Cómo las quejas constantes afectan a nuestro cerebro
Quejarse provoca tres consecuencias negativas a nivel neurológico: liberamos cortisol, dañamos una zona del cerebro y forjamos asociaciones negativas. Sin embargo, algunas actividades pueden convertir nuestras quejas en una actividad constructiva.
Cómo las quejas constantes afectan a nuestro cerebro
Una persona promedio se queja entre 15 y 30 veces en un solo día. Si esta cifra parece mucho, imagínate la cantidad de quejas a las que estamos expuestos sumando las propias y las de los demás. A pesar de que esta actividad es una descarga y puede sentirse bien en el momento, puede que nos esté afectando negativamente a largo plazo.
En un estudio conducido por la Universidad de Stanford se indagó cómo afectan las quejas a nuestro cerebro utilizando resonancias magnéticas. Pudieron identificar tres daños importantes:
La exposición a 30 minutos de quejas por día hace que liberemos cortisol y adrenalina, que son las hormonas del estrés. Esto empeora nuestro estado de ánimo y capacidad cognitiva. Gracias a las neuronas espejo, que provocan que nuestro cerebro imite de forma inconsciente los estados de ánimo de quienes nos rodean, esto pasa no solo con nuestras quejas, sino también con las de quienes nos rodean.
Esta exposición también provoca un daño físico: se reduce el hipocampo, que es la parte del cerebro que se utiliza para la resolución de problemas. Esta reacción también implica un deterioro del funcionamiento cognitivo.
Por último, nos sumerge en un círculo vicioso; sabemos que las neuronas se asocian y construyen puentes entre ellas. Por eso, quejarse repetidamente reconfigura el cerebro para que sea más fácil encontrar quejas en el futuro. A la larga, se vuelve más fácil ser negativo que positivo, ya que se convierte en nuestro comportamiento por defecto.
Sin embargo, evitar las quejas al 100% y de un día para el otro no parece algo muy plausible o sano para nuestra mente. Estas son algunas actividades que pueden ayudarnos a apaciguar el daño:
El Dr. Travis Bradberry, psicólogo de la Universidad de California y autor del libro Inteligencia emocional 2.0, sugiere cultivar una actitud de gratitud. Esto se hace desplazando tu atención hacia algo por lo que estés agradecido cuando sientas ganas de quejarte. Según estudios en la Universidad de California, esta actividad puede reducir el cortisol (hormona del estrés) en un 23%, mejorando el estado de ánimo, nivel de energía, y reduciendo la ansiedad.
En las ocasiones en las que realmente tenemos algo de lo que quejarnos estamos ante un problema a resolver. Esto significa que la queja puede convertirse en una actividad constructiva siempre y cuando esté orientada hacia un objetivo. Si no podemos identificar ningún objetivo, es probable que estemos buscando quejarnos porque sí.
Como vimos, las quejas que nos afectan no son solamente las propias. ¿Cómo podemos hacer para establecer límites con personas quejosas sin quedar mal? El consejo anterior también aplica: cuando estemos escuchando las quejas, podemos preguntarles cómo piensan solucionar el problema. Esto suele provocar que la persona se tranquilice o rediriga la conversación a una línea más positiva.
Este artículo fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica bajo el programa Periodismo Humano.