La primera vez que escuchó hablar de Baigoría fue en diciembre de 2015, cuando lo enviaron a Corrientes para hacer un operativo con Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). “Me dicen que en Santo Tomé hay un policía de apellido Baigoría que tiene un servicio de grúas, que tendría familiares peruanos y una cocina de cocaína”. El textual le pertenece al comandante principal de Gendarmería Nacional (GNA), Raúl Alberto Sangiuliano, quien declaró este jueves ante el Tribunal Oral Federal de Santa Fe en uno de los juicio por narcotráfico más importante de los últimos años.
Sangiuliano trabajó en la provincia entre enero de 2014 y diciembre de 2017 y aunque no estuvo para cuando la banda fue desbaratada en abril de 2018, fue uno de los artífices para que ésto ocurra. De hecho, por su buen desempeño, actualmente se encuentra al frente del Escuadrón de Operaciones Antidrogas de Gendarmería en Buenos Aires.
“Cuando me hice cargo de la Unidad, llegué con un grupo de suboficiales nuevos, eran seis nomás. Pregunté qué investigaciones se estaban desarrollando y me entrevisté con el fiscal federal (en ese entonces estaba solamente el Dr. Walter Rodríguez) y le dije que quería trabajar. Y si bien en principio veníamos operando muy bien el narcomenudeo, hubo tres situaciones que me llevaron a pensar que algo estaba pasando”, dijo acerca de sus primeras impresiones en su nuevo destino.
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Confianza quebrada
Entonces “reuní al equipo investigativo de la unidad y les dije que me llamaba la atención que las investigaciones empezaban bien, pero se iban perdiendo”. Ellos “me manifestaron que estaban acostumbrados a trabajar de otra manera. Y yo les dije que estamos en Santa Fe, una provincia muy complicada en materia de narcotráfico. Y les pregunté: ‘¿Cómo trabajan ustedes?’. Me dijeron que con ‘informantes’. Y les dije que yo no trabajaba así, que no lo iba a permitir y que el que no estuviera de acuerdo se acercara a mi oficina para hablar de un traslado. Pero nadie se fue”.
Sin embargo “ya había algo..., no tenía la confianza de cuando me hice cargo”. Entonces “preferí armar una brigada limpia”, dijo en relación a un grupo de novatos que fue formando a paso redoblado.
Sangiuliano recordó que “el hombre de confianza” en ese entonces era el sargento Sosa (Damián Omar), hoy detenido y acusado por encubrimiento, junto a sus camaradas los cabos Santiago Alejo y Jorge Britos. Y que a partir de las sospechas que surgieron en torno a su desempeño “definí que tenía que dividir la unidad y comencé a trabajar con gente nueva”.
A propósito de Sosa, dijo que “tenía varias propiedades” y que “llamaba la atención porque somos gendarmes y el gendarme no cobra mucho”. En cambio él “tenía una quinta en Villa California, un departamento arriba de la casa de los suegros, un lavadero (de autos) y siempre andaba movilizado en vehículos. Hacía una ostentación que otros compañeros no podían”, resaltó.
Taller “El Sultán”
Sin dudas el momento más curioso de su exposición fue cuando Sangiuliano contó cómo consiguió el primer número de teléfono del policía santotomesino Edgardo Oscar Baigoría, que fue el primero en una serie de escuchas que permitieron abrir la trama de negocios ilegales y la corrupción hacia adentro de las fuerzas nacional y provincial.
Un día “pasé por el taller (“El Sultán” de Santo Tomé) a pedir un celular”, dijo el testigo. Aclaró que lo hizo “de encubierto” pero “con mi vehículo particular” y reconoció que paró y entró porque “el taller estaba abierto”, lo cual no era habitual. “Entré y me dieron un celular”, dijo.
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Para ese entonces “no teníamos teléfonos intervenidos” y “de esta manera se consiguió el teléfono que estaba usando Baigoría”. Consultado por el fiscal general Martín Suárez Faisal por las circunstancias en que se produjo esa “visita”, el comandante contó que “entré a preguntar directamente por Baigoría”, con la excusa de que “necesitaba un arreglo en el auto”. “‘El cabezón no se encuentra’ me dijeron los muchachos, y me dieron el número anotado en un papelito”, soltó.
