Quedar a merced de un delincuente tiene sus consecuencias. Y esto fue lo que le pasó a la empleada de una panadería que sufrió una descompensación tras ser víctima de un asalto.
La vendedora sufrió una descompensación por la tensión que le provocó el momento.
Quedar a merced de un delincuente tiene sus consecuencias. Y esto fue lo que le pasó a la empleada de una panadería que sufrió una descompensación tras ser víctima de un asalto.
Todo ocurrió durante la tarde del lunes, poco antes del cierre del horario comercial, cuando un individuo ingresó al local de la panadería Castillo, ubicado en la esquina de Blas Parera y Castelli.
El recién llegado esperó a que se retire una clienta. Luego le pidió a la vendedora si le había sobrado algo para darle. La mujer atendió la solicitud y procedió a colocar unos panes en una bolsa para entregárselos.
Lo que la mujer desconocía es que todo se trataba de una vil maniobra. Porque acto seguido el hombre le da a entender que tenía un arma de fuego y le ordena a la mujer que le entregue la plata.
"Quedate tranquila que no te voy a hacer nada. Dame la plata y me voy", fue la directiva impartida por el rufián que una vez que logró su objetivo se retiró en bicicleta por Blas Parera, en dirección hacia el cardinal norte.
"Lo peor de todo fue lo que pasó con la empleada que a raíz del momento vivido se descompensó. Le bajó la presión y estuvo a punto de perder el conocimiento", reveló hoy Cristian Castillo, titular del comercio en diálogo con El Litoral.
"La realidad es que uno ya no sabe cómo actuar, porque nunca se sabe la reacción de estos tipos. Es muy fuerte saber que te están apuntando con un arma. Puede pasar cualquier cosa", agregó.
"En lo que va de este año, éste es el tercer asalto que sufrimos. Y el año pasado nos robaron más de 15 veces... creo que ya perdí la cuenta. Son tantos los robos que ya ni vale la pena hacer la denuncia. La impunidad con la que se mueven los ladrones es increíble. Fijate que el tipo salió a la calle y se fue como si nada. ¿Dónde está la policía ?", se preguntó.
Respecto a los pasos a seguir el comerciante se mostró desanimado. "No se puede hacer nada. Los comerciantes estamos acorralados. No podemos atender por la puerta, impedir que la gente entre al negocio. Antes que hacer eso cierro todo y me voy. Tampoco puedo pagar una seguridad privada. No es lo que corresponde", sostuvo.
"La situación de inseguridad ya está llegando a un límites muy peligroso. Los comerciantes no damos más la gente en sus casas también porque tiene miedo. Y así estamos... las familias encerradas y los malvivientes en la calle", sentenció.