Orquestaban violentos asaltos fingiendo que vendían dólares
Una asociación ilícita de 9 personas que realizaban robos a mano armada fue desbaratada por completo luego de que el último prófugo se entregara. Permanecen en prisión preventiva, y se imputó también a tres “encubridores” que los asistieron.
Manuel Fabatía El tiroteo del 10 de septiembre en barrio Guadalupe culminó con cuatro miembros de la banda detenidos.
Se entregó el mecánico acusado de ser el jefe de una banda criminal que cometió al menos seis robos en tres meses, dejando en el último a un policía baleado. El hombre fue imputado y quedó en prisión preventiva, tras lo cual las fiscales María Laura Urquiza y Mariela Jiménez llevaron ante la Justicia a quien lo ayudó a esconderse, acusado de “encubrimiento calificado”.
El mecánico Julio César Gutiérrez (55) se presentó el martes 13 en la sede del Ministerio Público de la Acusación, luego de que se realizaran varios allanamientos procurando su captura. El 16 fue imputado en carácter de “organizador” de una asociación ilícita y se ordenó que permanezca en prisión preventiva, al igual que el resto de la banda. En total, son nueve: al igual que Gutiérrez, Carlos Alberto Villalba y Néstor Rubén Mena también son señalados como “organizadores”; mientras que los seis restantes (Sergio Leonel Grecco, Exequiel Gastón Olivera, Exequiel Adrián Gutiérrez, Ivana Maribel Gutiérrez, Ariel Joaquín Cuatrín y Hugo Alberto Almitrani) participaban en calidad de “miembros”.
Este lunes, a través de Zoom, el juez Gabriel Candioti le otorgó la libertad a Rubén Antonio Z. como encubridor. Así lo acordaron la fiscalía y el abogado defensor Daniel Rocca, ya que el delito prevé una pena en suspenso. Hay dos personas más imputadas por encubrimiento en el marco de la causa, que también están en libertad y en tratamiento de un acuerdo abreviado.
Compra-venta de dólares
Archivo El Litoral El 30 de junio sustrajeron $ 50.000 y tres celulares en la vereda de Las Heras al 7400, frente a una escribanía.
El 30 de junio sustrajeron $ 50.000 y tres celulares en la vereda de Las Heras al 7400, frente a una escribanía.Foto: Archivo El Litoral
La banda se reunía en el taller de Gutiérrez, ubicado en Mitre al 7100, donde planeaba los robos. El mecánico se encargaba de procurar los vehículos que se utilizarían y brindar a sus cómplices la información necesaria para llevar adelante los hechos delictivos. Y cuando las investigadoras comenzaron a pisarles los talones, Gutiérrez se encargaba de mantener un “contacto frecuente” con personal policial que lo ponía sobre aviso de los posibles allanamientos a realizar. Estas conexiones son materia de investigación.
Atraían a sus víctimas con operaciones de compra-venta de divisas, ofreciendo dólares, y se presentaban armados a los encuentros, que eran coordinados por teléfono.
El 30 de junio sustrajeron $ 50.000 y tres celulares en la vereda de Las Heras al 7400. Al percatarse de que tenían armas, una de las víctimas intentó huir y le dispararon, mientras que a otra le pegaron un culatazo en la cabeza.
El 27 agosto acordaron un encuentro en Vélez Sársfield al 3950 a las 17. Se presentaron armados y a punta de pistola se hicieron de $ 250.000 y las llaves del auto de la víctima, al que se subieron y abandonaron a dos cuadras, donde los esperaba otro vehículo para darse a la fuga.
El 5 de septiembre volvieron a repetir la mecánica, amenazando esta vez a una pareja y a su beba de un año en Pedro De Vega al 2800.
Este no era su único modus operandi. El 22 julio, alrededor de las 15, interceptaron a un camión arrojando una bolsa de consorcio negra con fragmentos de hierro en su interior, que obligaron al conductor a detener su marcha. Los tres ocupantes del vehículo descendieron y en ese momento fueron abordados por los delincuentes,que iban armados. Mientras apuntaban a las víctimas, uno se subió al camión y sustrajo aproximadamente $ 200.000 y un cheque de $ 30.264.
El principio del fin
El golpe del 10 de septiembre en barrio Guadalupe marcó el principio del fin. Con cada atraco dejaban piezas que acercaban cada vez más a los investigadores. Los engañaron de la misma forma que ellos a sus víctimas, organizando un encuentro y suplantando al “comprador” por un miembro de la Agencia de Investigación Criminal (AIC).
Cinco delincuentes se acercaron a inmediaciones de calle Piedras al 6500, donde se encontrarían con un hombre que pretendía comprarles U$ D 5.000. El agente encubierto simuló tocar timbre en una de las propiedades, y fue en ese momento que avistó a dos masculinos armados que se le acercaban. Inmediatamente les dio la voz de “alto policía”, que dio comienzo al enfrentamiento.
Exequiel Olivera manifestó “yo no tengo nada” al intentar escapar del lugar, pero el policía fue más rápido y trató de aprehenderlo. Sergio Grecco, el otro miembro de la banda, apuntó al agente a menos de dos metros de distancia y disparó, pero pese al accionar el gatillo este no se efectuó. Eso no lo detuvo, tiró de nuevo y esta vez la bala impactó de lleno en la cadera del oficial.
Hubo un tiroteo entre la policía y los ladrones que intentaban huir, y finalmente cuatro de ellos fueron aprehendidos. Al día siguiente detuvieron al quinto, y así empezaron a caer, uno por uno, hasta que finalmente el último de ellos, Julio César Gutiérrez, el organizador que era intensamente buscado, se vio acorralado y decidió entregarse.
El curandero datero
La banda sería la misma que robó $ 200.000, entre otras pertenencias, a un matrimonio de la localidad de Gobernador Candioti. El 19 de agosto, alrededor de las 13.30, ingresaron a la finca donde maniataron y golpearon a la pareja, así como a un vecino que llegó después.
El dato se los habría pasado uno de los miembros de la banda, Ariel Joaquín Cuatrín, que como es curandero había recibido una llamada del dueño de casa pidiéndole protección para el dinero.