El Litoral
El ex tesorero del Banco Nación había sufrido un accidente cerebro-vascular y se encontraba internado en Cuba. Falleció durante la madrugada de este miércoles.
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Durante la madrugada de este miércoles, falleció Mario Fendrich, el ex tesorero del Banco Nación que logró triste fama en septiembre de 1994.
Mario se encontraba internado en Cuba, producto de un accidente cerebro-vascular que había sufrido durante el pasado fin de semana.
En el momento del deceso, se econtraban sus dos hijos con él en el país de centroamérica.
Pesos y dólares
El nombre de Mario Fendrich se hizo conocido en todo el país el viernes 23 de septiembre de 1994. Aquella mañana, este ignoto empleado bancario desapareció de su hogar y de los lugares que solía frecuentar llevándose consigo 3.200.000 pesos de la entidad donde trabajaba.
El botín puede entenderse también como más de tres millones de dólares, si se tiene en cuenta que por aquel entonces regía la Ley de Convertibilidad, cuando un dólar valía un peso.
Ese viernes, Fendrich le contó a su esposa que después de trabajar se iba a ir a pescar con unos amigos, algo que hacía habitualmente.
Esperó que llegara el camión de caudales, fue al tesoro y guardó en un cajón de madera el millonario botín que lo cargó en su Fiat Regatta .
Después, escribió una prolija nota: “Gallego, me llevé tres millones de pesos del tesoro y 187 mil dólares de la caja”. El “Gallego” era su jefe directo, Juan José Sagardía.
Prófugo
La aventura del subtesorero duró 109 días. ¿Qué hizo durante el tiempo que estuvo prófugo? Aún es un misterio.
Se dijo que viajó a Paraguay, que paseó con su amante mucho más joven que él por las playas de Brasil, que se hizo una cirugía plástica, y que apostó parte del dinero en el casino.
El 9 de enero de 1995, un día después de la trágica muerte de Carlos Monzón, Fendrich se presentó ante la Justicia de Santa Fe. Su estrategia fue entregarse ese día porque pensó que el entierro de Monzón iba a opacarlo.
Ante la Justicia, el bancario ensayó una coartada inverosímil: dijo que lo habían secuestrado y que los delincuentes se habían llevado todo el dinero. Nadie le creyó. Los millones nunca aparecieron.