" – Ya pasé los mil seguidores en Instagram. Y ahora entré en un juego y nos mandaron a formar parte de un grupo de whatsapp, así que ahora voy a tener muchos más amigos – me dijo Jime con gesto de satisfacción.
Muy pocos padres están atentos al uso que sus hijos hacen de la tecnología. La exposición constante de la vida privada los hace mostrarse "como en vidriera", plegarse a desafíos que ponen en riesgo la salud propia y la de otros.
" – Ya pasé los mil seguidores en Instagram. Y ahora entré en un juego y nos mandaron a formar parte de un grupo de whatsapp, así que ahora voy a tener muchos más amigos – me dijo Jime con gesto de satisfacción.
- ¿Conocés a esas personas? – quise saber.
Jimena arrugó el ceño, mirando un punto fijo en la pared, y luego volvió a mirarme con un gesto que ahora estaba más cerca de la confusión.
- A algunos sí, pero a casi todos los otros, no…
- ¿Te pasa algo, Jime? – le pregunte, a partir de resultarme muy significativo su cambio gestual.
- Lo que pasa es que todos los chicos compiten por quién consigue más amigos en redes sociales pero, la verdad, es que en un grupo de whatsapp en el que me pusieron, por jugar a un juego de roles, al principio estaba todo bien, pero después aparecieron cosas que no me gustan. Y, además, los chicos se dicen cosas re-feas.
- ¿Qué tipo de cosas?
- Cosas… íntimas… - balbuceó, ruborizándose, mientras bajaba la vista al piso.
- ¿Cosas íntimas cómo, Jime? – inquirí.
- Cosas… de… esas… - De pronto empezó a sacudir los muslos, golpeándolos entre sí, en señal de claro nerviosismo, tragó como si una bola intentara atravesar su garganta y volvió sus ojos hacia mí, esta vez, con cierto temor en la mirada – Otro día te digo, Ale… Me da vergüenza…
- ¿Hablaste de esto con tus papás?
- ¡Nooooooooooooo! ¡Si les llego a decir, me matan!"
Muy pocos padres están atentos al uso que sus hijos hacen de la tecnología y, por tanto, quedan al margen de comprender que las redes sociales se han convertido en una parte fundamental de sus vidas, transformándose en expertos a la hora de manejarse en ellas, ya que les ofrecen un espacio para conectarse con otros y compartir experiencias e intereses, permitiéndoles así un sentido de comunidad y pertenencia, especialmente para quienes se sienten aislados o marginados por distintas razones. Internet les posibilita publicar fotos, videos, pensamientos y opiniones, y recibir retroalimentación de sus pares. El problema surge cuando la exposición constante de la vida privada los hace mostrarse "como en vidriera", plegarse a desafíos que ponen en riesgo la salud propia (y hasta la vida) y la de otros, no logrando darse cuenta de las consecuencias negativas de ese proceder. Vivir la vida a través de una pantalla provoca una pérdida paulatina de la comunicación esencial con otros. Conectarse mediante dispositivos electrónicos proporciona una especie de protección para el miedo de enfrentarse con las demás personas, porque el contacto presencial incomoda y hasta atemoriza. Interactuar pantallas mediante implica un riesgo mucho menor. Desde la vivencia de ellos, claro está. Cuando los niños pasan más tiempo mirando teclados y pantallas que personas, van construyendo su experiencia de la comunicación reduciéndola a una simple conexión. Las relaciones que se hacen tecnología mediante están despojadas de aspectos emocionales que hacen que se ponga mucho menos en juego y no hay compromiso respecto a lo que las palabras de uno impliquen en el otro, además de que, como el otro no está enfrente, muchas veces se animan a decir cosas que no dicen frente a frente. Sucede, incluso, que suelen ser agregados intempestivamente a grupos de whatsapp en los que los integrantes suelen tener una identidad falsa y mediante ellos los exponen a contenido sexual para adultos o a pornografía infantil, siendo campo fértil para el grooming.
Por otra parte, la presión social para encajar y ser popular puede ser intensa y pueden sentirse obligados a publicar contenido que los haga parecer "perfectos" o a participar en actividades que no les interesan. La constante exposición a imágenes y videos de vidas aparentemente perfectas (generalmente artistas y figuras mediáticas a los que siguen) puede llevar a la comparación social y, frente a la imposibilidad de conseguir la semejanza o igualdad, a la frustración, baja autoestima y, muchas veces, hasta a conductas autolesivas. Los adolescentes pueden sentirse inadecuados o infelices con sus propias vidas al compararse con lo que ven en línea. Las redes sociales pueden ser altamente adictivas, y el uso excesivo puede interferir en distintas áreas del desenvolvimiento y la vida.
Rescatarlos de las redes sociales no significa prohibirles su uso, sino guiarlos hacia un uso responsable y saludable. ¿De qué modo? Estableciendo canales de comunicación abiertos y honestos, hablando sobre las redes sociales sin juzgarlos y creando un espacio seguro para que expresen sus inquietudes y experiencias, fomentando el pensamiento crítico y la alfabetización digital; crear zonas y tiempos libres de tecnología en el hogar, estableciendo reglas claras sobre el uso adecuado; animarlos a participar en actividades fuera de internet y a la interacción social cara a cara, educándolos en el tránsito de la vida en tiempo real… y no virtual.
(*) Psicopedagoga. M.P. N° 279.L.I.F.8