Más adelante y con los primeros resultados a la vista, “se hizo una reunión entre jefes de unidades aquí en Santa Fe, en la que pedí que no se hiciera ningún trabajo de campo a Baigoría, porque él es policía y nos conoce”. Sin embargo, “cuando pido colaboración a una unidad para que lo sigan, me informan que ya lo estaba investigando en (la Unidad de GNA) Rafaela. Ahí es cuando surgen los nombres de Luis Alberto Paz y del sargento Sosa. Eran los mismos actores que estábamos investigando nosotros. Después entendí por qué nunca nos solicitaron una colaboración”.
Árbol genealógico
Sangiuliano repasó cada uno de los procedimientos en otras jurisdicciones de los que iban teniendo noticias, mientras aquí avanzaba la investigación. Se refirió a la detención de César Andrés Castagnino (cuñado de Baigoría) y el policía santafesino Javier Maximiliano Domínguez. Los dos fueron detenidos el 12 de diciembre de 2015 con 32 kilos y medio de cocaína cuando cruzaron el puesto de control de Gendarmería “Fermín Rolón” que está en uno de los accesos a la ciudad de Clorinda, en la provincia de Formosa.
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“Por esa época nos comunican desde Clorinda el operativo de Castagnino y Domínguez” y comenzaron a hilar más fino, porque “Castagnino es el apellido de la esposa de (Nani o el chatarrero) Cepeda”, de Santo Tomé, quien también había sido investigado previamente. “Ahí armamos un árbol (genealógico) y confirmamos que la mujer de Cepeda es la hermana de la esposa de Baigoría”.
Otra información “nos vino de la provincia de Formosa. Había una causa más donde estaban nombrados Baigoría y González, con intervención de la justicia formoseña”. Pero “antes de que esto suceda, ya estaba trabajando el destacamento móvil de GNA que le encuentra a Cepeda una importante cantidad de dólares y dinero en moneda nacional”. Lo llamativo fue que el secuestro se hizo “en el barrio El Chaparral y en horas de la noche” y como consecuencia “se labró un acta porque a nosotros nos servía para la investigación”, aunque nunca pudieron vincularlo a una causa por drogas.
La Ranger roja
El jefe de los gendarmes recordó además, que al momento de analizar las primeras escuchas, detectaron que Baigoría “tenía llamadas de Apóstoles, Misiones de un fijo y un celular a nombre de (Daniel Alejandro) Fedorichek”, un narco de frontera que está detenido y será juzgado por separado. “Intervenimos los teléfonos de Fedorichek y surgió que le reclamaba recuperar una camioneta que le habían secuestrado. Nos pusimos a hacer explotación de prensa y saltó un procedimiento de Apóstoles con secuestro de 561 kilos de marihuana y una camioneta Ford Ranger roja” el 8 de julio de 2016.
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También relató el momento en que un gendarme formoseño detuvo la marcha de un Suzuky Fun que iba como punta de lanza de la camioneta y en el que estaba Baigoría junto a sus secuaces, pero que tras algunas horas de demora los dejaron libres. Esa misma madrugada la policía formoseña avisó del hallazgo de la droga y documentación a nombre de Fedorichek en el vehículo abandonado.
“Esta situación la informamos a la fiscalía y continuamos con la investigación”, lamentó.
Consultado por el fiscal Suárez Faisal acerca de los informes de Migraciones, el comandante Sangiuliano señaló que “en las dos oportunidades (Apóstoles y Fermín Rolón) los días previos había movimientos migratorios de Baigoría y (su socio Emanuel Maximiliano) González al Paraguay; e inclusive una vez a Bolivia. Eso era una constante”, sostuvo.
El comandante Sangiuliano fue el testigo Nº 11 del juicio oral y público que comenzó el pasado 8 de octubre y que está a cargo de los jueces José María Escobar Cello, María Ivón Vella y Luciano Lauría del TOF local. Había gran expectativa en su relato, puesto que pudo articular la trama delictiva de principio a fin, respaldando con su palabra la documentación que consta en la causa que tiene como principales implicados a la dupla Baigoría-González como organizadores (el segundo vinculado a la familia Paz); y en un segundo plano al misionero Jorge Ramón Correa acusado de transportar 4 kilos de cocaína en 2017-; tres vendedores barriales de Santa Fe y Santo Tomé (Estela Maris Castillo, Osvaldo Ramón Salva y Cristian Mansilla); y los tres gendarmes como presuntos encubridores (Damián Sosa, Santiago Alejo y Jorge Britos).