Miércoles 6.3.2024
/Última actualización 23:37
"Ayer tenía ganas de no volver a trabajar… hoy estoy un poco mejor", susurró Ernesto. Así arrancó la conversación este verdulero de barrio Jardín Mayoraz que hace ocho años provee de frutas, verduras y huevos a los vecinos. En los últimos días, sufrió tres robos que lo hicieron "tambalear".
Para él los obstáculos nunca fueron problemas sin solución. Tiene una enfermedad crónica y además una discapacidad que le afecta de manera completa uno de sus brazos. Todos los días se levanta de madrugada en su casa de barrio Santa Rosa de Lima y se toma el colectivo para llegar a tiempo a su lugar de trabajo, la esquina que forman las calles Angel Casanello y 4 de Enero.
Disfruta de lo que hace y asegura que si algún día gana el Quini -es asiduo apostador- igualmente va a seguir atendiendo su pequeña verdulería, cuyo local es un carrito que estaciona a metros de la ciclovía. "A mí me gusta esto, el contacto con la gente… charlar", explica.
Pero Ernesto llegó a un límite que puso en crisis su pasión, porque en pocos días sufrió tres golpes que lo dejaron al borde del nocaut.
Captura de vídeo."El primer robo ocurrió hace dos semanas, un martes. Me di cuenta cuando fui hasta el garaje de una vecina a buscar mis cosas. Ella me deja guardarlas ahí. Abrí la puerta y me faltaban dos balanzas, una pava eléctrica, una mochila y una cortadora de césped", contó el comerciante.
"El domingo de esa semana -agregó- volvieron. Llovía. Se llevaron un cajón de bananas, otro de duraznos, manzanas y más cosas".
El último hecho sucedió este fin de semana. "Estaba cerrando. Fui hasta el garaje y dejé ahí el bolso con plata y el teléfono celular. Luego, llevé el carrito hasta el galpón donde lo guardo. Cuando regresé, ya me habían robado todo", gruñó.
Los tres episodios fueron grabados por cámaras de seguridad. "En los dos primeros, los autores son unos pibitos, pero en el último el delincuente es un hombre grande, canoso, con ropa de trabajo", detalló Ernesto.
"Anímicamente estoy muy mal. Ayer no quería volver para trabajar, pero hoy me siento un poco mejor. Me llevaron 200 mil pesos. Para mí es un montón de plata, que uso para vivir y para reponer mercadería. El celular también sale caro y es una herramienta indispensable para mí, para hacer los pedidos a mis proveedores, para atender a clientes. Hoy estoy sin comunicación. Yo tengo una discapacidad y me cuesta. Hoy estoy mejor. Ayer estaba muy bajoneado. La gente del barrio me apoya y eso me da fuerza. Me hace sentir bien. Me siento apreciado", concluyó el verdulero.