Por Rodrigo Sánchez
El 24 de febrero del 2017, a la altura del kilómetro 779 (entre Pérez y Zavalla) de la Ruta Nacional 33 chocaron de frente dos colectivos de la empresa Monticas: fallecieron 13 personas. Ya pasaron 4 años y aún la justicia no aparece. Hubo actos de memoria en el lugar de los hechos y en Casilda.
Por Rodrigo Sánchez
Andrea puede contar su historia. Es una de las sobrevivientes de la tragedia. Se subió en Pujato con la intención de llegar a Rosario a realizar un trámite. Recuerda que "ese día hacía un calor tremendo" y que "no tenía programado viajar". Antes del impacto, escuchó el grito del chofer dicendo "¡agárrense!", y casi al mismo tiempo el brutal ruido del choque de los colectivos, por el cual perdieron la vida 13 personas.
Aunque parezca paradójico, aún se escucha el silencio entre tanto ruido. Cuatro años ya transcurrieron de aquel trágico accidente entre dos unidades de la misma empresa en la ruta 33 entre las localidades de Pérez y Zavalla. No sólo perdieron la vida 13 personas, sino también se destruyeron familias y muchos de los sobrevivientes quedaron con diversas secuelas físicas y mentales.
En el medio de actos de memoria y pedidos de justicia de este miércoles 24, tanto en Casilda como en el lugar de los hechos, se dieron a conocer dos informes de la Comisión Nacional Reguladora del Transporte (CNRT) que en su momento fueron presentados ante el Ministerio de Transporte de la Nación.
El primero da manifiesto a la evaluación del primer semestre del año anterior al accidente, donde remarca que la mayoría de las unidades que prestaban servicios interprovinciales tenían más de diez años de servicio. El otro, evaluado entre junio y noviembre del 2016, los inspectores del ente regulador reportaron en la terminal de Rosario 298 unidades de la empresa Monticas, labraron 145 infracciones y no dejaron prestar servicio a 58 colectivos debido a las faltas graves que estos mismos tenían.
Sumado a esto, otros de los puntos que llamaba la atención era que las Revisión Técnica Obligatoria estaba aprobada pero con muchas cosas claves a reparar, como la de neumáticos no aptos para prestar el servicio, problemas en el sistema eléctrico, en la iluminación adecuada, en elementos de emergencia y en la suspensión en el tren trasero.
Por su parte, en otra parte del informe de la CNRT, los agentes alertaban sobre la "monoconducción" que es cuando las unidades realizan viajes de 200 kilómetros y no cuentan con el relevo obligatorio o no cumplen con el descanso.
"Tenía el rostro lleno de sangre"
El Litoral dialogó con una de las sobrevivientes de la tragedia, Andrea Givanetonne, quien se subió en Pujato con la intención de llegar a Rosario a realizar un trámite.
Ella relató lo siguiente: "Lo primero que recuerdo de ese día es que hacía un calor tremendo. Yo no tenía programado viajar, pero había mandado a Rosario a reparar una máquina y justo me llamaron que estaba lista, así que al ver que llegaba al colectivo de las 10.20 decidí viajar. Me subí junto a otro señor mayor y me ubiqué en la tercera fila detrás del conductor. Recuerdo que había poca gente. En las dos primeras filas estaban sentadas tres chicas jóvenes que venían de Casilda y detrás de ellas se ubicó el señor llamado Sergio Chena, así que por eso es que me fui al lugar mencionado. En pleno viaje se escucha que el chofer grita 'agárrense' y fue en ese entonces que se escucha el ruido del choque y nos fuimos contra la cuneta. Ahí perdí la conciencia por un par de minutos ya que cuando me desperté estaba en la tercera fila pero de los asientos contrarios de los que me había sentado y no sé cómo hice para llegar del otro lado del pasillo. Además tenía el rostro lleno de sangre debido al golpe en la cabeza y en el párpado que sufrí, y la pierna derecha dolorida. Ni bien logro reaccionar, escucho a una de las jovencitas que estaba delante de mí que me pide ayuda y cuando logro pararme para ir a asistirla siento que me tocan de atrás y era uno de los bomberos que me dijo que me vaya abajo y que ellos seguían ocupándose del resto. Me bajé con ayuda y esperé unos minutos hasta que llegó la ambulancia ya que fui una de las primeras en ser sacada de los micros".
Andrea también expresó: "Tras la llegada de las ambulancias, me vinieron a socorrer y tranquilizar un poco. Me trasladaron el Heca de Rosario y nos fuimos enterando de todo lo que había pasado gracias a lo que nos contaban las mismas enfermeras. En el momento me di cuenta de que algo grave había pasado, pero no tomé noción de lo que estaba sucediendo más allá de que en casi todo momento estuve lúcida". Y la sobreviviente agregó: "En el hospital me pusieron 15 puntos en la cabeza, uno en la frente, dos en el párpado derecho y cinco en el tobillo derecho".
Andrea es una de las del grupo que sigue luchando para que se haga justicia. Continúa golpeando puertas para que alguna vez escuchen el reclamo y paguen quienes tengan que pagar y que se hagan cargo de todo el daño sucedido. Ya se sabe que las 13 personas fallecidas no volverán, pero las que están merecen recibir lo que corresponde. No sólo de dinero se habla, sino de apoyo del estado para diversos tratamientos que muchos siguen teniendo.
Mientras continúa esta larga espera, además de los actos en el kilómetro 779 de la RN 33 y en la localidad casildense, también hubo una misa en la plaza de Zavalla con el cura del pueblo y dejaron un busto en memoria de las trece almas que ya no están en este mundo.
Cintia Albornoz. Tenía 38 años, era rosarina pero vivía desde hacía 16 años en Casilda. Tenía dos hijos.
Natalia Angiorama. Tenía 31 años. Nació en Mar del Plata pero desde muy chica vivió en Casilda. Estudió la carrera Administración de Empresas y se recibió.
Sergio Chena. Tenía 72 años y era de Rosario. Era jubilado y tenía una hija. Subió en Pujato.
Marcelo Machado. Tenía 23 años y vivía con su familia en Fray Luis Beltrán. Trabajaba como obrero de la construcción en Pérez.
Aníbal Pontel. Tenía 58 años y era rosarino. Trabajó como chofer de la línea Metropolitana (propiedad de Monticas) durante siete años.
Joana Fernández. Tenía 20 años y vivía en Zavalla. Tenía dos hijas y era madre soltera.
Gianella Fernández. Tenía 20 años y era de Zavalla. Estaba cursando el primer año del secundario y jugaba al fútbol femenino en un equipo del pueblo.
Juan Burzacca. Tenía 82 años y era oriundo de Zavalla. Trabajó durante más de 30 años en la Facultad de Ciencias Agrarias.
Gabriela Márquez. Tenía 35 años y era de Casilda. Se recibió de profesora de inglés y trabajaba en escuelas de Casilda y alrededores.
Juana Ferreyra. Tenía 69 años y era de Corrientes. La mayor parte de su vida vivió en Zavalla y se dedicó a cuidar a su familia.
Gustavo Souza. Tenía 48 años. Vivía en Zavalla y fue chofer de Monticas durante 14 años. Tuvo tres hijos: un varón y dos nenas.
Jorge Fargioni. Tenía 62 años. Nació en Zavalla. Trabajó 35 años en Gherardi, una fábrica de implementos agrícolas de Casilda y se había jubilado unos meses antes del siniestro.
Jorge Ledesma. Tenía 58 años. Vivía en Zavalla pero hacía un tiempo que se había mudado a Pérez. Trabajaba como no docente en la Facultad de Ciencias Agrarias.