: “En este lugar procedieron a abrir un boquete en una parte del techo que da al entrepiso, tal como ilustra la fotografía. Tras efectuar otro boquete en el entrepiso descendieron hasta el local de la joyería por un tablón colocado en forma de tobogán. Una vez en el mismo se dieron a la tarea de seleccionar las mercaderías, en forma tal, que se llevaron todos los efectos de oro y las piedras preciosas, dejando en cambio las fantasías y otros objetos de menor valor”.
Sobre el final del artículo, el vespertino hacía notar que por las características del robo, la fuerte sospecha era que fue cometido por “profesionales de estos delitos”. “Algunos vecinos de la joyería habrían declarado haber sentido algunos ruidos en los techos, alrededor de la 1.30”, comentaba la nota.
La segunda nota en El Litoral sobre el robo.
“Rififí” y misterio
Al día siguiente, el resonante hecho ocupó otro espacio en las páginas del diario. El artículo hacía hincapié en la falta de certezas sobre el robo. Para describir lo sucedido, la crónica usó la parábola “Rififí”, por la sutileza por parte de los ladrones para no dejar rastros, ni pistas.
Al repasar la secuencia y el accionar policial, la nota refirió que “sólo se ha encontrado en la obra en demolición, por donde iniciaron su ‘travesía’ los malhechores, una especie de soga compuesta por una toalla, una gamuza y cordones dobles para cortinados, todo ello unido por nudos ‘marinero’ y una percha”.
En otro tramo del artículo, El Litoral abrió el juego de las especulaciones que rodearon al hecho e incrementaron el misterio. “Cabe señalar que hay que escalar varios techos para llegar al del citado negocio. lo que da la pauta de lo estudiada que estaba la operación. Más aún, a pocos metros donde se abrió el primer boquete para llegar al entrepiso, hay una habitación, cuyo ocupante, por lo visto, no sintió nada anormal”, se dijo.
Y agregaba el texto: “Este trabajo fue hecho si se quiere con prolijidad puesto que no se permitió que los ladrillos cayeran al techo del entrepiso, sino que fueron aflojados con una palanca y luego arrancados uno por uno evitando así ruidos”.
“Otro de los pormenores del robo no bien determinado es cómo ascendieron desde el negocio al techo, porque si bien los maleantes sacaron un listón de madera del entrepiso y lo colocaron sobre un sofá para bajar, se abren estos interrogantes: ¿Se pudo ascender por el mismo? ¿La soga inventada, soporta el peso de una persona?”, agregaba la crónica.
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