Joaquín Fidalgo
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Hace tiempo ya que 7 Jefes dejó de ser un barrio tranquilo. Violentos y osados delincuentes se han hecho dueños de sus calles. Los arrebatos, las entraderas y demás modalidades de robo están a la orden del día, de la tarde y de la noche. Los vecinos están angustiados y cuentan con una naturalidad que asusta cómo tienen que vivir para tratar de prevenir los delitos.
La mayoría de ellos prefiere no hablar y ninguno quiere aportar su identidad. Tienen miedo y sus razones para tenerlo. “No nos cabe duda de que la zona está liberada. Ya nadie anda en la calle a determinadas horas, a la mañana, a la siesta, a la tardecita, a la noche... Aparece una motito y todos nos metemos corriendo adentro de las casas”, asegura una mujer de calle Laprida al 3600.
Una pareja de jóvenes que tiene su domicilio a pocos metros se animó a relatar un incidente que sufrió el lunes previo a la Semana Santa. “Era de noche, cerca de las 21. Volvíamos de trabajar con mi marido y estábamos practicando la ‘rutina de seguridad’ para poder entrar el auto al garaje. Siempre me quedo yo encerrada, con las trabas, dentro del vehículo, mientras él abre el portón. Esa vez, mi esposo abrió la puerta y cuando estaba por bajar apareció un tipo que no sé dónde estaba escondido. Eran un delincuente de unos 20 años que estaba armado. Nos apuntó y nos pidió los celulares y las billeteras. Mi marido trató de sacar sus pertenencias de los bolsillos, pero luego decidió resistirse. Cerró con fuerza la puerta y dio marcha atrás. ‘No te doy nada’, le dijo. El ladrón comenzó a alejarse caminando por la vereda, pero antes de irse se dio vuelta y efectuó dos disparos contra el suelo, debajo de nuestro auto”, relató la mujer.
Prácticamente fueron blanco de algún tipo de delito todas las casas de la cuadra. Las de las demás también. Aberturas rotas, inmuebles saqueados, perros envenenados, desconocidos adentro de los jardines. Las historias de robos e inseguridad se repiten.
Anoche, en Grand Bourg a la misma altura, mujeres que salieron de compras y volvieron pocos minutos después encontraron a dos delincuentes en el interior de su hogar. “Sólo salimos por cinco minutos. Habían barreteado la reja del frente. Luego, ingresaron al jardín. Aflojaron la lámpara del farol de la entrada, para dejar el lugar a oscuras. Como no pudieron entrar por abajo, subieron al balcón y rompieron una ventana con postigos de madera. No nos habíamos dado cuenta de todo esto hasta que abrimos la puerta del frente y salieron estos tipos corriendo y nos llevaron por delante”, contaron las aterradas dueñas de casa.
En todos los casos, la vía de escape es hacia el oeste. “Se pierden entre los vagones del ferrocarril de la ex estación Belgrano. Esa zona carece totalmente de iluminación”, coinciden los vecinos.
Los habitantes del barrio toman medidas. Alarmas, alambres de púa, cercas electrificadas, portones reforzados y reflectores se han adueñado del paisaje. Pero nada parece ser suficiente. “Los malvivientes manejan las barretas y otras ‘herramientas’ con gran pericia. Nosotros nos reunimos en la vecinal y tratamos de buscar alternativas. Ahora estamos por implementar sistemas de alarma comunitaria en varias cuadras”, puntualizó una jubilada.
A determinadas horas -cada vez el rango es más amplio-, caminar por las calles de 7 Jefes implica un riesgo de proporciones. A la mañana, a la siesta o a partir de que comienza a caer el sol, las parejas de ladrones en moto “rastrillan” el lugar. Las víctimas predilectas son las mujeres, principalmente las de mayor edad. “Caminar hasta la parada de colectivo o regresar de ella implica un ‘operativo’ familiar. Una persona sola en la vereda, es una presa fácil”, se escuchó.
“La policía prácticamente no patrulla la zona. Encima, a los ladrones que atrapan la Justicia los larga enseguida. En la comisaría los conocen a los que andan robando. Siempre son los mismos delincuentes, hombres y mujeres”, aseguró un vecino.