Temprano en la mañana llegamos al puerto, y desde allí arribamos rumbo a lo que serían dos horas de navagación por el Canal recorriendo distintos puntos e islas que se suceden a lo largo del recorrido. Nuestro destino sería la Estancia Harberton, la primera de Tierra del Fuego, donde descubriríamos la historia de la Isla.
Antes una colonia de cormoranes y una pingüinera fueron puntos de avistaje. Más adelante, el Faro Les Eclaireurs -muchas veces confundido con el renombrado faro del Fin del Mundo de Verne- le pondría color a nuestro paisaje mientras las aguas del Canal amacaban nuestra alegría entre ola y ola.
Una parada: la estancia Harbearton
Luego de una extensa navegación el barco se detiene en un pequeño muelle de madera. Una hombre entrado en los sesenta años, vestido de jardinero de jean y gorra, con barba blanca y un acento español bastante europeo nos da la bienvenida. Se trata de su actual dueño Thomas D. Goodall, es cuarta generación (bisnieto) del fundador y vive en la estancia con su familia (miembros de la quinta y sexta generación), en la casa original construida en 1887 donde llegaron para fundar lo que fue la primera estancia de Tierra del Fuego con el objetivo no sólo de poblar las tierras, sino además de proteger a los últimos yámanas que se encontraban en el territorio.
Llegamos a un jardín de típicas características inglesas, con flores y plantas traídas de distintos puntos del mundo, y conservadas con esmero y actividad. Es posible sentir que uno ha retrocedido en el tiempo al ingresar, sus vergeles, sus puertas y sus olores remontan a lo que uno ha visto en aquellas viejas películas europeas de granjeros. Pero es el año 2012 y estamos en Argentina, aunque allí a la distancia tan lejana eso, no cuenta.
Recorrer su antiguo corral de ovejas y su galpones de esquila (la actividad de las ovejas ha dejado de ser rentable en gran parte de la Patagonia y es muy común ver estos galpones como pequeños museos) conocer los procesos de acción y las anécdotas que por entonces nacieron y se alimentaron con el tiempo hasta ser grandes relatos. Todo contribuye a formar la postal perfecta. Y uno es simplemente un toque de color en la paleta de la vida cotidiana.
Un Museo para saber
Pero la historia de esta familia que emigró ha dado muchas vueltas. Actualmente Thomas comparte su vida con Natalie Goodalluna reconocida bióloga de más de 70 años que luego de haber trabajado para la National Geographic y desarrollado importantes aportes a la fauna marina conformó un Museo en su casa, el Museo Acatushún.
Se trata de un museo de Aves y Mamíferos Australes está a 500 m de la casa principal. Se trata de un museo-laboratorio creado para el estudio de la biología de los mamíferos marinos (principalmente delfines) y aves del extremo austral de Sudamérica. Es el resultado de más de 34 años de investigación científica su colección contiene esqueletos de más de 2.700 mamíferos marinos y 2.300 aves.
Explicaciones de gran nivel a cargo de pasantes que llegan de todas partes deAmérica para estudiar y vivir durante tres meses en la Estancia nos acercan a la vida marina. Pero lo que no deja de sorprender es la visita a la casa de huesos “la cocina del Museo” allí, nos explica un joven guía, se dejan todos los huesos y animales encontrados para que se pudran, luego se limpian, se dejan los huesos en condiciones y desde allí van al laboratorio para ser parte del Museo. Todos hacen todo: buscar animales en el bosque, pudrirlos, limpiarlos, clasificarlos y estudiarlos. Es parte del aprendizaje inolvidable que reciben (mos).
Cuando comienza a caer la tarde, el colectivo vuelve por nosotros. El barco ha partido hace rato por las aguas del Beagle. Nosotros retornamos por una carretera interna que nos muestra el corazón mismo de la isla. Tarda en llegar, y al final... al final... hay recompensa ….