- No logro que deje el celular – se quejó airadamente la madre de Valen – Ya no sé qué más hacer. No me hace caso. ¿Podés intentarlo vos? – me preguntó con una actitud que rozaba la súplica.
Los dispositivos digitales se introdujeron en la vida de los niños y transitan su cotidianeidad inmersos en un mundo de pantalla.
- No logro que deje el celular – se quejó airadamente la madre de Valen – Ya no sé qué más hacer. No me hace caso. ¿Podés intentarlo vos? – me preguntó con una actitud que rozaba la súplica.
-¿Yo? – repregunté - ¿Vos querés que yo logre que tu hijo deje el celular?
-Sí, Ale. Anda con el celu como pegado a la mano toooooodo el tiempo. Imaginate que no se la puedo cortar.
- Obviamente. Pensar en esa posibilidad es extrema… y sumamente preocupante.
- ¿Vos podés hacer algo porque él deje el celular? – insistió
- Lo que puedo hacer es intentar que vos te des cuenta por qué está pasando esto, como para que seas vos quien haga por revertirlo.
Azucena suspiró, con aire de derrota, me miró con una especie de extraña resignación… y habló.
- Dale. Desde ya te digo que sé que el error fue nuestro, porque le pusimos el celular en la mano antes de que dejara el chupete…”
En nuestro país, el 70% de los niños de entre 4 y 5 años tiene acceso a los celulares de sus padres e inicia un camino de uso que cada vez más temprano se hace abusivo, provocando un sin número de actitudes y conductas negativas que, si bien los padres obviamente observan, no terminan de adjudicar al consumo que sus hijos hacen de las pantallas.
En demasiadas familias los dispositivos digitales se introdujeron en la vida de los hijos como “niñeras”, porque los padres han delegado en ellas la entretención y hasta el cuidado de los niños, no sólo por considerar que están más seguros en casa pantallas en mano que en la calle, sino para ellos mismos poder descansar, distraerse y distenderse de sus preocupaciones o problemas, dedicándose a cuestiones domésticas y a sí mismos. La consecuencia de esto es que los niños y los adolescentes transitan su cotidianeidad inmersos en un mundo de pantallas, provocando que vivan una vida más virtual que real.
El acceso a internet y el uso de redes sociales ofrece hoy una innumerable cantidad de contenidos y posibilidades absolutamente atractivos para los chicos, razón más que válida como para que los elijan por sobre cualquier otra opción.
Si en un tiempo en que los padres deben educar a sus hijos en la adquisición de hábitos (de alimentación, sueño, higiene, orden), la gestión emocional y las habilidades sociales se hacen a un lado y ceden su lugar a máquinas, no solamente pierden autoridad ante ellos sino que también les abren la puerta de acceso a un mundo sobre el que pierden el control. Pasar horas y horas diarias ante pantallas ocasiona hiperactividad y ansiedad, pero como al mismo tiempo produce excitación, placer y genera adrenalina, provoca la necesidad imperiosa de repetir las acciones, convirtiéndose en una conducta adictiva.
Aunque sean nativos digitales, los niños siguen y seguirán siendo niños. A pesar de haber nacido en la era tecnológica, nunca dejarán de ser personas y, como tales hay que criarlos y educarlos. No se trata de quitarles las pantallas sino de adaptar su uso a la edad que tengan, seleccionarles los contenidos y dosificarles el tiempo de uso, limitándolo a ciertos momentos y espacios de la casa (no durante las comidas ni en la habitación, al irse a dormir). El celular debe ser una herramienta productiva y no niñera ni un chupete. Si pretendemos generar salud, es imprescindible alternar el uso de pantallas con actividades que promuevan diferentes aprendizajes y tiendan a la socialización, sin colocarles en la mano algo que se les pegue y los conduzca a más problemas que soluciones.