De la playa a la selva, del calor agobiante al frío intenso: con sus 12 sedes y estadios, el Mundial de Brasil 2014 obligará a recorrer enormes distancias en un país de 8,5 millones de kilómetros cuadrados y drásticas diferencias de clima y de paisajes.
Muchos de los traslados tendrán que hacerse obligatoriamente en avión. Para recorrer por tierra los 4.563 kilómetros que separan la sede más meridional, Porto Alegre, de la más septentrional, Manaos, serían necesarias al menos 53 horas.
El gigantismo del Mundial generó y sigue generando críticas en Brasil.
"En mi opinión, para una Copa del Mundo en nuestro país debería haber sólo seis sedes", dijo a dpa el ex futbolista José Ferreira Neto, una de las voces más afiladas del canal de televisión Band Sports.
"Se debería jugar en Sao Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Recife, Porto Alegre y Salvador. Las otras sedes fueron por cuestiones políticas. No puede haber una Copa del Mundo en Brasilia, ni en Manaos, donde no hay equipos de primer nivel. Con seis sedes se habría gastado mucho menos dinero y se hubiese dedicado a ampliar el metro, hoteles y muchas otras cosas".
Diga lo que diga Neto, el Mundial se jugará en 12 sedes, y una de ellas será Manaos. Ubicada en el seno de la mayor reserva de bosques tropicales del planeta, la selva amazónica, se trata de la más polémica entre las 12 sedes.
El gran problema es el calor: con una humedad siempre superior al 80 por ciento, la sensación térmica puede acercarse fácilmente a los 40 o 50 grados Celsius, incluso en invierno.
"Manaos es algo que asusta, no es un lugar para recibir un gran evento deportivo", aseguró a dpa Juca Kfouri, uno de los periodistas deportivos más prestigiosos del país.
Brasil invirtió unos 250 millones de dólares para reformar un antíguo estadio construido en 1970 y convertirlo en la Arena Amazonia, con aforo para 47.000 espectadores, y que recibirá entre otros el clásico Italia-Inglaterra.
También será "verano" en las playas de las cuatro ciudades del nordeste brasileño -Natal, Fortaleza, Recife y Salvador de Bahía- que recibirán partidos del Mundial. Allí, el invierno se refleja en lluvias intensas y frecuentes, pero no en la temperatura, que suele oscilar en junio y julio entre los 20 y los 30 grados Celsius.
A casi 2.400 kilómetros de vuelo al este de Manaos está Fortaleza, conocida por la belleza de sus 15 playas de aguas tibias, y que recibirá el Mundial en el Castelao, un estadio construido en 1973 y que fue modernizado a través de una reforma que amplió su capacidad a 67.000 personas.
Unos 425 kilómetros al este de Fortaleza está Natal, que construyó para el Mundial un nuevo estadio, la Arena de las Dunas, cuya forma ondulada, así como su nombre, hace referencia a las colinas de arena formadas por el viento constante en las playas de la "Ciudad del Sol".
De Natal, un viaje de 282 kilómetros en auto por el litoral, pasando por algunas de las más bellas playas de Brasil, conduce a Recife, con su mar infestado de tiburones y conocida como "Venecia brasileña", por la profusión de canales y puentes que conectan los barrios, heredados de la colonización holandesa del siglo XVII.
Para recibir el Mundial, se ha construido un nuevo estadio -la Arena Pernambuco- en Sao Lourenço da Mata, en la empobrecida periferia de la Recife, en un esfuerzo de las autoridades por mejorar las condiciones de vida de los habitantes de la región.
Un viaje de 839 kilómetros rumbo al sur lleva al destino turístico más conocido del nordeste brasileño, la histórica Salvador de Bahía, que fue la primera capital del país y hoy es el principal centro de la cultura afrobrasileña: los descendientes de esclavos africanos representan cerca del 60 por ciento de la población.
La capital de Bahía aprovechó el Mundial para reconstruir desde los cimientos el estadio Fonte Nova, demolido en 2007 luego de que el derrumbe de una tribuna causara la muerte a siete hinchas.
En su lugar, se ha construido la nueva Arena Fonte Nova, con aforo para 50.000 personas, que recibirá seis partidos mundialistas, entre ellos uno por los cuartos de final y dos clásicos: España-Holanda y Alemania-Portugal.
Un vuelo de dos horas -unos 1.060 kilómetros- lleva de la primera capital a la actual capital brasileña, Brasilia, donde está el majestuoso Estadio Nacional Mané Garrincha, con capacidad para 71.000 espectadores, y que fue comparado por el ministro de Deportes, Aldo Rebelo, con el Coliseo romano.
Más de 800 kilómetros hacia el oeste separan el centro político de Brasil del centro geográfico de Sudamérica, Cuiabá, donde está la Arena Pantanal, bautizada en honor a la vecina reserva natural conocida por ser una de las más ricas del planeta en biodiversidad.
Si alguien extraña el frío del invierno, es preferible volar hacia el sur. En Curitiba -a 1.300 kilómetros de Cuiabá- y en Porto Alegre, unos 400 kilómetros después, la temperatura promedio en los meses de junio y julio oscila entre diez y 15 grados, y no es inusual que llegue a perforar la barrera de los cero grados.
En Porto Alegre, uno de los más poderosos equipos del fútbol brasileño, el Internacional de Porto Alegre, invirtió unos 138 millones de dólares para reformar el estadio Beira-Río y adaptarlo a las exigencias de la FIFA.
A su vez, Curitiba, considerada como una de las ciudades brasileñas con mejor nivel de calidad de vida, ofreció para el Mundial la Arena da Baixada, resultante de una reforma del estadio del club Atlético Paranaense que se retrasó por varios meses.
Volviendo una vez más rumbo al norte, a 338 kilómetros de Curitiba por la carretera BR-116, está Sao Paulo, la caótica metrópolis industrial de once millones de habitantes con amplia oferta cultural y un tránsito casi permanentemente colapsado.
Un barrio pobre de la ciudad más rica del país, Itaquera, alberga ahora a la nueva Arena Corinthians, que será el escenario del partido de apertura entre Brasil y Croacia y en el futuro la "casa" del club del corazón del ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva.
El viaje sigue por el estado de Minas Gerais, uno de los más ricos de Brasil. Su capital, Belo Horizonte, invirtió 340 millones de dólares en una reforma del tradicional estadio Mineirao que, con aforo para 64.500 personas, recibirá seis partidos mundialistas, entre ellos una semifinal.
El recorrido por el Brasil de la Copa terminará a casi 3.000 kilómetros de donde empezó, en Río de Janeiro, donde el mítico estadio Maracaná recibirá la gran final ante 76.000 espectadores ansiosos por sepultar el trauma de la derrota por 2-1 ante Uruguay en el encuentro decisivo del Mundial de 1950 en la misma arena.
Tras una modernización que costó 330 millones de dólares, el Maracaná actual tiene poco que ver con el estadio que reunió a unas 200.000 personas hace 64 años.
Aunque mantiene aquel formato oval que lo distingue desde siempre, aunque sea bello, cómodo y moderno, el nuevo estadio no es aprobado por todos: muchos creen que la reforma le quitó "el alma".