Joaquín Fidalgo
Carlos Bonino tenía 21 años cuando lo mató un balazo a quemarropa que impactó en su pecho. Su abuela, testigo de la ejecución, asegura que el homicida prófugo se pasea por la escena del crimen.
Joaquín Fidalgo
“Carlitos me decía ‘abuela’ y ‘mami’. Yo lo crié desde muy chiquito, porque mi hijo y mi nuera no lo podían hacer. Ellos me dieron la tutela. Lo crié bien. Era un chico bueno, que estudiaba y trabajaba. Era mi vida, mi compañero. Vivíamos los dos solos en mi casa”, dice Mirta Graciela Casco, quien hace poco menos de dos meses presenció el asesinato de su nieto.
Carlos Rubén Bonino tenía 21 años. Murió durante las primeras horas del sábado 8 de julio de este año, en las calles de San Lorenzo, barrio ubicado en el extremo suroeste de nuestra ciudad.
“Él iba a la escuela. Estaba terminando la secundaria en la Quiroga. Además, hacía trabajos de herrería y carpintería en un programa del gobierno. A la noche iba a estudiar. Estaba ocupado todo el día. Tenía muchas ganas de vivir. Era muy buen chico. No tenía ningún antecedente. Nunca había pisado la comisaría”, recordó la mujer.
“Carlitos”, como le decían en el barrio, se había “peleado” con su novia y salió de noche con sus amigos. No fue muy lejos de su casa, ubicada en la cuadra de calle 3 de Febrero al 4200. Sólo caminó unos pasos hasta la esquina que se forma con el cruce de Estrada. A la 1 volvió a su hogar, buscó su teléfono, saludó a su abuela y regresó con los pibes vecinos del barrio. Poco después de las 2, llegó caminando hasta donde estaban ellos, un oscuro personaje por todos ellos conocido. Un joven violento y sin escrúpulos que se hace llamar “Damilo”. Algunas versiones indican que es miembro de una familia de delincuentes y que tiene protección de una importante banda delictiva. Este sujeto se acercó y luego de un breve diálogo, se alejó del lugar acompañado por Bonino.
“Le pidió a mi nieto que lo acompañe para buscar plata a la casa de su abuela, a unas cuadras. Quería comprar algo que le estaban ofreciendo. No entiendo por qué fue con él. Eso me atormenta. No puedo dormir. El ‘Damilo’ siempre amenaza a la gente. Es terrible. Quemó casas, echó a familias en (calle) Arenales al fondo. Tiene antecedentes. Por lo menos siete veces entró y salió de la comisaría. Nunca voy a saber por qué, pero Carlos fue con él. Pasaron frente a la comisaría. Entonces un amigo de él me vino a golpear la puerta desesperado. ‘Doña Mirta, Doña Mirta... Carlos se fue con el ‘Damilo’. Me volví loca, porque yo sabía de lo que este chico era capaz”, aseguró la abuela.
Sin piedad
Como pudo, luchó contra los dolores que le generan la artrosis y una hernia de disco para poder cambiarse. Se calzó una campera y salió. Hacía mucho frío y lloviznaba esa noche. “Por las indicaciones que me dio el chico, yo sabía para dónde iban y tomé un atajo por un pasillo cercano. Cuando estoy llegando veo que estaban los dos frente a frente. Escuché que hablaban fuerte. Especialmente oía la voz de ‘Damilo’, pero no alcanzaba a entender qué decía. Entonces le grité a mi nieto: ‘¡Carlitos!’. Inmediatamente escuché un tiro y vi el fogonazo. Corrí. El otro muchacho, con el arma en la mano, corrió para el lado del Salado, donde hay muchos pasillos. Es un laberinto. Yo me concentré en mi nieto. Gritaba como una loca para que me ayuden. Lo alcé, me miró y sus ojos se le fueron para atrás. Entonces apareció un auto que manejaba un amigo de él. Lo llevamos hasta el Hospital Cullen. Pensé que se iba a salvar, pero ya había muerto cuando llegamos. El tiro le había dado en el pecho, en el lado del corazón”, relató la mujer.
“Me quiero morir”
“Yo estoy con psicólogos. Estoy muy mal. Me quiero morir. Este tipo me sacó la mitad de mi vida. No quiero vivir más. No me quiero levantar de la cama”, repite Mirta una y otra vez, como si siguiera en estado de shock.
“Carlos no se merecía esto. Le sacó las zapatillas y el celular, un teléfono chiquitito y viejo del que él sólo usaba la memoria para la música. Creo que el asesino le debe haber tratado de sacar el camperón que tenía, uno de esos grandes que les gustan a los chicos. Pienso que en ese momento se resistió y por eso lo mató. Él tenía 21 años, toda una vida por delante, muchos proyectos. A pesar del barrio, entre los tiros, yo crié muy bien a Carlos. Acá andan a los balazos todo el día... un rato acá adelante... y allá atrás después. Todos los días son así. Nunca tuve la posibilidad de mudarme, porque ‘soy sola’ y cobro una pensión. Vivíamos con él, los dos solitos. Era mi compañero. Un chico muy bueno. Todo el barrio sabe qué clase de persona era. Respetaba a sus mayores, siempre. Quería terminar de estudiar para conseguir un buen trabajo”.
En contrapartida, Mirta afirmó que la familia del criminal tiene estrechos lazos con una poderosa banda delictiva. “Hace cuatro sábados, ‘Damilo’ andaba por acá, burlándose de uno, de la policía, de los fiscales, de los investigadores de homicidios. Con el dolor que tengo, todavía haciendo el duelo. Anduvo de madrugada. Después se agarraron a tiros con otros pibes del fondo. A él le dieron un balazo en un brazo, no sé en cuál. Lo tiene entablillado con madera y gaza. Sé que se hacía curar por una enfermera que se dedica a eso, que les saca las balas y cura a los que tienen pedido de captura. Un compañero de él fue al (Hospital) Cullen, porque lo hirieron en un brazo y en una pierna.
Sin temor
Mirta se quejó también por el avance de la investigación. “Yo estoy de duelo y me vienen a preguntar a mí dónde puedo encontrar al criminal. Me llegaron versiones de que está en el norte de la provincia, donde lo ‘aguanta’ una familia vinculada al tráfico de drogas. Ese muchacho no respeta a nadie. Todo el barrio le tiene miedo, pero yo no. Que me mate si me quiere callar. Yo soy la abuela de Carlitos. Así me tenga que arrastrar, sé que Dios me va a ayudar para que se haga justicia. Si me tengo que encadenar en la fiscalía, lo voy a hacer. Él tiene que pagar la vida de mi nieto, porque anda disfrutando y a mi nieto no lo voy a ver más. Ya hice una marcha el 21 de julio a la que fueron muchos vecinos y voy a organizar todas las marchas que hagan falta. No quiero que el crimen de Carlitos quede impune”, concluyó.